Manizales es una ciudad que, cuando llega la temporada de lluvias, se derrite. Sus laderas se ablandan, la montaña se afloja y desmorona sobre las vías, las bocatomas y, a veces, sobre casas y gente. En la madrugada del 19 de abril de 2017, y tras un fuerte aguacero, 25 barrios de la ciudad se vieron afectados; el saldo fue de 80 viviendas destruidas, cerca de 500 familias damnificadas y 17 muertos.
Fue calamitoso, tanto por el drama como por el fenómeno metereológico: nunca antes se habían registrado 156 milímetros de lluvia en tan corto lapso, señaló Tulia Elena Hernández, quien en ese momento era personera de la ciudad. A pesar de ello, la funcionaria también dijo que esa “era una tragedia anunciada” (https://bit.ly/33iKMxK).
Debido a su topografía, la capital de Caldas crece sobre empinadas lomas, depredando bosques, planeando complejos urbanos en reservas ambientales y edificando en suelos blandos de ceniza volcánica y barro. Además, fallas geológicas y un volcán activo. Es así como, según la oficina de Gestión del Riesgo, Manizales tiene unos 300 puntos críticos considerados de alto riesgo para deslizamientos.
Estos datos, sin embargo, parecen no mosquear al alcalde Carlos Mario Marín Correa, quien desde su despacho anunció esta semana que el programa Guardianas de la Ladera, después de 17 años de funcionamiento, no iba más. Para quienes no están enterados, este grupo de mujeres cabeza de familia “que forman parte de grupos con vulnerabilidad económica y social”, se encarga del mantenimiento de las obras de mitigación de deslizamientos en Manizales.
Su labor, de acuerdo al documento del Instituto de Estudios Ambientales de la Universidad Nacional - Idea (https://bit.ly/2J3kg4x), es vigilar las laderas e informar sobre movimientos de masas, fisuras, taponamientos y ocupaciones ilegales. También el hacer la limpieza y mantenimiento a las obras de mitigación. Una labor titánica - ya se pueden imaginar lo que es trabajar en un plano inclinado e inestable - que ejercían desde el 2003, luego de que un pedazo de montaña cayó sobre varias casas del barrio La Sultana y mató a 16 personas.
Pero la Alcaldía señala que no se hace responsable del programa, que la tarea de velar por las mil 162 obras de estabilidad que hay en Manizales es de Corpocaldas. Esta Corporación Autónoma Regional, según la Ley del 22 de marzo de 1991, debe propender por el medio ambiente y los recursos naturales renovables, no por pantallas y obras de estabilidad. Esta tarea corresponde a la secretaría de Obras Públicas que, en su portal de internet, dice: “dependencia responsable del diseño, construcción, reconstrucción, remodelación, conservación, reparación, mantenimiento y control de toda la estructura vial, de parques, zonas verdes, saneamiento básico, bienes del Municipio y demás obras de infraestructura y atender oportunamente las obras de estabilidad necesarias para la prevención y atención de desastres” (https://bit.ly/3fCwo8t).
Tal vez el alcalde Marín Correa no está enterado de cómo funciona su despacho (ya es hora de que su asesor y poder en la sombra, Jorge Arturo Espejo Rivas, le explique), pero no se puede pegar de tecnicismos para arriesgar, no solo el trabajo de las 100 guardianas de la ladera, sino la vida de los ciudadanos. Sobre todo ahora que las lluvias parecen incrementarse, las laderas están sin cuidado y ya aparecen los primeros deslizamientos.
La actitud de Carlos Mario me recuerda a la de los dueños de la naviera británica White Star Line que, en 1912 y amparándose en un vacío de las normativas de seguridad para las embarcaciones mercantes de 1894, decidieron reducir el número de botes salvavidas de su trasatlántico estrella, el Titanic, porque afeaba la vista de los pasajeros de primera clase.
Ya conocemos el desenlace: Cerca de la medianoche del 14 de abril de 1912 el barco choca contra un iceberg y mil 518 personas mueren. Solo 706 sobreviven - la mayoría de primera clase - en los botes salvavidas que Joseph Bruce Ismay, presidente de White Star Line, dejó instalar. Por su puesto, éste fue uno de los primeros en huir del naufragio, junto a su mayordomo, Henry S. Etches.
Acabar con las Guardianas de la Ladera tiene un impacto negativo en la prevención de desastres local. Es poner en riesgo a cientos de manizaleños que se angustian con cada aguacero y miran a las montañas como quien ve un enorme témpano acercarse al casco de estribor. La duda es si, en el momento de la emergencia, Espejo será tan condescendiente con Carlos Mario como lo fue Ismay con su empleado.
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