Andrés Hurtado


Estábamos en el cementerio parisino de Montparnasse donde también reposan decenas de celebridades. A diferencia del cementerio de Père Lachaise aquí están enterrados personajes de muerte más reciente. Estos son algunos escogidos al azar: Guy de Maupassant, Samuel Beckett, Charles Baudelaire, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Eugenio Ionesco, César Vallejo, Porfirio Díaz, Tristan Tzara y Guy de Maupassant. Tuve la suerte de charlar con Eugenio Ionesco en una conferencia en Madrid en 1974. La sala del Ateneo de Madrid estaba a reventar. Al iniciar la conferencia dijo: ”Los que se duerman atrás salgan en puntillas para no despertar a los que están dormidos adelante”.
En el cementerio de Montmartre también hay “pesos pesados” pero menos en número. Estos son algunos: Ampère, Edgar Degas, Stendhal, Emilio Zola, Alejandro Dumas hijo, Ernesto Renán y Vasily Nijinsky. Hay otro cementerio en París que también he visitado y es el de Passy. Allí reposan Marcel Renault, Claude Debussy y Edouard Manet.
El cementerio protestante de Roma, llamado también de los ingleses o de los extranjeros también es rico en tumbas famosas. Allí reposan los restos de John Keats, poeta de mis afectos literarios. Su epitafio es uno de los más bellos que conozco: “Mi nombre está escrito en el agua”.
Hay un consenso casi universal entre conocedores de cementerios en considerar al Staglieno de Génova, Italia, como el más bello del mundo. De este lado del océano el cementerio de Tulcán, Ecuador, es muy bello por las figuras hechas en los setos de pinos. Algo parecido pero en menor escala tenemos en el cementerio de Manizales.
Volvamos al cementerio de los judíos de Praga que es el causante de la larga digresión que acabo de hacer sobre algunos de los muchos cementerios que he visitado y fotografiado. El cementerio judío data de 1475 y tiene unas 12.000 lápidas que forman un abigarrado bosque de piedra. Como es tan estrecho se han enterrado personas unas encima de otras por lo que se cree que el número de muertos duplica los 12.000. La tumba más famosa y más visitada es la del rabino Löw (1520-1609). Los visitantes suelen dejar pequeños guijarros sobre la tumba en recuerdo de la piedra que el rabino puso en la boca de su creatura, el Golem.
Ya visitamos la Ciudad Vieja (Stare Mesto) y el Barrio Judío (Josefov). Ahora pasamos el río Moldava, ¿por dónde? Habiendo más puentes volvamos al Carlos IV por ser el más hermoso y famoso. Aquí tenemos dos barrios: el del Castillo de Praga (Prazsky Hrad A Hradcany) y el Barrio Pequeño (Mala strana). Me dirijo al primero.
El núcleo central de todo el conjunto es el castillo de Praga, construido en el siglo IX y que ha sufrido, como es lógico, varias transformaciones. Se levanta sobre una colina que domina la ciudad, y su ubicación no podía ser mejor. El príncipe Borivof fue el constructor del castillo (Hrad) que fue residencia de los reyes de Bohemia hasta 1918 cuando pasó a ser sede de la presidencia de la naciente Checoslovaquia. El castillo es una gigantesca fortaleza que alberga varios palacios, museos y monumentos. Entre los palacios y construcciones tenemos el despacho presidencial propiamente dicho, la galería de pintura, el convento de San Jorge, el palacio Rosenberg, el palacio Lobkowics, la Torre de la Pólvora, la Torre Dalibor, la Torre Blanca y el museo del Juguete. Y en el centro de todo, como la más alta, espectacular y bella construcción de Praga, se yergue la catedral de San Vito.
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