Tengo una amiga que decía que se demoraba cinco horas en carro de Manizales a Bogotá y de solo imaginármelo me daba mareo. Un día viajé con ella y entendí el truco: hacía la cuenta desde el Alto de Letras, porque ahí empieza Manizales, hasta el Alto del Vino, porque desde ahí se ve Bogotá. Así cualquiera.
Mentiras: aún haciendo la cuenta así es posible demorarse más. Mi promedio en esa ruta son ocho horas porque parte del viaje es parar por arepas, chorizo o caldo en Mesones, salpicón en Mariquita, almojábana en el Alto del Vino, o pan en La Vega. No comprendo a los que prenden el carro en la casa y lo apagan al llegar, sin detenerse en la carretera a estirarse y comer. Mecatear es parte del paseo, y cualquier recorrido puede tener sabor de vacaciones.
Me sé de memoria esa vía. Desde que a mis 17 empecé a estudiar en Bogotá me volví asidua de Expreso Bolivariano y también de mi buen amigo Federico Molina, quien hacía menos tediosas las curvas cantando a todo pulmón el repertorio de Rocío Durcal, Julio Jaramillo y Soda Stereo. En esa ruta agoté mi capacidad de mareo: si me sé la carretera es porque tuve la necesidad de parar en muchas curvas y caminar para recuperar el color.
A los que piensan que es un viaje largo, difícil y lleno de precipicios les informo: era peor. No volvimos a padecer los derrumbes de Sabinas y Petaqueros; ampliaron y rectificaron muchas curvas de Manizales a Letras; ya no hay que esperar en el frío de Padua a que haya suficientes carros para salir en caravana para protegerse de pescas milagrosas y retenes ilegales; con la Ruta del Sol disminuyeron los camiones entre Honda y Guaduas, y gracias a una variante hoy ya no hay que atravesar Villeta. Además, ya hay doble calzada de Villeta a Bogotá, y es una enorme ventaja entrar a la capital por la calle 80 y no por el sur, como se hacía hace años, después de haber tenido que pasar por Sasaima, Albán y Facatativá.
Y sin embargo, sigue siendo un viaje pesado. Entre Villeta y Guaduas hay apenas 34 kilómetros, pero Google indica que si fuera a recorrerlos ya me demoraría una hora y 16 minutos. Es un tramo que se cruza a velocidad de tractomula. Uno sale de Villeta y en cuestión de dos curvas queda detrás de un camión: a partir de ahí toca aguantar. La vía es estrecha, con mucho tráfico y en los pocos sitios en los que se podría adelantar hay doble línea amarilla en la carretera.
Villeta-Guaduas es el tramo doloroso, pero después viene el glorioso: la recta de Honda a Mariquita, con su calor, sus farallones y el velocímetro dando señales de vida. La dicha dura 15 minutos y luego otra vez a cruzar los dedos para no quedar detrás de otra tractomula, en medio de la sucesión de curvas de Mariquita a Fresno, o de Fresno a Petaqueros o de Petaqueros a Padua, o de Padua a Letras, y así hasta Maltería, que es como llegar a la casa.
No es que el confinamiento me tenga haciendo viajes mentales. La vía de Manizales a Bogotá es también la carretera a La Dorada, Manzanares, Pensilvania, Montebonito, Samaná, Victoria, Marquetalia y Norcasia. Esta semana oí otra vez botar corriente con Tribugá y Aerocafé y pensé que acá usan la palabra “macroproyecto” con grandilocuencia grecoquimbaya, pero no la han unido al sueño de ir a Bogotá en 5 horas, sin que eso implique atravesarle una carretera al Parque Nacional Natural de los Nevados. Hace más de 20 años Orlando Sierra escribió que “Manizales va a terminar como un paradero de buses con arzobispo”. Sospecho que si no construyen túneles, viaductos, puentes y obras que nos conecten rápido con el lejano oriente de Caldas y con la capital del país su vaticinio se hará realidad.
Mientras tanto, el túnel de la Línea ya cumple un mes.
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