Daneidy Barrera Rojas, más conocida como Epa Colombia, se ha hecho un espacio en la cultura popular nacional con sus actos, su hablar, sus cirugías, sus videos y su empresa de keratinas. Hace unos días fue noticia porque compartió un video en las redes sociales en el que, después de bajarse de una auto deportivo descapotable, se montaba en un helicóptero y arrojaba billetes de $50 mil sobre el municipio de Suesca (Cundinamarca). En Colombia, sin embargo, esos hechos ya son muy passé.
Regalar plata o tirarla por los aires para que la gente se reviente la madre por unos billetes, ya se ha hecho. Lo hizo el mafioso Gonzalo Rodríguez Gacha, alias ‘el Mexicano’, quien ponía a los pobres a hacer fila para repartirles fajos de billetes. Y hace un par de años un “empresario” mexicano lanzó desde la habitación de un hotel de Cartagena varios billetes de $50 mil y también dólares porque sí. Es un acto de narcotraficantes, traquetos y lavaperros que acaban de coronar un cargamento. Es un “¡amiga, date cuenta!”, para ponerlo en términos de la Epa.
Pero no es la única que cae en estas extravagancias. Hay un grupo de influenciadores, cantantes populares y polémicos empresarios que parecen no saber qué hacer con la plata que les sobra y terminan comprando aviones o adictos a las cirugías estéticas, al mejor estilo de Juan Carlos Ramírez Abadía, alias ‘Chupeta’.
Por ello me tomo el atrevimiento de darles unos consejos a esta generación de nuevos ricos, para que no caigan en los errores de sus antecesores. El primero, usar su nombre de pila. ¿Acaso no se percatan de que la mayoría de estos emprendedores tienen apodos al mejor estilo de la mafia? La Kika, la Epa, la Duke, la Liendra; la Quica, Pinina, Popeye, el Arete… Eso ya debería ser una red flag para las autoridades.
El nuevo rico no gasta su plata en jets privados para que se les “llorosee la breva” a las mujeres, como lo hacen Maluma o Diego ‘el abogánster’ Cadena. Tampoco alquila el helicóptero Bell 206L3, con matrícula HK 3039, que pertenece a la empresa Llanera de Aviación (la misma para la que trabajaron los narcopilotos Samuel David Niño Cataño y Juan Camilo Cadena Botero, asociados con el Cartel de Sinaloa). Los nuevos ricos - los de verdad verdad - compran cohetes y gastan millones en paseos de 10 minutos a la estratósfera, como Jeff Bezos. Y si compran autos de lujo no son para pintarlos de rosa o rodar por las terribles carreteras colombianas, dañando llantas o estrellándose en la vía a Tunja; son para mandar al espacio en viajes “de mil millones de años en una órbita elíptica marciana”, como hizo Elon Musk con un Tesla Roadster.
Y ya que menciono a Musk, a los hijos de los nuevos ricos hay que ponerles nombres peculiares, como X Æ A-12. Nada de maricadas hippies como Índigo, o arribistas como Máximo al que, criado en la taberna colombomexicana de sus padres, seguramente llamarán “Másimo”, “Matzimo” o con el diminutivo “Matz”. Tampoco les regalan Mercedes Benz último modelo a sus hijos de 9 años, como lo hizo Andrea Valdiri, o el Jeep Willys restaurado que la modelo Elizabeth Loaiza le dio a su niña de 10 años. No, los ricos regalan hologramas con mensajes personalizados de padres fallecidos, como a las Kardashian… Aunque conociendo a nuestras famosas criollas, algunas no sabrán quién es el papá de sus hijos, lo que dificultará el detalle.
El nuevo rico colombiano debería ser más discreto. No andar en Lamborghini sino en Toyota Prado (ojalá blanca). Si lleva esquema de seguridad, que no sea pago por ellos mismos (eso es de traquetos), sino por la Unidad Nacional de Protección - UNP. O sea, con nuestros impuestos. El nuevo rico nacional no hace empresa cobrando para que sus seguidores vean su más reciente cirugía estética en vivo y en directo. Eso, además de ser de mal gusto, es un obvio lavadero de plata a través de bots o bodeguitas en otros países. Nuestros nuevos ricos “muelen de sol a sol” para montar sus negocios en zonas francas gestionadas por el papá.
El nuevo rico criollo - el de bien - usa camiseta blanca en las marchas, repara los CAI, cubre grafitis y porta armas traumáticas “para disuadir”. También pide asesoría de nuevos ricos vieja guardia - hoy abuelos retirados, pero influyentes - para que les digan cómo protegerse de las oligarquías, y cómo volar sus helicópteros con completa “tranquilandia” sin que la Fiscalía se mosquee.
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