Enseñan los psicólogos que el proceso de duelo tiene cinco etapas: negación, ira, negociación, depresión y aceptación, con duración distinta para cada cual.
Después de las pasadas elecciones, que ratificaron lo previsto en las encuestas, hay personas en negación, mientras que otras ya saltaron a la ira: no aceptan, o tienen rabia de aceptar, que Gustavo Petro vaya a ser presidente. Quizás no gane en primera vuelta, aunque no lo descarto (depende de César Gaviria), pero ninguna cuenta permite vislumbrar un panorama distinto a partir del 7 de agosto. Si bien todo puede cambiar en las urnas, las señales que hay hoy son claras. En lo personal el Petro de hoy me gusta aún menos que el de hace 4 años, pero lo prefiero a cualquier opción uribista. Sin embargo no se trata de gustos individuales: hay una realidad política que es necesario asumir.
Según Polimétrica el año pasado el 71% de los colombianos se definió “de centro”, pero los candidatos de ese sector no han logrado convertir esa identidad en votos. Aunque Sergio Fajardo ganó su consulta, él que es matemático sabe que su triunfo es pírrico: sumando todos los votos de los cinco candidatos de Centro Esperanza (2.286.473), quedan apenas un tris arriba del candidato uribista Federico Gutiérrez (2.160.329). Difícil imaginar de dónde pueden salir votos adicionales para ganarle a la derecha el cupo a segunda vuelta.
Cuentas parecidas debe hacer alias “Fico”, o peores, porque a diferencia del Partido Verde, que creció en el Congreso, el Centro Democrático perdió 5 curules en Senado, 16 en Cámara y no pudo sostener la aspiración de Oscar Iván Zuluaga porque el desprestigio del uribismo es imparable. Su apuesta consiste en ganar la Presidencia de manera vergonzante, escondiendo a Uribe, el eterno presunto, a quien el estado de opinión le dio la espalda: ahora recibe insultos en todas sus correrías políticas y quizás por eso prefiere hablar con estatuas. Los votos de la consulta de derecha sumaron 4.142.937, incluyendo 700 mil de Alex Char, que dudo que aceite su olímpica maquinaria para un candidato por fuera de su clan. Suponiendo que los votos de Equipo Colombia fueran endosables, Petro les gana “él solo”, sin el resto del Pacto Histórico, por 350 mil. Si se suma toda la consulta de izquierda el saldo a favor sube a 1.663.341.
Con estas cuentas me pregunto qué faltará para pasar de la negación y la ira a la negociación y la aceptación. Es decir: cuánto tiempo será necesario para que quienes toman decisiones locales y regionales, con gestión ante el gobierno nacional, comprendan que necesitan nuevos interlocutores que tiendan puentes con la izquierda que llegará al poder, con la que llevan décadas de teléfono roto. (Hay quienes no bajan a Petro de “terrorista”, olvidando convenientemente que el Centro Democrático tiene a Everth Bustamante, Rosemberg Pabón, Carlos Alonso Lucio, Eduardo Chávez y Angelino Garzón, entre otros desmovilizados del M-19).
En Colombia la izquierda jamás se ha sentado en la Casa de Nariño, ni en la mayoría de gobernaciones o alcaldías, y ni qué decir del sector privado. Acá lo usual ha sido que el establecimiento converse entre semejantes y que los espacios de poder excluyan sectores vulnerables, desde minorías étnicas o de género hasta víctimas del conflicto, líderes sociales y organizaciones de base. Y eso es aún más notorio en esta región conservadurista y clasista.
María Jimena Duzán publicó en Cambio un buen perfil sobre Gustavo Petro, en el que explica que es hermético, que casi nadie tiene su número celular y que es muy difícil acceder a él. Acá abundan los interlocutores con el uribismo, pero no ubico enlaces sólidos entre el poder local y el petrismo. A los 15.177 votantes que le dieron la curul a Santiago Osorio marcando el logo del Pacto Histórico sin votar por ese candidato habría que despertarlos: cuando Petro estuvo en Manizales este 27 de febrero, Osorio ni siquiera lo acompañó en tarima.
En 2020 el uribismo hizo campaña por Donald Trump y el costo político de ese error fue un desgastante lobby de 16 meses para lograr una foto Duque-Biden. Esa experiencia es el espejo de lo que puede ocurrir en el futuro cercano.
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