Alejandro Samper


A pesar de la grabación en la que se le escucha pedir el favor al presidente de Ucrania; a pesar de las alertas por colusión levantadas por los expertos del Pentágono y los analistas de Washington DC; a pesar de los testimonios, mensajes y correos electrónicos intercambiados por personas involucradas en las que está claro que se ve que trabajaban para ensuciar la imagen del exvicepresidente estadounidense Joe Biden; a pesar de las fotos y los recibos de restaurantes y hoteles en las que se evidencia que el abogado Rudolph Giuliani se reunió con dos socios ucranianos para conspirar en contra del político Demócrata; a pesar de que sus defensores aceptaron ante el Congreso y diferentes medios que su líder sí violó la Constitución al intentar sobornar a un gobierno extranjero para su propio beneficio; a pesar de que toda persona que salía de su cargo en la Casa Blanca encendía el ventilador acusando a su jefe de ser un corrupto y un abusador; a pesar de todo esto y más, el Senado gringo votó esta semana a favor del presidente Donald Trump y lo absolvió de lo que se llegó a conocer como “Ucraniagate”.
Para salirse con la suya, dice un artículo de la revista Time, Trump tuvo que hacer tres cosas: Primero, blindar la Oficina Oval y llenarla de abogados marrulleros que dilataran procesos con el fin de frenar las investigaciones y el acceso a documentos que comprometieran (aún más) al mandatario. Segundo, polarizar el proceso de modo que los estadounidenses creyeran que se trataba de propaganda de la campaña electoral de los candidatos demócratas a la presidencia y no de una investigación con implicaciones serias para esa nación. Y tercero, comprar la lealtad de los congresistas republicanos - a través de favores, puestos y contratos - para buscar un cuatrienio más de Donald Trump.
Todos, excepto el senador republicano Willard Mitt Romney, votaron a favor de Trump. “Fue un asalto flagrante a nuestros derechos electorales, nuestra seguridad nacional y nuestros valores fundamentales. Corromper unas elecciones para mantenerse en el cargo es quizás la violación más abusiva y destructiva del juramento de un cargo que puedo imaginar", afirmó Romney. Agregó que su lealtad era hacia Dios, la Constitución y el pueblo estadounidense.
Este hecho no es más de un reflejo de la posición moral de quienes toman las decisiones y hacen que las cosas pasen en los países. No importa el color o ascendencia. Desde la corrupta Somalia hasta la noble Dinamarca, donde los ricos evaden impuestos y se dan “regalos” a los contratistas para que las cosas funcionen (datos de Reuters, Mar. 2017). La lealtad no está con sus pueblos y sus leyes sino con quien les respalde sus caprichos y engorde su billetera.
Es un mal global y local. Colombia sabe de esto y basta con escuchar las declaraciones de la excongresista prófuga Aida Merlano desde Venezuela. O al político quemado Germán Vargas Lleras, que de crítico ahora respalda al presidente Iván Duque con el fin de buscar un ministerio para su partido (Cambio Radical). O a la ministra Alicia Arango decir que a un ingeniero de sistemas solo lo necesitan dos horas en una empresa, muy en la línea del empresario - y hombre más rico de Colombia - Carlos Sarmiento Angulo, quien en octubre dijo que urge una reforma laboral… una que favorezca sus intereses y pauperice la clase trabajadora.
Manizales acaba de pasar por cuatro años de una alcaldía donde el amiguísimo estuvo por encima de los intereses ciudadanos. ¿Quién se beneficia con la construcción de un hospital público para mascotas? ¿Con transformar las avenidas en pistas de obstáculos? ¿Con la invasión del espacio público con vendedores informales? ¿Con la tala de árboles para reemplazarlas por cemento? Nadie habla.
Los políticos son como Tomás Moro en la obra Un hombre de dos reinos: su lealtad se debate entre los caprichos del rey Enrique VIII y lo que siente que es correcto. “Cuando un hombre hace un juramento, es como si sostuviera su ser entre las manos. Como si fuese agua. Si abre los dedos, se escapará y deberá encontrarse a sí mismo de nuevo”, le explica Moro a su hija. Y, como están las cosas, quien sujeta el alma de este mundo entre las manos es un manco.
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