Al igual que en 2019, respaldo el Paro Nacional que desde el 28 de abril convoca a miles de ciudadanos para expresarse en las calles de forma no sólo pacífica sino además creativa, con música, danza, pancartas y humor, en una catarsis colectiva contra este gobierno uribista, corrupto e indolente.
(Si el lector únicamente ha visto vándalos y no cree que se trate de actos aislados es porque se enteró de las manifestaciones por televisión o cadenas de WhatsApp. En este caso respetuosamente sugiero revisar la pluralidad de fuentes que busca para informarse, porque la calidad de lo que consume se nota en la calidad de lo que conversa: hasta la ONU y la embajada gringa expresaron solidaridad).
Las protestas multitudinarias han sido protagonizadas por jóvenes que se enfrentan con alegría a padres y tíos que desde el remoto siglo XX los amonestan diciéndoles “marchas sí, pero no así”. A los muchachos les sobran los motivos: con tanto desempleo ya no aspiran a una pensión ni a un trabajo estable sino a un contrato de prestación de servicios por tres meses en donde no les exijan los dos años de experiencia que no tienen. Jóvenes que llevan 15 meses encerrados por la pandemia, con todo tipo de restricciones a la socialización y la vida nocturna, y señalados de ser los culpables de los picos de contagio. Me parece oír a los secretarios de gobierno, con ese tono de prefectos de disciplina, repitiendo en la radio: “nos toca volver a decretar toque de queda porque los jóvenes nos están haciendo muchas fiestas”.
(Si el lector que considera imprescindible anular la vida nocturna para evitar el covid-19, le cuento que no ha salido el primer estudio que confirme que el virus es más peligroso de noche que de día).
Esta protesta social evidenció la desconexión y debilidad del gobierno nacional y los gobiernos locales, que ofrecen militarización en respuesta al estallido social. El resultado: 1.728 casos de violencia policial hasta este jueves, incluyendo la muerte de 37 personas. Estas cifras implican duelos que se repiten con pasmosa frecuencia: Dilan Cruz hace 18 meses en Bogotá es Santiago Murillo este 1 de mayo en Ibagué, Marcelo Agredo en Cali o Carlos Fernando Henao Salazar en 1976 en Manizales. Hay un sector que se pronuncia con vehemencia por las vitrinas rotas, pero es incapaz de mostrar empatía por familias rotas por el uso desmedido de la fuerza.
(Si el lector cree que el Esmad actúa en legítima defensa le recuerdo que el principio básico de esta figura es la proporcionalidad y no hay comparación posible entre una piedra y una bala. Las fuerzas armadas existen para garantizar la vida y la protección de todos los derechos ciudadanos, incluyendo el derecho constitucional a la protesta).
Me imagino a Iván Duque en modo “¿de qué me hablas viejo?” al ver que el paro continuó a pesar del retiro de la reforma tributaria y el enroque entre Mincomercio y Minhacienda. La protesta empezó por el IVA a los huevos de $1.800 pero ahora el pliego de peticiones rechaza la reforma a la salud, el glifosato, las privatizaciones y la discriminación sexual o étnica, y exige subsidios para mypimes, renta básica y vacunación masiva. Es un pliego tan amplio que incluso plantea cosas que no respaldo, como el rechazo a la alternancia educativa. Pero más allá de las peticiones, leo el paro como una expresión multitudinaria del rechazo a un gobierno autoritario y de roscas, que volvió trizas el proceso de paz, aumentó la pobreza y tiene nulos resultados contra la corrupción. No es casual que de norte a sur hayan surgido expresiones contra Uribe, desde el emblemático desmonte de su valla en Puerto Boyacá, hasta grafitis de “Cali Antiuribista” “Lorica Anti Uribe” o “Mzls Anti Uribe”, como escribieron en la Avenida Paralela, frente al estadio.
(Si el lector se pregunta por el impacto de este paro en las elecciones de 2022, le cuento yo también. Me llaman la atención las maromas retóricas de los uribistas para desmarcarse de Duque, “el que dijo Uribe”, y me inquieta saber si los jóvenes que hoy expresan su rabia y malestar político en las calles saldrán a votar dentro de un año).
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