La noche en que Donald Trump tomó posesión como presidente de los Estados Unidos hizo una fiesta de gala en la Casa Blanca - la Liberty Ball - y el primer baile que hizo como mandatario junto a la primera dama, Melania Trump, fue la canción My Way (A mi manera). Quienes asistieron al evento contaron que el tema (que en realidad es una canción francesa llamada Comme d’habitude, de 1967, que luego reescribió en 1968 el cantautor canadiense Paul Anka, y que se inmortalizó en la voz de Frank Sinatra un año después) sonó tres veces más, pues es el favorito de Trump.
La canción, que para el profesor del NYU Clive Davis Institute of Recorded Music, Jason King, representa a la generación de la posguerra, es un clásico de la cultura pop estadounidense. Para muchos es el arquetipo del hombre que se forja a sí mismo, el que se rige por sus propias reglas y el que está por encima del bien y del mal. Es, al final, el tema del arribista. Hasta el mismo Sinatra la detestaba porque, además de que siempre se la pedían en sus conciertos, quienes usualmente se identificaban con los versos eran mafiosos, advenedizos o millonarios impúdicos. De esos a los que John Lennon, en vez de aplaudir, les pedía que sacudieran sus joyas.
La letra, la de Anka, habla de los momentos finales de un hombre que asegura vivió una vida plena porque, a pesar de las decisiones acertadas o erradas que tomó, todo lo hizo a su manera. Potente discurso del que se apropiaron muchos egoístas y que empeora en su versión al español; al tratar de mantener el espíritu de la anglo se desdibuja en sus versos para acomodar métrica. Y, al ser interpretada por artistas como Vicente Fernández, asoma tintes machistas: “Jamás viví un amor / Que, para mí, fuera importante (…) Quizá yo desprecié / Aquello que no comprendía (…) Y así logré vivir / Pero a mi manera”.
My way es la canción más pedida por los baby boomers británicos y estadounidenses para que sea interpretada en sus funerales. Es un cliché que ponen en grados y que usan para homenajear a poderosos. Cuando al empresario mexicano Carlos Slim le entregaron, en el 2012, el Premio Dwigth D. Eisenhower de Liderazgo Global llevaron a Paul Anka para que le hiciera una versión del tema. Slim, un tipo que se hizo megamillonario a su manera: censurando a sus críticos, abusando de su posición dominante en el mercado y demás infracciones a la libre competencia.
Cuentan que cuando el presidente serbio Slobodan Milošević, conocido como “el Carnicero de los Balcanes”, estuvo en prisión desde el 2001 y hasta su muerte en el 2006, My way fue la canción que más escuchó. El crítico de la revista GQ, Scott Meslow, narra que el político repetía hasta el cansancio el tema en versión de Sinatra mientras esperaba su juicio por crímenes de guerra; lo acusaron por cerca de 250 mil personas asesinadas, cientos de desaparecidos y más de 12 mil mujeres violadas en Bosnia. Una limpieza étnica que se extendió por tres años (1992 - 1995) y hecha “a manera” de Milošević.
En Filipinas prohibieron su reproducción en los bares de karaoke pues parece que los turistas gringos se iban a los puños con los locales, incluso hubo algunos muertos, porque no les gustaba que los filipinos cantaran A mi manera a su manera. Y, si los ejemplos anteriores no son suficientes para aborrecer esta canción y lo que representa, el abogado fanfarrón Abelardo de la Espriella la incluyó en su disco De mi alma italiana, e hizo un video lleno de estereotipos del arribismo: el avión privado, los autos de lujo, los licores y tres mujeres para él solo y su barba pintada.
Cuando Donald Trump abandonó la Casa Blanca a comienzos de 2021 sus seguidores hicieron sonar por los altoparlantes la infame canción. “Yes, it my way”, se escuchó mientras despegaba el Air Force One rumbo a su resort en Palm Beach, lugar donde los expresidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana aseguraron en su momento que se reunieron con el entonces mandatario gringo para hablar del futuro de nuestro país.
Fue un Viernes Santo del 2017, previo a la campaña electoral por la presidencia de Colombia y Trump era el rey de las fake news y la propaganda. A pesar de que el encuentro se desmintió por las autoridades estadounidenses, fue la primera de muchas mentiras que se dijeron para desprestigiar el acuerdo de paz con las Farc y sembrar el miedo en el electorado con el fin de prolongar la hegemonía uribista. Al final se salieron con la suya y hoy, tras cuatro años de tener un pelele por presidente, nos vemos en la misma situación, el mismo discurso, de que este país solo puede funcionar “a su manera”.
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