Alejandro Samper


Cerca de 30 congresistas llegaron esta semana hasta el Palacio de Nariño para buscar una solución a la protesta indígena en el Cauca - que ya llega a los 20 días -, pero el presidente Iván Duque no los recibió. No es la primera vez que Duque huye a esta clase de situaciones. Hizo lo mismo cuando los estudiantes y profesores universitarios hicieron paro para exigir más recursos y el mandatario de los colombianos prefirió reunirse con el reguetonero Maluma. “Ahí está la ministra de Educación que es mi representante”, dijo en ese momento. Igual con los indígenas: “Ahí está la ministra Nancy Patricia Gutiérrez (minInterior) como vocera del Gobierno”.
Esta aparente falta de carácter, de liderazgo, facilita la polarización del país. No recuerdo haber escuchado a Duque dar unas directrices claras sobre lo que quiere para Colombia. No hay un norte claro. Y esto lo aprovecha su partido, el Centro Democrático (CD), para asumir que su ideología retrógrada es el camino a seguir para el país. Igual sucede con la oposición que, al no ver una ruta, buscan llenar el vacío institucional con populismo.
Y en medio quedamos los ciudadanos, a merced de la propaganda engañosa. Ya lo vimos en esas vallas del CD en las que ponen "Tú, ¿De qué lado estás? Víctimas: No JEP/ Victimarios: JEP”, buscando indignar - una vez más - a las personas con mentiras. Y de nuevo salen a decir que apoyar la Justicia especial para la paz (JEP) es defender a los violadores de niños. ¿De dónde sacan eso? ¿Del mismo lugar de donde sacaron que no votar por Duque era convertirnos en Venezuela? ¿Del paquete de que votar SÍ por el plebiscito por la paz era quitarle la pensión a los adultos mayores? ¿De que la paz es un invento para fomentar el narcotráfico? ¿De que el expresidente Santos compró su Nobel a los noruegos?
Mientras tanto, el senador Álvaro Uribe vuelve a administrar el país como si fuera su finca. Llama a la directora de la Agencia Nacional de Tierras, Miriam Martínez, para decirle cómo manejar la situación de la tierra con los indígenas. Y ella responde “sí, presidente”, obediente. Uribe ordena no reunirse con la minga indígena o los maestros de Fecode y sus lacayos condenan la protesta social. Uribe pide el perdón de un delincuente de cuello blanco condenado, como el exministro Andrés Felipe Arias, y ya quieren reformar la justicia. A Uribe lo investigan por los delitos de soborno y fraude procesal y ya quiere cambiar al procurador Fernando Carrillo por no permitirle tener una justicia paralela.
Por su parte, la izquierda y el centro no se ponen de acuerdo y se ahogan en un mar de vanidades populistas. Ahí está ese Gustavo Petro - mesiánico y alcahueta con compinches como Hollman Morris - cuyo mayor sacrificio fue empantanarse sus mocasines Ferragamo por ir a apoyar la minga indígena. O Claudia López y Antonio Navarro en una guerra fratricida por la alcaldía de Bogotá. Ni hablar de Sergio Fajardo, gran farsa tibia incapaz de mojarse porque ya le pillaron su rabo de paja.
No hay en este momento un líder que parezca ser la alternativa a todo este desorden. Tan pobres estamos, que la congresista Juanita Goebertus salió a leer - ojo, leer - un comunicado objetando las posiciones del presidente ente la JEP y la ungieron como presidenciable.
Colombia se desgasta en estas peleas políticas por el poder (y las tierras del Cauca, Córdoba y Vichada) y se desbarajusta socialmente porque nadie parece escuchar al pueblo. Es una vergüenza lo que sucede. En tanto, el subpresidente Duque muestra que no tiene los pantalones para llevar las riendas de Colombia y se queda calladito a la espera del próximo golpe de farándula que es lo único que parece hacer bien.
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