Los niños empiezan hoy su novena semana en confinamiento. Los colegios cerraron antes de que empezara la cuarentena por la cóvid-19 y la fecha para su regreso aún se ve lejana.
Las mascotas pueden salir; los niños solo desde mañana, 30 minutos 3 veces por semana. Un perro tiene más libertad de locomoción. En esta generación de hijos únicos muchos permanecen sin compartir con otro niño y sin embargo no se quejan: se adaptan, se entretienen, se distraen.

Llevamos años repitiéndoles que suelten las pantallas: apaga el televisor, no más Ipad, devuélveme el celular. Ahora los de primaria tienen 4 o 5 horas diarias frente al computador, estudiando sociales, biología, matemáticas y español. El horario no incluye recreos. Desapareció el tiempo para reunirse con amigos a correr o reírse. Los niños ni siquiera mencionan esa ausencia. Dicen: profe, ya terminé la guía.

Crecen oyendo frases como “cuidado haces un daño”, “no saltes en la cama” o “no corras por la sala”, pero perdieron los patios, canchas y parques para jugar o brincar. En espacios estrechos hoy inventan mundos, imaginan y sueñan. Su creatividad enseña que el encierro es solo físico.
A propósito de esta cuarentena alguien escribió en Twitter: “qué buen momento para no tener hijos”. La cotidianidad de estas semanas es radicalmente distinta entre quienes tenemos niños y quienes no. Los primeros estamos exhaustos y sin tiempo libre. No obstante, ratifico que qué magnífico momento para ser mamá y recibir esa inyección diaria de alegría, abrazos y risas.

Mi hija suele acompañar desde la ventana el ritual de aplausos para los trabajadores de la salud que escuchamos (a veces lánguido) a las 8:00 p.m. Ese homenaje lo merecen también los niños que en 70 años o más recordarán estas semanas, ojalá con amor.