En 2014 el colombiano Luis Noriega publicó «Mediocristán es un país tranquilo», una novela irónica que comienza así: “Tener a quién echarle la culpa es casi un derecho fundamental”.
En estos días vivimos en Mediocristán, en donde la medianía, pequeñez, mezquindad, mediocridad y el menor esfuerzo son parte del ADN de nuestros líderes, a los que les queda enorme ese nombre. Un lugar en donde la ignorancia se convirtió en valor social y la mayor aspiración consiste en alcanzar un 3.0 y pasar raspando.
Un rasgo de Mediocistán es buscar culpables: covid, paro, vándalos, Santos, Petro, Farc, huérfanos del poder. Cualquier cosa sirve para evitar eso tan molesto de asumir la propia responsabilidad. El presidente Duque lleva tres años gobernando, pero según un video que se autograbó en inglés (y que evidencia su soledad y desconexión con Colombia), el paro es culpa de Gustavo Petro. El uribismo elige presidentes desde 2002, lo cual significa que lleva 20 años gobernando con el único paréntesis del segundo mandato de Santos en 2014, pero para sus adeptos la solución a este pantano de violencia, desigualdad y exclusión consiste en seguir votando por ellos en 2022.
“Dentro y fuera de Mediocristán la ley de la vida es el autoengaño”, escribe Noriega.
La mediocridad de los líderes políticos es un rasgo electoral que cotiza al alza. Pienso en Trump, Bolsonaro, Boris Johnson, Bukele, Maduro, Keiko y Duque, para no hablar de alcaldes: gente que sonríe en las fotos, pide abrazos, toca guitarra, baila, juega con un balón, sale en Facebook y conquista la emocionalidad de electores que buscan políticos con los cuales identificarse. ¿Por qué hay que identificarse? Soy consciente de mis limitaciones y en consecuencia aspiro a ser gobernada por personas mucho mejor calificadas. Estadistas que entiendan la diferencia entre ser personero de colegio y tomar decisiones de Estado y que hagan el mayor esfuerzo por pensar soluciones y conformar equipos excepcionalmente capacitados para pilotear turbulencias. Pero en algún momento decidimos que era mejor tener gobernantes simpáticos, cercanos, del montón, como si se tratara de amigos para ir al bar, y terminamos eligiendo dignos representantes de Mediocristán, que solo les rinden cuentas a sus financiadores.
“La política es una afición reservada a los miembros mejor vestidos de las clases criminales”, escribe Noriega. (Es típico de Mediocristán creer que el problema de ser narcoestado se soluciona borrando con pintura blanca los grafitis que así lo denuncian).
A veces nos sorprendemos porque algún mediocre compañero de estudios consigue un puestazo. El golpe de suerte lo beneficia a él y a su entorno, y si le falta idoneidad afectará al empleador. El problema es que el empleador de los gobernantes somos todos, y es la sociedad la que soporta los costos de decisiones erradas. Iván Duque llegó al cargo por saber la cantidad de crocs que tenía Uribe y bajó tanto el rasero para ser Presidente que ahora cualquiera cumple con los requisitos. Si habla inglés está sobrado. Duque no se compara con Merkel, Obama o Churchill; su faro es Pastrana.
“En Mediocristán procuramos no meternos en problemas: es la mejor forma de no perder inútilmente el tiempo intentando hallarles solución”, dice Noriega en su novela.
Los resultados políticos se relacionan con la calidad del debate público. En Mediocristán el eslogan sustituye al argumento: frases cortas para convertir en meme o replicar en redes. Esta semana varios concejales preguntaron por qué después de 16 meses la Alcaldía aún no adquiere predios en Río Blanco y la respuesta es de la siguiente profundidad: “Comprar predios no es como comprar una bolsa de leche”. En twitter varios ciudadanos preguntan con legítimo interés por qué no se abrió convocatoria pública para los diseños del Parque Faneón y el Secretario de Ambiente escribe: “Es normal que a ustedes 2 no les guste nada de lo que hace este gobierno”.
“En Mediocristán abundan los idiotas convencidos de que viven en otro país, cuando no en otro planeta”, dice Noriega. Los oigo y me pregunto dónde creen que están, que confunden el debate político con el bullying adolescente. Hacen falta líderes con formación, empatía, capacidad y creatividad para poder salir de este caos.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015