Voy a pasarme este fin de semana por Expoferias donde se celebra la 64 Feria Equina de Manizales, pero no porque me gusten los caballos sino en busca de un uribista de pura cepa. Uno de racamandaca, de mano firme y corazón grande. Uno que monte un paso fino colombiano sin derramar la taza de tinto que lleva en la mano, habilidad que demostró hace unos años el expresidente Álvaro Uribe Vélez. Uno que me explique, desde su punto de vista y argumentos, lo que sucede en el país.
No es chiste. Es un diálogo que creo necesario porque todavía no me cabe en la cabeza que - luego de todas las evidencias, testimonios, grabaciones, investigaciones, procesos y personajes cercanos condenados - todavía haya quienes crean en la integridad del líder del Centro Democrático (CD). Quiero entender ese fenómeno sin pasiones desbordadas o amenazas de que “¡plomo es lo que viene, plomo es lo que hay!”, como le gritó un ‘furibista’ a unos ciudadanos opositores. Que me lo explique sin rodeos ni eufemismos.
Intenté a través de las redes sociales pero, como siempre, es abrir una cloaca. Muchos de los seguidores de Uribe que observé usan palabras como “Dios”, “patria”, “bandera” o “tricolor” en sus descripciones y recordé entonces las frases de George Bernard Shaw (“Nunca se tendrá un mundo tranquilo hasta que se extirpe el patriotismo en la raza humana”), de Oscar Wilde (“El patriotismo es la virtud de los depravados”), de Maupassant (“El patriotismo es el huevo de donde nacen las guerras”) y de Schopenhauer (“Todo imbécil execrable, que no tiene en el mundo nada de que pueda enorgullecerse, se refugia en este último recurso, de vanagloriarse de la nación a que pertenece por casualidad”).
Y los que no son “patriotas” usan sus trinos como trinchera para disparar contra todo lo que huela a oposición, así la discusión no vaya a lugar. Por ejemplo: al hijo del expresidente Juan Manuel Santos, Martín, lo atacaron por decir que prefería más libros y menos balas (tras la propuesta de legalizar el porte de armas, realizada por la senadora del CD, María Fernanda Cabal). Se metieron con la honra de la mamá y lo señalan de ser hijo ilegítimo del mandatario. Y a todo aquel que se atreva a responder no lo bajan de “castrochavista”, “guerrillero” o “apátrida”. El diálogo es nulo y la polarización, total.
Busqué iluminación en los líderes de este movimiento pero son gasolina vertida al fuego: el congresista caldense Carlos Felipe Mejía no puede hilar tres frases sin calificar a la oposición de “narcoterrorista”, la Cabal es la ausencia de argumentación y la que aparenta ser más sensata, la senadora Paloma Valencia, tiene colgado en su casa un cuadro de Uribe pintado como si fuese el Sagrado Corazón.
¡Ni hablar de la oposición! Los escuderos de Gustavo Petro y la Colombia Humana son igual de radicales a los del CD. No están libres de pecado y las denuncias (desde acoso sexual a actos de corrupción y nepotismo) también están a la orden del día. Ya buscaré al petrista para que me exponga su punto de vista, tanto o más sesgado que el de sus contradictores.
Quiero encontrar ese uribista que me justifique el proceder del abogado Iván Cancino y el “abogangster” Diego Cadena. Que opine sin sesgos de las 6 mil 402 ejecuciones extrajudiciales. Que haga justicia a las “jugaditas” en el Senado y a los cambios de la Constitución para beneficio de un solo hombre. Que me ilustre en por qué Uribe andaba tan mal rodeado y no se había dado cuenta. Que me muestre ese lado B de los últimos 25 años de Colombia que para ellos parecen haber sido los más gloriosos.
Todavía no lo encuentro porque parece que las palabras “uribismo” y “moderado” no son compatibles. Si se topan con este, avisan.
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