Adriana Villegas Botero


Salieron los niños a vacaciones y en este año pandémico eso significa que los papás y mamás ya no tenemos que hacer tareas: ya no hay que preparar cartulinas, papel seda, plastilinas o pilas de 9 voltios para las actividades de clase; ya no hay que estar pendientes del horario de conexión a Zoom. No hay que repasar la tabla del siete y tampoco tenemos que tomar fotos de cuadernos y dibujos para enviarle como evidencia a las profesoras.
El cambio de rutinas es un alivio, aunque para los niños no sé qué tanto lo sea. Después de años de repetirles que sólo podían conectarse durante un tiempo corto al celular, computador, televisor o Ipad, porque mucho rato frente a las pantallas era nocivo, en marzo de este año súbitamente los enchufamos varias horas al día a una vida a cuadritos en Internet. Lo que antes estaba mal pasó a estar bien.
Los niños aprenden rápido. En pocos días descubrieron cómo compartir pantalla, prender cámaras y silenciar micrófonos. Es posible que muchos se hayan vuelto más expertos con el mouse y el teclado luego de estos meses de teleclases. Por eso ahora que están en vacaciones es casi imposible desconectarlos: Youtube, juegos en línea y otra cantidad de ofertas de entretenimiento los mantienen pegados a los dispositivos electrónicos y el discurso que usábamos hace un año resulta incoherente ahora: ¿cómo desenchufarlos cuando durante todo el año les pedimos lo contrario?
Además, tampoco es que haya tantas alternativas: los parques siguen cerrados, desaparecieron las vacaciones recreativas, da susto llevarlos a lugares en los que haya mucha gente, la posibilidad de reunirse con otros niños es muy limitada, y después de una crisis económica tan fuerte la opción de viajar en vacaciones quedó cancelada para muchas familias. Ni siquiera hay estímulo de salir a pasear por la ciudad a mirar el alumbrado navideño, porque salvo lo que hicieron en la glorieta de San Rafael y el Parque del Agua no hay nada que valga la pena ver. Por otra parte, el confinamiento blando que ahora vivimos sigue teniendo sentido cuando recordamos que en Colombia hoy se registran 7.500 nuevos casos diarios de covid-19, hay un promedio de 150 fallecidos por jornada y el total de muertos por la enfermedad se acerca a los 40.000.
Mis papás son de la generación de los baby boomers que nacieron después de la II Guerra Mundial. Yo hago parte de Generación X y luego vinieron la Y y la Z, que también se conocen como Millennials y Centennials. Los últimos, nacidos en este siglo XXI, se describen como nativos digitales que miden sus éxitos en clics. Me pregunto qué características definirán a esta nueva generación pandémica de niños que nacen y crecen en medio de un encierro prolongado, con escaso o nulo contacto personal con otros niños y con relaciones mediadas por aparatos electrónicos. Niños que prefieren comunicarse con emoticones que envían por chat, en vez de usar el diálogo tradicional en el que alguien habla y otro responde. Conversar cara a cara es una actividad que comienza a parecerles aburrida. Niños callados que lucen tímidos, aunque en realidad tienen pereza de hablar y afán de volver a conectarse.
Los colegios han dicho que preparan el regreso presencial a las aulas a partir del 25 de enero. Ojalá no sea sólo una promesa para concretar matrículas. Si bien los que están en bachillerato tienen más posibilidades de cumplir de forma estricta los protocolos de bioseguridad, son los niños pequeños que dependen de los adultos para generar espacios de socialización los que necesitan con mayor urgencia ese regreso presencial a clases.
Me perturba pensar que estas televacaciones, los recreos y los tiempos de ocio de los niños entre cuatro y diez años sigan restringidos durante 2021 de manera casi exclusiva a Internet. Niños que juegan en un dispositivo mientras emplean el televisor como sonido de fondo. La invitación ya no es a desconectarse sino a apagar alguno de los aparatos encendidos. La vacuna que empezó a aplicarse esta semana en el Reino Unido da esperanza, pero falta tiempo para que llegue a nuestra ciudad. Mientras ese tiempo pasa los niños y niñas seguirán creciendo y en algunas semanas cumplirán un año (entre el 10% y el 25% de sus vidas) desconectados de otros niños y pegados a las pantallas.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015