Es desesperante ver los noticieros nacionales. Sus emisiones, además de largas, sobre todo las del mediodía, son un recuento de acontecimientos que suceden en Bogotá y que interesan sólo a quienes viven en la capital de la República: que Transmilenio, que el hueco en no sé qué calle de no sé cuál alcaldía menor, que la alcaldesa… temas que poco o nada interesan a los televidentes de otros departamentos. Cuando muestran las regiones a veces nos presentan tan provincianos, tan de otro mundo, que muchos informes comienzan con pintorescos recorridos en carreteras en mal estado, en medio de selvas, montañas o ríos. O son registros de alguna cámara de seguridad de algún hecho violento o curioso que se repiten incesantemente, como cuando aparecen esos videos de baja calidad de ovnis. O es la denuncia de un gamonal corrupto al que acusan de tener aislada a su comunidad del centro de Colombia, o sea de Bogotá.
Una narrativa que nos hace creer que Bogotá es el eje de todo. Que todos dependemos de Bogotá, que Bogotá es lo más importante, que es el sueño aspiracional de muchos vivir allí para recorrer sus calles, padecer sus huecos, trancones y atracos. Que lo que se aplica en Bogotá debe funcionar igual en el resto del país, como el Pico y Placa o el Pico y Cédula. Que quien administre esa ciudad hizo curso para gobernar el país y por eso es precandidato a la presidencia. Cuentos que nos han echado y que nos hemos creído.
Empero, la realidad es otra. Si bien en Bogotá está la casa del presidente, están los ministerios y el Congreso, allí no es donde se está gobernando el país. Hace rato la capital dejó de ser el epicentro del desarrollo nacional para trasladarse a otras áreas del país. El pulso entre los Gilinski y el Grupo Empresarial Antioqueño - GEA evidencia que las empresas y la economía nacional se mueve es en Antioquia; el desarrollo de Barranquilla y el poder de la casa Char - capaz de darle la espalda al antes todopoderoso Álvaro Uribe - nos dice que las decisiones políticas del país tienen que pasar por la Costa Atlántica. Y por Cali, sí o sí, deben cruzar las mercancías que se importan y exportan por el puerto de Buenaventura, por lo que si en alguna de estas poblaciones les da por bloquear las vías, todo se encarece en el resto de Colombia… o eso es lo que reportan los noticieros desde Corabastos, que queda en Bogotá.
“En un país manejado por Antioquia, la Costa, Cauca y Valle, hablar mal de Bogotá y atribuirle los problemas del centralismo, es la estrategia para seguir controlando lo nacional y haciendo fiestas. Por eso aquí la descentralización no avanza. Una cosa es una ciudad grande, que concentra población - que llegó y llega de todo el país - y otra es el Estado central, el centralismo y la especialidad del poder”, me escribió hace unos días la economista manizaleña Carmenza Saldías Barreneche, quien desde hace años trabaja en planificación y administración regional.
Blindadas por su regionalismo, estas capitales departamentales administran y toman decisiones sin la intromisión del falso bogocentrismo que nos hemos tragado. Y tal vez por ello es la rabia e impotencia que sienten las rancias élites capitalinas que hace rato perdieron su fuerza ante el poder provinciano y los nuevos clanes del poder regional. Para colmo de males, el candidato a la presidencia que más se asocia con Bogotá es Gustavo Petro, un cordobés.
Bogotá acoge a los cientos de personas que a diario llegan allí buscando oportunidades: desde los soñadores a los sin techo, de los desplazados a los despatriados. Ya son poco más de 10 millones de habitantes; una masa crítica de ideología dispersa y variada, poco confiable para los políticos que saben que las elecciones se ganan es en las regiones, en la provincia, en esa “Colombia profunda” como algunos insisten en llamarla. Que lo diga el candidato caldense Mario Castaño quien en las pasadas elecciones al Congreso hizo campaña en el Tolima y el Putumayo porque cada votico cuenta. Entonces dejemos de hablar del centralismo, de que todo se concentra en Bogotá: el poder está repartido en otras ciudades del país y, como lo señala Carmenza Saldías, no les interesa que la lupa se les ponga encima para poder seguir haciendo de las suyas. Si existe un bogocentrismo es en los medios de comunicación nacional, que son tan chichipatos que no tienen cómo hacer un cubrimiento decente de este país diverso y se deben limitar a la capital. O porque desde las regiones les dicen qué y cómo cubrir la información, presionando a través de los contratos de pauta publicitaria de las grandes empresas antioqueñas, atlanticenses o vallecaucanas.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015