Alejandro Samper


Ya son tres semanas de protestas en los Estados Unidos y los argumentos para salir a la calle se comienzan a desdibujar. Inicialmente marcharon por el asesinato del ciudadano afroamericano George Floyd a manos de la policía de Minneapolis, en una demostración de que el racismo no se acabó en ese país sino que ahora se registra en las cámaras de los celulares. Luego el discurso pasó de Black Lives Matter (las Vidas negras importan) a Defund the Police, que busca restringir el aporte económico de esa nación a la policía y dirigir ese dinero a tareas sociales.
Con el paso de los días aparecieron los All Lives Matter (Todas las vidas importan), donde mezclan la xenofobia con discursos antiaborto. Los que defienden la posesión de armas para defenderse. Y esta semana otros la emprendieron en contra de las estatuas de personajes de la Guerra de Secesión e, incluso, las de Cristóbal Colón, por considerar que son símbolos del racismo. Las están vandalizando, decapitando o tumbando de sus pedestales.
Pertenezco a una generación que creció con series como Custer y el Llanero Solitario, donde los nativos americanos eran los malos. De niño escuchaba a Piero y su canción Los Indios Pirulines, donde estos “antropófagos feroces” querían hacer chicle con nuestros hígados. Los Duques de Hazzard montaban en Dodge Charger llamado General Lee, que tenía la bandera confederada dibujada en el techo, y salvaban el día con sus acciones. Y en la película La Misión los indios eran unos salvajes contra esos pobres jesuitas. Esos eran los héroes.
Ahora todo eso está mal, lo que está bien, porque se aclaran muchas cosas de nuestra historia. Muchos de esos héroes y símbolos representan horrores y opresión. Pero antes de ir a tumbar estatuas hay que tomar distancia e intentar ver estas situaciones con perspectiva.
Si se hiciera un revisionismo histórico juicioso tendríamos que eliminar u ocultar miles de estatuas y monumentos, porque detrás hay historias de racismo, segregación, maltrato, esclavitud y muerte. Tendríamos que demoler alguna de las pirámides de Egipto, construidas con mano de obra forzada. Igual habrá que hacer con la Muralla China, donde se estima murieron 400 mil trabajadores.
Sócrates era pedófilo, su busto está en el Museo de Roma, y su pensamiento se sigue enseñando en escuelas y universidades. Aristóteles era misógino (describió a la mujer como una versión humana incompleta), sin embargo pinturas y esculturas de él hay por todo el mundo. Y quienes admiran la democracia ateniense no olviden que su sistema político llevó a que el 30% de la población griega de ese entonces fuera esclava. Ni hablar de Roma y su imperio; se extendió por el Viejo Mundo sometiendo pueblos y esclavizando comunidades, pero año tras año cientos de miles de turistas van a la capital italiana para ver su Coliseo (donde murieron decenas de personas por mera entretención).
Esas construcciones e ideas, que son patrimonio de la humanidad, se erigieron con el dolor y abuso de otras personas. Tal vez el tiempo nos ayudó a decantar sus historias, lo que facilita separar la obra del personaje. Entonces vamos a tiempos recientes…
No veo que la clase obrera se ensañe con el busto que hay de la escritora Virginia Woolf en Bloomsbury (Londres), a pesar de que era una elitista de mierda. En sus diarios plasmó el desprecio que sentía por sus sirvientes. Otro escritor, Gustave Flaubert, tiene una estatua en Ruan (Francia) que no ha sido tumbada por los defensores de los niños a pesar de que el autor era un reconocido pederasta.
El líder de los derechos civiles Martin Luther King Jr. tiene su monumento en Washington DC, pero fue un acosador de mujeres e incitó a la violación de una joven. Historia que según el medio The Conversation se conocía desde 1977 y que los medios quisieron callar para no incomodar.
Y para los románticos que idealizan a esta América sin colonizar; no olvidemos que el imperio inca se forjó con sangre. Calculan que las guerras civiles incaicas dejaron hasta un millón de muertos y que fue el descontento de algunos pueblos sometidos lo que facilitó la conquista Pizarro. Los aztecas no fueron menos brutales.
Pero la culpa de todo este desmadre es de Colón por encontrarse este continente.
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