Avanzan en el Congreso dos proyectos paralelos: el Presupuesto General para 2022 y la reforma tributaria. El presupuesto suma $350,4 billones y la reforma recaudará $15,2 billones. Es como si al hacer cuentas uno descubre que la plata no alcanza: mientras las familias se aprietan el cinturón el gobierno rebusca dinero vendiendo empresas y cobrando más impuestos.
No hay reforma tributaria que tape el hueco de la corrupción (esta semana MinTic embolató $70.000 millones) y a eso se suman las exenciones y la evasión de impuestos. Así como cuando en la misa el cura amonesta por los que no van y el regaño lo reciben los feligreses presentes, así mismo cada vez le cobran más a los que sí tributan, para tapar el faltante de los evasores y los que no están obligados a pagar (como las iglesias). Se calcula que la evasión de IVA y Renta equivale a tres reformas tributarias y que tres de cada cuatro empresas no tienen RUT.
Corrupción y evasión son los temas que surgen al hablar del presupuesto público. La pregunta relevante es ¿para gastarlo en qué? El acuerdo de paz debería reflejarse en nuevas prioridades y por eso inquieta que siga sin discutirse el abultado gasto militar. El Gobierno prevé $41,9 billones para defensa, es decir el 11,9% del presupuesto del año entrante, el mismo que deja por fuera a la Comisión de la Verdad y recorta dinero a la Unidad de Protección y a las agencias de Reincorporación, Tierras y Desarrollo Rural.
El único sector con más recursos que defensa es educación, aunque con nuestras brechas en cobertura y calidad cualquier inversión ahí se queda corta. Los gastos en seguridad nacional están incluso por encima de lo destinado a la salud, en plena pandemia, y ni menciono la chichigua para ciencia, tecnología e innovación para no dañarles el domingo.
Colombia tiene el segundo gasto militar más grande de América Latina: tres veces más que Argentina, el doble de Chile y un tercio más que México. Solo nos gana Brasil, que gasta el doble, aunque su PIB nos supera por cinco y su extensión por siete. Irak, Ucrania y Egipto, países con amenazas externas, gastan menos que Colombia.
Las fuerzas armadas protegen a la ciudadanía de invasiones extranjeras o conflictos internos. La guerra contra Perú fue nuestro último conflicto fronterizo, hace 90 años, y en cuanto al conflicto interno que algunos niegan, ocupó las últimas décadas hasta que el proceso de paz condujo a la desmovilización de la principal guerrilla. Lo curioso es que la entrega de armas de las Farc en 2017 pasó por el presupuesto de defensa sin tocarlo ni mancharlo: en 1990 el gasto militar era el 1,86% del PIB y en este siglo se ha ubicado por encima del 3,1%, y tiende a subir: Defensa es, después de Hacienda, el sector de mayor crecimiento en el presupuesto de 2022: aumenta $4,3 billones, que contrastan con el medio billón por el que suplica Mincultura.
$18 billones son para pagar 470.778 cargos en defensa, muchos más que los maestros públicos que tiene Colombia ¿Qué hacen día a día todas estas personas? Vivo al lado de un batallón: oigo a los soldados cantar, trotar, barrer… entrenan por si las moscas: por si les toca hacer redadas, ayudar en alguna catástrofe, patrullar o combatir. La literatura muestra que buena parte del tiempo del soldado se va en esperar algo que quizás no ocurra. ¿Necesitamos 202.955 soldados, 63.923 militares, 143.796 policías, 36.390 auxiliares y 23.714 civiles de apoyo en defensa? ¿Qué harán los miembros de la fuerza pública cuando se jubilen a cargo del Estado, con media vida por delante?
Hay quienes justifican tanta fuerza pública por la guerra contra las drogas: una guerra perdida e inmoral. Otros dicen que la seguridad es innegociable, pero si una parte de ese recurso fuera para educación, ambiente, cultura, infraestructura, deporte e investigación tendríamos menos desempleo, más riqueza y menos criminalidad.
Ya vienen las elecciones y algunos prometerán de nuevo (e incumplirán) eliminar el servicio militar obligatorio. Dudo que hablen de recortar el gasto militar, aduciendo que somos un país muy violento, como si lo uno no fuera causa de lo otro.
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