El periódico El Tiempo califica de “figura nueva y fresca de la política colombiana” a Miguel Uribe Turbay, próximo cabeza de lista al senado por el partido Centro Democrático (CD) para desazón de muchos uribistas militantes. De ese tamaño será el favor que le debe el expresidente Álvaro Uribe a la casa Turbay, impulsora de su carrera política en los años 80, como para poner a este delfín por encima de perros fieles como Carlos Felipe Mejía, Paloma Valencia o María Fernanda Cabal.
Obvio, es un intento de lavarle la cara al CD de cara a las próximas elecciones parlamentarias y vender la idea de renovación, después del cagadón que hicieron las figuras tradicionales de este partido al apoyar a Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses y de acusar de castrochavista al recién posesionado Joe Biden. Pero la rotación que ha tenido Miguel Uribe Turbay al mencionarlo para diferentes cargos en los últimos meses revela que no saben qué hacer con este tipo. Veamos.
A sus casi 35 años, Uribe Turbay - nieto del expresidente Julio César Turbay Ayala - hace parte de la nueva generación de herederos políticos junto a los Galán, a Lara y a Gaviria, por lo que debe creer que, por derecho, le corresponde un cargo en el poder. ¿Por qué no? Su hermana media, María Carolina Hoyos, fue viceministra de las TIC en el gobierno de Juan Manuel Santos; su tío, Julio César Turbay Quintero, fue Contralor General de la República; y su papá, el exconcejal y líder gremial, Miguel Uribe Londoño, estuvo involucrado en el desfalco por $15 mil millones al Banco del Estado en 1997. Además, su mamá fue la periodista asesinada por el Cartel de Medellín, Diana Turbay. Este hijo de mártir tiene todos los ingredientes para el arquetipo del político colombiano.
Miguel Uribe Turbay comenzó siendo liberal; así fue como llegó al Concejo de Bogotá. Luego se acercó a Cambio Radical, de la mano de su tutor Enrique Peñalosa, quien lo nombró secretario de Gobierno de la capital de la República. Allí se le recuerda por haber dicho que el feminicidio de Rosa Elvira Cely - a quien torturaron, violaron y asesinaron de manera brutal - fue “culpa exclusiva de la víctima”. Después, en su interés por llegar a la Alcaldía, se ofertó como independiente para aliarse con los liberales, los conservadores, los del Centro Democrático, con los cristianos y los evangélicos. Un sancocho intragable que lo dejó último en las elecciones.
De ahí en adelante su carrera política ha dado tumbos en un afán de ubicarlo en cualquier cargo público. Iba a ser contratista del Instituto Alexander von Humboldt (cobraría $114 millones 597 mil anuales), pero Manuel Rodríguez, exministro de Ambiente, lo echó al agua alegando que no tenía formación para el cargo y que era una “evidente cuota política de Peñalosa” y otros políticos cercanos a Uribe Turbay. Esa palomita no duró 24 horas.
De manera reciente, el director del Instituto Anticorrupción, Camilo Enciso, denunció que el político de marras estaría involucrado en la repartición de contratos del gobierno para la adquisición y distribución de las vacunas del covid-19 .Es como si estuvieran ávidos de contratos y puestos para Miguel con el fin de que pague la inversión que han hecho en él sus antecesores y apadrinados.
Entonces ni “fresco” ni “nuevo” es este Miguel Uribe Turbay. Es más de lo mismo: un burócrata que quiere vivir del erario a punta de nombramientos, amistades y favores. Nada de habilidades técnicas, conocimiento, talento o ideologías políticas. Es un lagarto, con una cola que se alarga hasta 1936, cuando su abuelo se inició como concejal de Usme y que en 1978 llegaría a la presidencia prometiendo reducir la corrupción “a sus justas proporciones”. Ya vemos que no se redujo sino que se deja como legado.