Los mayores acostumbraban a registrar el clima de cada día del mes de enero para predecir el clima que haría en los 12 meses del año. Esta práctica ha venido en desuso por los severos cambios climáticos que hemos experimentado en los últimos 50 años. Yo me he puesto a pensar en unas cabañuelas políticas para el año, basándonos en lo que ha acontecido en el mes de enero. Las predicciones son muy preocupantes. Empezamos el año con un atentado terrorista por parte del ELN a la Escuela General Santander, que cegó la vida de más de una veintena de cadetes colombianos y extranjeros, en un acto irracional que enterró las posibilidades de paz con ese grupo guerrillero, ahuyentando el sueño de los colombianos de gozar de una paz completa antes de terminar esta década.
Y en río revuelto, ganancia de pescadores. Inmediatamente los detractores del proceso de paz con las FARC saltaron a criticar agriamente el proceso, y a anunciar las soluciones militares como las definitivas, con lo cual podemos prepararnos para tener al menos otros 30 años de guerra interna en nuestro país.
La terquedad campea en ambos lados: por parte del gobierno, al insistir en la idea de que solo se sienta a negociar cuando la guerrilla deje de hacer la guerra. Precisamente las negociaciones se hacen para llegar a ese objetivo, no como condición para empezarlas, y por parte del ELN en pensar que en razón de las negociaciones de paz con ellos se va a producir una transformación en casi todos los aspectos de la vida nacional, cuando en realidad lo que se espera es que lleguen a un acuerdo de paz, dejen de producir muerte y permitan que la sociedad civil sea la protagonista de los cambios que requiere este país para hacer duradera la paz.
Por eso para la sociedad civil que quiere la paz en Colombia es imperativo presionar al gobierno y a la guerrilla para retomar el curso de los diálogos, llegar a un acuerdo y terminar para siempre esta parte de la guerra. Como programa de desarrollo para la paz nuestro deber es alzar nuestra voz para que las dos partes se sienten y no se levanten hasta que tengan un acuerdo para mostrarle al país. No podemos quedarnos quietos ante el desastre que parece avecinarse, el de la continuidad de una guerra que nos ha golpeado inmisericordemente durante tantos años, y todo por la incapacidad de los actores enfrentados para entender cual es la verdadera naturaleza de un proceso de paz.
Adenda: las grandes potencias se aprestan para disputarse las inmensas reservas petroleras de Venezuela. Los unos envían aviones con capacidad atómica, los otros muestran notas preparando el envío de tropas a Colombia. Como quien dice, para apagar el incendio se prepara gasolina; y esa guerra utilizará nuestro suelo para abastecerse. Hay que hacer un llamado a la sensatez y a la paz.
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Javier Moncayo Plata
Director Ejecutivo PDPMC
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