Adriana Villegas Botero


Va tan bien la pretemporada del Gobierno de Gustavo Petro que si hoy volviera a haber elecciones sacaría más votos que el 19 de junio. El anuncio a cuentagotas de su gabinete enmudeció a los agoreros que vaticinaron que la izquierda en el poder sería un sindicato de mamertos, con discursos trasnochados, buzo cuello tortuga, mochila y boina, con la maza sin cantera como banda sonora.
Van siete ministros designados: Cecilia López en Agricultura, Patricia Ariza en Cultura, Susana Muhamad en Ambiente, José Antonio Ocampo en Hacienda, Alejandro Gaviria en Educación, Álvaro Leyva en la Cancillería y Carolina Corcho en Salud. El presidente Petro anunció a Antonio Navarro Wolff en Minas, pero este se retiró del empalme por razones médicas.
La primera sorpresa que me producen estos nombramientos es que puedo escribir todos los nombres de memoria, sin buscar en Google. Hubo una época en la que por cultura general uno se sabía la lista de ministros y gabinetes locales, pero eso desapareció cuando algunos jefes de despacho adquirieron perfil de viceministros: técnicos sin lenguaje de estadistas, sin imaginación, con poco manejo político (distinto del politiquero) y con nimia experiencia y reconocimiento en el sector que presiden. Equipos conformados por amigos de aulas o del barrio, como si en vez de buscar a los responsables de las políticas públicas estuvieran juntando un combo para pasar bueno en un paseo en San Andrés o mejor en Europa, teniendo en cuenta las millas acumuladas por Duque.
Me gusta que este nuevo gabinete no sea de gomelos ni youtubers. En un país que cree con candidez que la juventud es una virtud política en sí misma, y que llama “abuelitos” a los mayores de 60, es valioso privilegiar la experiencia como criterio para estructurar un equipo de trabajo, con gente que desde su propia trayectoria y conocimiento es capaz de dar discusiones internas y de decirle al jefe: no. Este gabinete de pesos pesados habla bien de quien lo lidera: sólo los inseguros evitan rodearse de gente brillante, porque temen que los puedan opacar.
La justicia le ha tumbado tres nombramientos al presidente Duque por violar la Ley de Cuotas: el del Mindefensa Diego Molano, el del Minjusticia Daniel Palacios y el de Víctor Muñoz, del Departamento Administrativo de la Presidencia. Aunque estas decisiones judiciales están en etapa de pataleo, hay mucho contraste entre un gobierno que no logra pasar raspando ni siquiera la Ley de Cuotas y la cantidad de mujeres designadas por Petro. Aplaudo esta señal y ojalá aprendan las autoridades locales, tan proclives a camuflar como cargos directivos a oficinas de segundo nivel, cada vez que les evidencian que en su municipio o departamento las secretarías de despacho ocupadas por mujeres no alcanzan el mínimo legal del 30%.
Va bien esta pretemporada gabinetóloga, pero lo importante vendrá entre agosto y octubre, cuando se formule el Plan de Desarrollo para estos cuatro años y el presupuesto para 2023. El cambio de rostros del equipo de gobierno oxigena, pero lo sustancial es el cambio en las prioridades de inversión, que exige revisar los presupuestos de algunos sectores que reciben mucho, frente a otros casi simbólicos: mientras este año hay $42,6 billones para defensa y policía, Ciencia y tecnología tiene $0,3 billones y Cultura $0,5 billones.
Colombia destina el 12% de su presupuesto al gasto militar y ese porcentaje lo ubica como el país del continente con mayor proporción de recursos públicos orientados a la defensa y seguridad, incluso por encima de Estados Unidos. Casi la mitad se va en salarios para más de 470.000 cargos en defensa, que superan a los 430.000 maestros públicos que hay en el país.
Estoy muy pendiente del anuncio del nuevo Mindefensa, porque confío en que ayude a superar el “modo guerra” que describe el Informe Final de la Comisión de la Verdad. Es urgente que el proceso de paz firmado en 2016 con las Farc se traduzca en una reducción del presupuesto bélico, y que la plata de la paz no se la roben, como ocurrió con los $500.000 millones del OCAD-Paz pagados en coimas durante este Gobierno que por fin va a terminar. Al uribismo le quedan 28 días en el poder.
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