El 98% de las construcciones de la isla de Providencia quedaron destruidas tras el paso del huracán Iota esta semana y el principal aporte que hizo el presidente, Iván Duque Márquez, a la comunidad afectada fue señalar una estatua de la Virgen María, que había quedado en pie en medio del desastre, y decir: “Esa imagen es poderosa”.
El que haya quedado en pie esa figura es un mal presagio. La historia nos recuerda que los Estados y la Iglesia (que tiene mucho dinero) se meten la mano al bolsillo cuando se cae un templo o se destruye una efigie católica, no cuando se caen unas casas de tabla y bloques de cemento. Sucedió el 12 de julio de 1785, cuando la Iglesia emitió una publicación que contó cómo la capilla de Santa Fe de Bogotá se cayó tras un sismo. Ese Aviso de terremoto, que es considerado el primer texto noticioso impreso en Colombia, constó de tres ediciones y en la última pedían ayuda a la comunidad para reconstruir el templo… no las casas de los altiplánicos afectados.
Sucedió hace un año, cuando ardió Notre Dame y las autoridades francesas y millonarios piadosos aportaron cerca de mil millones de euros para su restauración. Una abultada cifra que contrasta con los 200 millones de euros que la Unión Europea aportó a inicios de este año para apoyar investigaciones que ayuden a encontrar una vacuna para la covid-19.
Que haya quedado en pie esa estatua no da buena espina. Me recuerda esa voluminosa cruz que levantaron en Armero, tras la avalancha de 1985. Una inmensa imagen católica en un enorme camposanto. O los crucifijos que se encuentran a veces al lado de las carreteras, como símbolo de que ahí se murió alguien y que esa curva es peligrosa. Siguen ahí porque nadie - ni el Estado, ni la iglesia, ni un santo milagroso - han hecho algo para evitar que la gente se siga accidentando. Eso sí, si alguien se desbarranca por encima de esa cruz, no arreglan la carretera: reponen la crucecita dañada y agregan una nueva.
Esa Virgen no es milagrosa, es un sino de fatalidad y de que a los habitantes de Providencia se la tendrán que apañar solos. Las palabras del presidente Duque presagian que tendrán que aferrarse a la fe, a un acto divino y no gubernamental, para salir adelante: “Esa imagen es poderosa (…) muestra la fe, la resiliencia y la gran capacidad que tiene la comunidad de Providencia para enfrentar estas circunstancias”.
Los sanandresanos, que ya se enfrentaron a un huracán categoría 5, ahora tendrán que afrontar la negligencia de un Estado incompetente. Si la imagen de una Virgen sobre una columna es poderosa, más poderosa es la de un presidente que, en vez de hacer algo decoroso, se encomienda a una figurita de cemento y alma de hierro.
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Mayoría de edad
Este año cumplí 18 años como columnista de LA PATRIA, periódico que me metió en el mundo del periodismo, oficio que ejerzo con orgullo. Fue a finales de octubre de 2002 cuando Nicolás Restrepo Escobar, director gerente de este medio, me invitó a escribir para sus páginas editoriales. De ahí en adelante no he parado, salvo contadas ocasiones. No sé cuántas cuartillas he escrito y agradezco a este periódico y su equipo el que me permitan ser parte de esta familia, a pesar de lo temerario, experimental o irreverente que sea.
Agradezco también a los lectores que, una vez más, me ubican como el más leído en Caldas, según la firma Cifras y Conceptos. Es una responsabilidad grande… tanta, que a veces me cuestiono el estado mental de quienes me leen.
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