No voy a escribir lo que pienso sobre Aerocafé porque ya lo hice. Hace más de dos años publiqué Réquiem por la Nubia, una columna en la que consigné mis opiniones sobre lo que me parece un... (¿embeleco? ¿despropósito? ¿antojo? ¿despilfarro?) ...un tomo más de la abultada enciclopedia de historia regional titulada “Rivalidades, envidias y malentendidos heredados entre Manizales y Pereira”.
No voy a escribir sobre Aerocafé pero sí sobre La Nubia, porque esta semana el gerente de Inficaldas presentó un rénder sobre lo que planea hacer con el lote de La Nubia el día que lo desocupen, es decir cuando aterricen aviones en Aerocafé.
¿Y cuándo será eso? Hace 50 años dijeron que hace 40, hace 40 dijeron que hace 35, y hace cuatro Duque dijo que si votaban por él seguro segurísimo aterrizaría ahí antes de terminar su mandato, o sea en 18 meses. Lo dijo con la misma convicción con la que aseguró que este sábado 20 de febrero empiezan a vacunar masivamente contra el cóvid-19 en Colombia.
Mi aspiración es que las vacunas que nos van a aplicar en esta región no estén programadas para aterrizar en Aerocafé.
Pero no voy a hablar de Aerocafé sino del rénder de La Nubia visión 2030, o 2040, o quién sabe cuándo, que presentó Inficaldas. Un rénder es una imagen de algo que no existe pero podría existir (o no). En ese sentido un rénder es la foto de una ficción, de un cuento que nos están echando. Cada vez que un funcionario presenta con bombos y platillos un rénder recuerdo los titulares de Actualidad Panamericana: “Peñalosa pide quitar árboles de los rénders del metro elevado”, “Santos regalará rénders de casas a medallistas olímpicos”, “Colombianos ya prefieren rénders a obras, revela estudio” y otros parecidos. Esa tendencia tan colombiana de inflar como grandes noticias lo que apenas son anuncios de planes en borrador la sintetizó bien otro titular que Actualidad Panamericana, de la época en la que Vargas Lleras mostraba rénders y ponía “primeros ladrillos” de obras por construir: “Vicepresidente inaugura nueva greca en su oficina”.
Presentar un rénder de La Nubia del futuro en este 2021 equivale a empezar a repartirse la ropa del muerto cuando apenas es un muchacho de 20 años que goza de cabal salud. Tanto afán, tanta diligencia, tanta premura del sector público solo se explica porque el rénder se acompaña del anuncio de una consultoría para formular el plan parcial de renovación urbana del Aeropuerto La Nubia, un contrato que durará 10 meses y costará $1.145 millones. El contrato es para diseñar un futuro sin fecha, pero el pago es para ya.
(Leo “plan parcial de renovación urbana” y pienso en los rénders del macrodesastre de San José, pero de eso tampoco vamos a hablar acá).
Inficaldas gastará $1.145 millones para que alguna empresa privada (no la ciudadanía, no los vecinos de La Enea, no la Universidad Nacional que queda al lado, no la Alcaldía ni tampoco el Concejo) dictamine qué se puede hacer en ese lote, aunque el rénder ya deja ver ideas: cemento y cemento y más cemento. Al lado de La Enea el rénder muestra 14 bloques de 5 pisos, un edificio de 10 pisos y al fondo dos moles de más de 20 pisos cada una. Oí al gerente de Inficaldas explicar en radio que la vivienda es solo una idea, que también podrían hacer un centro comercial, o lo que el contratista que se gane el proceso sugiera.
(Al gerente de Inficaldas, tan afanado por el futuro de la Nubia, posiblemente le quede menos de un mes en el cargo porque tendría que renunciar para no inhabilitar la aspiración de su hermana Juana Carolina Londoño al Congreso. Pero de eso tampoco vamos a hablar acá).
Quisiera que dejaran tranquilo al aeropuerto La Nubia, con sus aviones, sus migas y la posibilidad de llegar allí en 10 minutos, tal y como funciona el Olaya Herrera en Medellín, al que le tienen tantas ganas los constructores. Pero si en un futuro remoto dejan de aterrizar aviones en La Nubia, entonces sería bueno revisar cómo está en ese momento Manizales en materia de espacio público. Hoy está pésimo: según el último informe de Calidad de Vida de Manizales Cómo Vamos, la ciudad tiene 7,15 metros cuadrados de espacio público por habitante, cuando la meta nacional es 15. No vamos ni por la mitad. Propongo entonces, sin cobrar consultoría, que llenen eso de parques públicos y árboles: sirven para algo más que para decorar rénders.
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