Finalmente, los colombianos decidieron por la opción de Gustavo Francisco Petro Urrego como presidente del país para el periodo 2022-2026, situación histórica por ser el primer representante de izquierda para liderar a Colombia. Así, el país se suma a las movidas electorales latinoamericanas donde el patrón de los últimos años es de balance positivo para políticos de izquierda, mayoritariamente populistas, pero con alternancias de gobiernos de derecha, también populistas.
Explicar el fenómeno de izquierda en Colombia tiene diversas aristas, buena parte influenciadas por el recorrido tortuoso con el Acuerdo de Paz, el desgaste de la derecha tradicional del siglo XXI en el país con la costosa factura del mal gobierno de Duque y el reciente estancamiento económico que ha despertado un fuerte inconformismo social que las últimas dos administraciones gestionaron con dificultad y poco éxito. Dicho inconformismo se materializa en 19.621.330 personas en situación de pobreza monetaria en 2021, gran parte concentradas geográficamente en aquellas regiones periféricas Caribe, Pacífica y Amazónica donde precisamente el candidato electo ganó con porcentajes por encima del 60% del electorado. Conclusión, una Colombia marginada que se hizo escuchar, y tuvo las alianzas de políticos tradicionales en el centro-occidente del país que le apostaron al caballo ganador y se subieron al discurso del cambio.
La inquietud de todos es sobre el tipo de cambio que espera a Colombia. La única evidencia que tenemos es el contexto regional y de allí se puede extraer alguna cosa. Si Petro es sagaz, modera su discurso de transición energética, y aprovecha el boom de precios de materias primas, incluido el petróleo y el carbón, que le permitiría disfrutar las mieles del crecimiento económico y tener recursos más frescos para inversión, parecido al gobierno Lula en Brasil (2003-2010). Ahora, si Petro no es capaz de controlar los problemas de seguridad, violencia y narcotráfico, en una posición de conflicto institucional permanente, lo que nos puede esperar es un gobierno tipo Obrador en México (2018-2024), con resultados económicos y sociales agridulces, sin mayor avance. Y, si Petro decide hacer cambios más intervencionistas y abusar del poder del Estado sobre la economía de mercado, sería el peor escenario con tendencia a los gobiernos de Chávez y Maduro en Venezuela (2007-2025) y los Kirchner y Fernández en Argentina (2007-2023), donde los resultados económicos y sociales han sido un desastre. No se mencionan los casos de Boric en Chile y Castillo en Perú porque sus gestiones son recientes, pero ambos coinciden en su alta impopularidad ciudadana meses después del comienzo de su mandato.
Solo queda esperar cuál será el rumbo que tomará el país, ojalá, sea el mejor para todos en términos de crecimiento y desarrollo económico y social, independiente si es de izquierda o de derecha. El reto del Gobierno de Petro 2022-2026, como representante de la izquierda latinoamericana, será pasar del debate y discurso en tarima, hacia la verdadera acción y gestión del país, donde las utopías, deseos e ideales deben ser aterrizados con responsabilidad económica y social. Los casos de izquierda “exitosos” en la región se han caracterizado por el respeto de las instituciones, la propiedad privada y el reconocimiento unificado del libre mercado y el juicio en las políticas fiscales y monetarias. Si lo anterior no se valora, es imposible vender la idea de modelo de crecimiento económico sostenible a los mercados nacionales e internacionales, lo cual, es fundamental para la confianza de la inversión, base del crecimiento. Y, esa inversión es un ingrediente sustancial si el objetivo primario de este cambio es la reducción de las brechas sociales y vivir sabroso.
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