Alejandro Samper


El equipo de fútbol Once Caldas es una empresa privada cuyo mayor accionista es Jaime Pineda, dueño de la empresa Kenworth de la Montaña, una de las mayores comercializadoras de tractomulas en el país. Cuando se hizo al club, en el 2012, lo adquirió sabiendo que en ese entonces el patrimonio del otrora campeón de la Copa Libertadores era negativo y su endeudamiento llegaba al 139,54%. El conjunto manizaleño estuvo a punto de liquidarse, pero en el 2014 se llegó a un acuerdo con la DIAN para pagar su deuda de $10.500 millones en 25 años.
Con ese segundo aire y la supuesta visión empresarial de Pineda, se esperaba que el Once Caldas retornara por la buena senda de los triunfos y los títulos. No ocurrió. Hoy la institución se diluye en errores administrativos y falta de conocimiento en lo deportivo. La evidencia está en que a diciembre del año pasado por el equipo pasaron cinco técnicos y se usaron 100 jugadores, de ellos 78 contratados. Esto solo en los cuatro años de la era Pineda.
Esa alta rotación evita la consolidación de un estilo de juego y desencanta al hincha. Si antes se podía recitar de memoria la alineación del equipo, hoy el conjunto es el arquero José Fernando Cuadrado y diez más. Y cuando algún futbolista se destaca por sus habilidades, ahí mismo lo venden. Así es difícil tener sentido de pertenencia y llevar gente a las graderías.
A pesar de ello, el Concejo municipal eximió a esta empresa privada de pagar impuestos por el uso y explotación del estadio Palogrande, que es un bien público. Monto que se estima en $170 millones para este año. Además, William Gómez Eslava, gerente general del Once Caldas, le confirmó a LA PATRIA (http://bit.ly/2mm72CF) que este año el club dará utilidades gracias a las taquillas, aportes de la Dimayor, venta de jugadores y apoyo de los patrocinadores, entre los que se encuentran una empresa departamental (la Industria Licorera de Caldas, con $500 millones) y la Alcaldía de Manizales ($600 millones).
Pero no parece ser suficiente.
Ante la ineptitud de Pineda y el fracaso de su modelo deportivo, salieron sus sobachaquetas a acusar a los aficionados de no ir al estadio. También a señalar a algunos medios de comunicación de dar a conocer las cifras de sus negocios y evidenciar que la crisis económica que tanto cacarean no es más que un fantasma.
La cereza en el pastel fue la propuesta del alcalde de la ciudad, José Octavio Cardona León, de aumentar en $50 el pasaje del transporte público para financiar al equipo. Una alcaldada. Una idea arbitraria y necia (además de ilegal y anticonstitucional) que pretende que todo usuario del transporte público sea seguidor del club albo y se financie de este modo a una empresa privada. Su argumento: “El Once Caldas es una propiedad privada con sentimientos públicos”.
Lo que sucede con el equipo, su dueño y el alcalde, no es más que un reflejo de lo que ocurre en el país. De políticos que se aprovechan de las urgencias de la gente para favorecer empresas privadas y a sus amigos.
Es un hecho que Pineda está mamado del equipo y que hace rato lo quiere vender. De ahí los acercamientos con el Pachuca mexicano. Pero si no es claro con las cifras, con sus accionistas, con sus patrocinadores, con los hinchas y con la ciudad, no se sabrá cuál es la situación real del equipo. Solo así podrá surgir una propuesta ciudadana; una que no busque privatizar sentimientos públicos y que sepa de fútbol. De nada sirve tener capital si se contratan jugadores que no suden la camiseta o fallen a la hora de marcar goles.
Y estar pilas, pues así como puede haber aficionados bienintencionados con ganas de asociarse al equipo de sus amores aportando algo de su capital, también se abre la puerta para que dineros y personajes oscuros entren al club. Es posible, por qué no, que el antes Cristal Caldas en un futuro llegue a ser, no sé, ¿Once whisky de contrabando?
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