20K. Para cuando escribo esto, más de 20 mil personas le habían dado “Me gusta” a un trino que hice el miércoles en la tarde. No fue algo relacionado con algún tema coyuntural - Cuba, los mercenarios colombianos en Haití, la vacunación o la Reforma Tributaria -, fue una tontería. “Lo que es el cambio de chip: Chicas Águila antes, Chicas Águila hoy” y una foto de las modelos de hace veinte años en sus bikinis y mostrando las nalgas, y las actuales representantes de la cervecera Bavaria: once jugadoras de la Liga femenina de fútbol nacional.
Lo que es el cambio de chip: Chicas Águila antes, Chicas Águila hoy. pic.twitter.com/z5aXu1560k
— Alejandro Samper (@Demeuna) July 14, 2021
Nunca, en la década que llevo en esta red social, había tenido tantos ‘likes’. Según el algoritmo de esta plataforma, más de 900 mil personas vieron ese tweet (el doble de la población de Manizales, según el Dane) y unas 270 mil interactuaron con lo que escribí (más de las que hasta ese momento había por la muerte del periodista Germán Castro Caycedo). ¡Una locura! Me sentía una Kardashian o Ana María Mesa (@animesa). Y era, insisto, una observación boba.
Los comentarios se aproximaban a los 400 y, al buen estilo Twitter, se armaron discusiones y peleas en torno a las Chicas Águila. Unos aplaudían la nueva imagen, otros las llamaban las “Chicas Careáguila” y preferían las modelos de antaño. “Feminazi”, le escribió un tuitero a una joven que criticó su observación; esta procedió a cuestionar su masculinidad frágil. Por allá alguien dijo que la cerveza se había vuelto para lesbianas y la misma marca le respondió que era una bebida a la que no le importa “tu orientación sexual”. Estuvo el que se fue por el lado de la semántica, señalando que la palabra “chicas” era peyorativo, y no faltaron los señalamientos de uribistas y petristas. “Machitos”, “onvres”, “mansplainning”, “sexistas”… “areperas”, “amargadas”, “pero sí pelan el culo en Only Fans”; no había que escarbar mucho para encontrar las peleas o barbaridades dignas de la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez o la senadora María Fernanda Cabal.
Fue halagador, una inyección de autoestima, ver esas cifras. Incluso me llegó un mensaje de Twitter indicando la popularidad del trino y que si quería gestionar los mensajes. ¡Para nada! Me sentía influencer y ya me visualizaba como La Liendra: posando empelota y abrazando una youtuber como Dani Duke, la Valdiri o promocionando la keratina de Epa Colombia.
¿Qué podía significar esto? Por muchos menos comentarios reculó Cristian Mateo Loaiza Alfonso, secretario de Movilidad de Manizales, a su autoritaria, arbitraria y chambona decisión de quitarle espacio a los peatones para entregárselo a los taxistas. ¿Cómo podía monetizarlo y ser parte de la “economía naranja” de ‘Ivani Duke’? Podía utilizar esto como plataforma política y lanzarme al Concejo; el que más votos sacó para este cargo en la ciudad no llegó a los 5 mil. Para aspirar a la Alcaldía sí me faltaban más ‘likes’, lo que significaba tener que hacer más bulla: una coreografía en Tik Tok, rogarle de rodillas a los electores, perderme en un bosque, usar chaleco verde reflectivo a toda hora, ser un meme ambulante… en fin, situaciones que superan mi umbral de la vergüenza.
Mi delirio de influencer se vino abajo cuando puse las cosas en perspectiva. A Kim Kardashian le basta con saludar para tener más de 3 millones de likes en Instagram, y Barack Obama tuvo que ser presidente de los EE.UU. para ser la cuenta con más seguidores en Twitter. Y eso que no recurrió a la trampa del expresidente Álvaro Uribe, quien se robó la cuenta de la Presidencia de la República y la puso a su nombre una vez dejó el Palacio de Nariño.
Mis 20K palidecen ante los números de estos titanes de las redes sociales. Entonces entendí por qué tanto bobo, tanto mentecato, tanto lagarto cree que puede aspirar a un cargo de elección popular. Estas cifras son un espejismo, como lo fue la Ola verde en las elecciones del 2010. Son una excusa para que oportunistas y mercachifles les endulcen el oído sobre el potencial electoral que allí hay. Pura paja. Mi trino no influyó y prueba de ello es que, a pesar de las 900 mil personas que vieron lo que escribí, solo gané seis seguidores.
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