Adriana Villegas Botero

Como no hay mal que dure cien años ni ciudad que lo resista, entonces la buena noticia es que a la administración municipal le quedan menos de 100 días de gobierno.
Claro: todo depende de la perspectiva de quien mire. Los contratistas de buenas dirán: “qué pesar, solo 100 días, hay que aprovechar el tiempo”. Otros, optimistas o realistas, pensarán: “con Mesa vendrán Más Oportunidades”.
Así como yo creía que Andrés Pastrana era el presidente más frívolo de Colombia, hasta que conocí a Iván Duque, así mismo estaba convencida de que Manizales no tendría Alcaldía más oscura que la de Juan Manuel Llano, hasta que vino Octavio Cardona.
Aunque claro, todo es cuestión de perspectiva: lo que a usted le gusta a mí no y viceversa. Lo que usted llama democracia para mí es contratocracia. Lo que usted denomina microtráfico yo lo percibo como un macroproblema que intuyo que le da gasolina a la política. Lo que usted llama exceso de purismo yo lo entiendo como coherencia. Entre estas diferencias nos movemos y siquiera podemos escribirlas (aún).
Las perspectivas cambian: este martes escuché a Camilo Gaviria, candidato a la Gobernación, justificar un trino que escribió hace 4 años cuando su mamá, Adriana Gutiérrez, aspiraba a la Alcaldía: “Jorge Eduardo Rojas: Felicitaciones por entregarle la ciudad a Octavio Cardona y Mario Castaño, la historia lo juzgará”. El candidato Luis Carlos Velásquez le preguntó a Gaviria sobre su súbita conversión ideológica, ya que ahora es aliado de quienes antes señalaba como peligrosos. El delfín contestó que es que en 2015 había caído en prejuicios: explicó que en ese entonces juzgó mal y creyó que Octavio se iba a robar la ciudad, pero que ahora ya no piensa así y que qué pena haber dicho lo que dijo porque ahora se siente muy cómodo con sus nuevos amigos. Ya se sabe, la política es dinámica y por lo tanto resulta imposible intuir qué estará pensando Camilo Gaviria dentro de 4 años. O dentro de 100 días. A lo mejor en el futuro diga que qué pena, que en 2019 cayó en prejuicios al juzgar a Mauricio Lizcano, antiguo aliado de su mamá, y que ahora tiene otra perspectiva.
En todo caso el pasado martes Gaviria pensaba, y así lo dijo, que Octavio es lo mejor que ha pasado por la ciudad. Si el candidato planea extender a Caldas lo que ya hemos padecido en Manizales entonces preparémonos: una política cultural reducida a conciertos de despecho, una política de movilidad reducida a pico y placa; una política de espacio público que autoriza ventas de buñuelos o empanadas en cualquier andén, pero persigue las terrazas de los restaurantes; un desempleo disparado para el que solo se ofrece “emprendimiento”, que yo traduzco como “rebúsquense”, y una política de salud que entrega las peores tasas de suicidio del país, cierre de puestos de Assbasalud, ausencia de urgencias pediátricas, pero, eso sí, un hospital público para mascotas, que el candidato Mesa propone complementar con servicios de guarderías, ambulancias y cremación gratuita para perros y gatos, pagados con recursos públicos, así haya humanos con tantas necesidades básicas insatisfechas.
Quedan menos de 100 días. Muchos funcionarios y contratistas tienen esa cuenta clara. Temen que el cambio de gobierno les cambie también sus condiciones de vida y que pasen a engrosar la lista de gente que busca trabajo. A veces, infortunadamente, en ese cálculo personal se define el interés colectivo. Es cuestión de perspectiva.
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