Alba Quintero de Sarasty

La inagotable capacidad de asombro que caracteriza nuestra vida republicana no estuvo ausente en el acto de posesión del presidente Iván Duque, los inesperados vientos acompañados de lluvia hicieron su agosto; dos discursos, uno en contravía del otro, dieron paso a una sensación contradictoria dado el rango de quienes los pronunciaron.
Es claro que Ernesto Macías, como presidente del Senado representa la diversidad de partidos y matices que componen esa corporación, a lo cual debió ceñirse, pero erróneamente olvidó en qué escenario se encontraba, confundiéndolo con una plaza pública en plena efervescencia electorera, con barras incluidas; palabras incendiarias, sesgadas, revanchistas, un memorial de agresivos términos en contra del presidente saliente, el cual, según sus cuestionables y mentirosas cifras, no hizo nada en ocho años. Lo peor, su contradictor discurso ante jefes de Estado y altos dignatarios de la comunidad internacional, donde anotó irresponsablemente que Colombia se encontraba en un “socavón”, debió hacerlos pensar que se habían equivocado de país, pues uno de los aspectos relevantes en los últimos años fue recuperar la imagen de Colombia, dejamos de ser un país paria, solo identificado con narcotráfico y cruda violencia, para ser respetados y tener asiento en importantes organismos internacionales.
Ernesto Macías, Presidente del Senado de la República, a quien se le cuestiona no haber cursado estudios superiores, aun más, algunos ponen en duda su grado de bachiller, no debe importarle que le digan o no doctor, lo que no debe olvidar jamás, es ser y comportarse como un señor, dada su investidura.
Es de no creer, pero ese discurso para olvidar, para pasar como página dolorosa en el libro de nuestra historia, fue calificado de “necesario” por el expresidente y senador Álvaro Uribe, según se apreció en un corrillo grabado por Noticias Uno.
Notable y saludable contraste marcó el discurso del presidente Duque, “Gobernar a Colombia requiere grandeza para mantener todo lo que funcione, corregir todo lo que sea necesario y construir nuevas iniciativas, instituciones y programas que le aseguren a nuestro país un futuro de justicia social” Su idea de gobernar como representante de una generación “libre de odios, de revanchas, de mezquindades” da nuevo aire al oscuro y polarizado ambiente que se empeñan en mantener, ¡también de no creer! integrantes de su propio partido; Colombia no merece ni puede seguir anclada, presa y esclava de un lenguaje destructivo que no aporta a las intenciones de reconciliación esbozadas por el presidente Duque.
Ahora queda la invitación a votar la consulta anticorrupción el próximo 26 de agosto, sobre la cual están apareciendo divergencias inexplicables, que lectura se da al hecho de haber sido respaldada en plena campaña electoral por el expresidente y senador Álvaro Uribe y la senadora Paloma Valencia, para que vengan a decir ahora que es inconveniente; los colombianos la apoyan, incluido el presidente de la República, el pueblo colombiano aprobará lo que el Congreso ha hundido ocho veces desde 2014. “El pueblo es superior a sus dirigentes” (Jorge Eliécer Gaitán).
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