En «Isaza, el clan paramilitar», el Centro Nacional de Memoria Histórica explica que Ramón Isaza fue una especie de veedor en San Miguel ante Hidromiel, que desde los 80 los Isaza convirtieron al río La Miel en una fosa común a la que arrojaban cuerpos amarrados o desmembrados, y que Roque, uno de los hijos de Isaza, vivió en una finca en la vereda La Habana, de La Dorada, a la que hacía llevar a sus víctimas.
Recordé ese inventario de horrores porque el pasado domingo ocurrió una tragedia en una zona que desde hace unos años se percibe como una joya turística: Luis Carlos Quiceno Londoño llegó antes de las 10:00 a.m. a la playa del Río Manso y se bajó a amarrar la lancha cuando los turistas que lo acompañaban oyeron el estruendo que lo fulminó. Indepaz lo registró como el líder social 1.333 asesinado después de la firma del acuerdo de paz, y el 106 de este año, aunque su papá, Luis Carlos Quiceno Bolívar insiste en que su hijo no era ni líder ni activista, sino simplemente un guía turístico de 38 años enamorado del río. “No sabemos qué pasó. Mi hijo no tenía amenazas y no se metía con cosas políticas. Estamos desorientados, con miedo, asustados, pensando en pedir protección”.
En el Facebook de Caliche hay cientos de fotos acompañadas de frases como “buena energía”, “conexión natural” y “lugar mágico”. Luce sonriente en las actividades de pesca, navegación y ecoturismo que promovió desde Mamalú, un lugar que le cambió la cara a esta zona. Su abuelo Manuel Quiceno llegó a ese predio de La Habana en 1948 y cuando lo asesinaron en 1974 la abuela Lucrecia se quedó recibiendo turistas en este paraíso escondido. El entusiasmo de Caliche y su familia hizo que el proyecto comunitario atrajera turistas extranjeros, así como de Bogotá, Medellín y Manizales, que tras 5 horas de carretera disfrutan de un paisaje alucinante. Fue tal el auge que desde 2015 surgieron otros emprendimientos ecoturísticos en Norcasia, Victoria y La Dorada, ligados al Embalse Amaní, y uno de esos nuevos promotores me contó que hoy, durante cada puente, llegan más de mil turistas a esa región.
Desde 2018 empezó un pleito el lote de Mamalú, que terminó con un operativo de demolición en 2021. En este contexto Caliche habló para un video del Movimiento Ambiental Campesino Oriente de Caldas que hoy se oye profético: “El río La Miel es el paraíso terrenal. Nosotros somos el río La Miel. Nuestra cultura ha sido de pescadores. Estas raíces en este instante quieren ser arrancadas por una máquina. ¿Por qué? Porque quizás hay una máquina más grande detrás que necesita el espacio que hemos ocupado durante generaciones (…) No por el simple hecho de ser diferentes en la forma de pensar tenemos que ser aplastados y no somos una familia sino más de 60 que estamos asentadas a orillas del río La Miel”.
El legado de Caliche fue superar la imagen de muerte y violencia del río para motivar el goce de este entorno natural del oriente caldense, que sin embargo a veces tiene sombras, como me cuentan cuatro personas con las que hablé por separado esta semana.
“Nada que ver el asesinato de Luis Carlos con los paras, pero ya que me preguntas, en la cuenca baja del río La Miel, por San Miguel, en los límites entre Norcasia y La Habana sí hay paramilitares”. Otro comenta: “Digamos que acá se maneja una tensa calma porque los paras en la zona limítrofe de Dorada, Norcasia y Victoria nunca se han difuminado por completo”. Otro agrega: “Río abajo cobran entre $200.000 y $500.000 mensuales por canoa y entre $1 y $2 millones por cada draga que saca oro. Se paga en efectivo y ellos mandan hasta el pueblo a cobrar”. Otro refuta: “ni me consta ni sé de nadie que pague vacuna, y al contrario aquí estamos respirando paz”. Uno explica: “no se muestran con armas o carros como antes, pero sirven a tareas específicas como ajustes de cuentas por abigeato o microtráfico, y asesinatos selectivos”. El primero añade: “la coca no ha dejado de cultivarse y eso es miel para esta gente”.
Desde mayo de 2019 una alerta temprana de la Defensoría del Pueblo denunció el desplazamiento forzado de 6 familias en La Habana y la reorganización de grupos paramilitares en este paraíso que Caliche habitó con amor.
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