Un día como hoy, hace cien años, el señor Francisco José Ocampo Londoño debía tener el estómago hecho un nudo. Con el apoyo (o presión) del Partido Conservador para promover la candidatura presidencial de Pedro Nel Opsina se preparaba para publicar el primer ejemplar de LA PATRIA, periódico que debía promover los ideales del conservatismo y registrar los acontecimientos de una región que dos años antes se había interconectado gracias al ferrocarril y que en febrero de 1921 inauguró el cable aéreo que nos conectaría con Mariquita (Tolima). Manizales era un eje de desarrollo y había mucho que contar.
Vendrían los incendios, los sismos, la violencia partidista, la fractura del Viejo Caldas, la Feria, los deslizamientos y demás desastres naturales, la actividad volcánica, el crecimiento poblacional, la desaparición del cable y el ferrocarril, la bonanza cafetera, el robo a Caldas, la alegría de la Copa Libertadores y el Once Caldas, Luz Marina Zuluaga, el narcotráfico, el paramilitarismo, la corrupción política y el yepobarquismo, los éxitos de Octavio Escobar en la literatura, el Festival de Teatro, el asesinato de los periodistas Eudoro Galarza Ossa en 1938 y de Orlando Sierra Hernández en 2002, las marchas y protestas de antes y ahora… LA PATRIA ha estado ahí.
Mi vínculo con LA PATRIA comienza en diciembre de 1999 como practicante en el área administrativa, ayudando a la implementación del sistema de calidad ISO 9000. Un diseñador industrial a punto de graduarse y sin mayor interés en el periodismo. Nicolás Restrepo Escobar también se estrenaba en el cargo de gerente y Orlando Sierra manejaba una sala de redacción mezcla de periodistas jóvenes (entre ellos el actual editor de noticias, Fernando Alonso Ramírez) y universitarios de la escuela de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Manizales. Eran otros tiempos: se fumaba en las oficinas y se puteaba a los novatos de manera pedagógica.
En mi labor como observador y encargado de registrar procesos conocí - desde la compra del papel hasta decisiones administrativas, pasando por el registro de visitantes, impresión, máquinas y venta de suscripciones - el funcionamiento de este periódico. Un sistema altamente sensible, susceptible a descargas eléctricas que queman servidores y hacen que la información se pierda o la ausencia de integrantes del equipo por tragedias como la del Cervantes y, recientemente, el covid. Aún así, el periódico debe salir.
En octubre de 2002 me invitan a publicar algo en sus páginas de opinión. La columna se llamó Odio los domingos y fue un texto que escribí para El Espectador, que por esos días invitaba a sus lectores a enviar textos libres. Nunca lo publicaron, LA PATRIA lo hizo y a la semana siguiente la entonces secretaria de gerencia, Offir Cardona (mi melliza, porque compartimos cumpleaños), me llamó para pedirme una nueva columna. Y a la semana siguiente fue igual… y a la siguiente y a la siguiente. Ya para la quinta semana sabía que la esperaban y me acerqué a las instalaciones del periódico - que quedaban en el Centro, detrás de la Gobernación - y dejé mi escrito en la recepción. Desde entonces soy colaborador semanal y con el tiempo me convertí en el columnista más influyente de Caldas, según la firma Cifras y Conceptos. Un largo trayecto desde ese universitario que se sentaba sobre su escritorio con las piernas cruzadas a leer la edición de día para el asombro del gerente y otros ejecutivos.
LA PATRIA me forzó a la disciplina de escribir semanalmente y al rigor, lo que me llevó a estudiar Periodismo. Esto me abrió las puertas a una aventura editorial llamada Q’Hubo Manizales (antes Nuestro Diario) y Nicolás Restrepo creyó en que podía liderar este proyecto desde su origen en 2007. A diferencia de Francisco José Ocampo, que alcanzó el éxito editorial al vender mil ejemplares diarios, yo debía vender un mínimo de 3 mil para lograr el equilibrio financiero. El nudo en la tripa que sitió el fundador de LA PATRIA hace cien años, lo sentí en un octubre, hace 14 años, cuando salió impresa la primera edición del primer periódico sensacionalista de la ciudad. En su portada una calavera fotografiada por Fredy Arango, en medio de las ruinas de la que fuese una funeraria sobre la calle 46 con Avenida Santander. Fue una década al frente de este producto, contando historias que LA PATRIA no publicaría, pero que nos llevaron a ser el más leído de la región para envidia de algunos colegas de corte más tradicional.
Es un orgullo ser parte de al menos 20 años de este periódico centenario. Uno que hace rato dejó sus bases conservadoras para ser más plural y que se evidencia en que publican mis opiniones por más temerarias y libertarias que sean, y que aguantaron los caprichos y audacias de mis periodistas y diagramadores en Q’Hubo. A Nicolás Restrepo, su familia y su equipo les envío un abrazo muy grande y que sean muchos años más de información.
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