Alejandro Samper


Muy bonito está quedando el barrio Villahermosa con sus casas y sus escaleras pintadas de colores intensos y llamativos. Una intervención promovida por Aguas de Manizales y que, según los líderes sociales que trabajan en ella, busca transformar el entorno con el fin de fortalecer valores como la solidaridad, la honestidad, la tenacidad, la humildad y la sencillez.
Me recordó la favela Santa Marta, de Río de Janeiro (Brasil). A mediados de los 90 pintaron sus escalares y las fachadas de sus casas, con el fin de mejorar el entorno de este sector vecino al Cristo Redentor. El turista llegó, como las abejas a las flores, atraído por los colores. Michael Jackson rodó un video en el sitio, mostrando el barrio en todo el mundo, y la moda de pintar sectores populares se extendió a otras partes del planeta.
Ojalá les funcione la idea de Villahermosa, porque en Manizales uno nunca sabe. A veces las entidades públicas y sus funcioanrios, por hacer bonito, hacen feo.
Esto es lo que se percibe con el Proyecto de Acuerdo 111, que busca tasar el uso de antejardines o terrazas que hacen parte de esa frontera entre lo público y lo privado en algunos locales comerciales. ¿Es injusto? Totalmente, pero por lo arbitrario.
Si bien es un tributo que se debe cobrar si se quiere poner orden en la ciudad, no se consultó con los comerciantes. Bien lo expuso esta semana el abogado y empresario Martín Emilio Osorio, durante el foro que hizo la Alcaldía con los dueños de negocios para discutir el Proyecto. Señaló que esta es una medida que se debe tomar, ojalá más temprano que tarde, pero de manera conciliada, no impuesta. No todos deben ni tienen la capacidad de pagar el mismo porcentaje.
Es necesario que se haga el cobro y el control para evitar el abuso de algunos privados que, tomando el mal ejemplo de Juan Valdez en el parque Antonio Nariño, se apropian del espacio público. Es cierto que hoy es un negocio exitoso, punto de encuentro y referencia en toda la ciudad, pero su proceder fue ilegal.
Buscar una salida concertada a esto del Acuerdo 111 es planear la ciudad. Es mostrar interés en el impacto real que tendrá en el ciudadano y su calidad de vida.
Tener la ciudad que queremos va más allá de pintar barrios populares como un arcoíris. O de ponerle orden, mediante impuestos, al uso del espacio público. Aquí intervienen la educación, la responsabilidad social, la justicia, la legitimidad y la transparencia de las intenciones.
No hacerlo, en el caso de Villahermosa es repetir el rumbo de la colorida favela de Santa Marta. Hoy es un sitio inseguro al que se recomienda ir escoltado. El proceso de recuperación del sector no prosperó y las autoridades de Río de Janeiro la incluyó, en 2017, en la lista de lugares donde se reportan hasta siete tiroteos diarios. Además, a la estatua que erigieron en honor a Michael Jackson le cuelgan -con relativa frecuencia- un fusil como símbolo de quién controla la zona.
Y en el caso de regular y tasar el uso de los antejardines y terrazas es una manera de controlar la invasión del espacio público, la contaminación ambiental y la ilegalidad. Pero hay que hacerlo de modo consensuado como lo piden los comerciantes. De lo contrario sería un capricho del alcalde Octavio Cardona.
Pero creo que su reacción ante el rechazo del Proyecto lo dejó más pintado que las casas de Villahermosa. Sin haber escuchado a los comerciantes, dijo en el foro que solo le bastaba pedirle a sus “amigos” para que hundieran el Acuerdo en el Concejo. Una postura tan contundente como quienes cuelgan el arma de la figura del Rey del Pop en Santa Marta, solo para mostrar quién manda en la zona.
Así es bien difícil construir ciudad.
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