Esteban Jaramillo @estejaramillo

A los 10 minutos el Once Caldas registraba dos llegadas a gol pifiadas por Darío Rodríguez, inquieto atacante de maniobra, indeciso frente a la red. Conducta que se repitió a lo largo del partido, hasta llegar a 17 aproximaciones con peligro.

Para ello, los convocados priorizaron el balón y, con él, el pase, el toque con ritmo y el cambio de aceleraciones, para llenar de fútbol el medio campo, y así dominar al rival que actuaba, por su crítica situación en la tabla, como fiera enjaulada.

Los últimos juegos, ante los coleros, no ofrecían alternativas distintas al triunfo. Y se logró este último, ante Águilas Doradas, después de Santa Fe, con una especial degustación.

Esta vez el Once convirtió problemas en ventajas, con el elevado nivel de futbolistas que trascendieron en la victoria, como Nieto, Rodríguez Rico, Lewis y los inoxidables Correa y Peralta.

“El mariachi” Guzmán empezó a evidenciarse como un futbolista muy útil, por la sobriedad en el quite y el criterio en la distribución, por su confianza y su carácter. En general hubo algunos espléndidos pasajes.

El Once ni aburrió, ni sufrió, a excepción de aquellos minutos finales, cuando por instinto de conservación se refugió, "bartoleando" en defensa, situación corregida cuando hizo circular el balón de un lado a otro, lejos de la portería, con momentos favorables en ataque hasta el último minuto, hasta conseguir el segundo y refrescante gol. Sin importar la escasa calidad de los oponentes, justo es reconocer el reencuentro con el rendimiento, que rescató la alegría del triunfo.

En tres cuartos de terreno, atacando, donde son mas visibles los talentos, el Once fabricó fútbol depurado con algunas triangulaciones relámpago que se malograron ante el gol, por una precipitud, un resbalón o un pase infortunado.

Llamativa fue la reacción con intensidad cuando se perdió el balón, lo que mejoró considerablemente el equilibrio entre líneas y las conexiones creativas, ausentes en tantos partidos esta temporada.