Quienes viajan por la vía Manizales-La Felisa padecen las incomodidades derivadas de las obras de ampliación. Lo que antes demoraba hora y media o dos, fácilmente sube a cinco. Hay quienes han tardado nueve en ir a Medellín. 
Sobre un silencioso e ignorado grupo de viajeros recaen las peores consecuencias: los habitantes de pueblos y campesinos que acuden a citas con médicos especializados en la capital. Han aguardado meses (hay unas EPS…), mientras sus enfermedades progresan. Cuando por fin las asignan, en horas de la mañana, deben viajar desde la víspera para llegar a tiempo, incurriendo en mayores gastos sin tener de dónde sacar. Los trabajadores ya no pierden uno sino dos días. Al regreso, el dolor de quienes han sido sometidos a cirugías se prolonga inhumanamente, con los consabidos riesgos.
La gente entiende los retrasos, pero la paciencia se pierde al crecer la sensación de abuso con los cierres. Los todopoderosos paleteros dicen que la espera será de 20 minutos, si mucho. Cuando se duplica y hasta triplica, o dan paso dos veces en la misma dirección, responden que El ingeniero dio la orden. Éste resulta ser un murrapo de la estatura de una estaca o chaflán y el ego del tamaño de un cerro, contra el cual ni la Policía de Carreteras puede. 
Quienes viajan de noche, cuentan que en ocasiones hay trancón porque el controlador se durmió. Otros dicen haber visto talar árboles antes del amanecer. (Como me contaron, cuento…).
Por los lados de Viterbo, los camioneros se quejan porque la glorieta es incómoda para maniobrar. Desde su despacho los desmiente Herr Obergruppenführer Seidl, diciendo que “la obra cuenta con todas las especificaciones técnicas”. Será, pero es estrecha. ¿Él tiene la razón y cientos se equivocan? 
Que así la pidieron los habitantes de Viterbo, pues la empresa planeaba otra cosa. ¿Desde cuándo la ingeniería se ejerce por plebiscito? ¿Entonces el derrumbamiento del túnel de Irra, con el cual no han podido los ingenieros, fue concertado con los mineros artesanales del sector?
Argumentos así confirman la sensación de con los viajeros en Caldas hacen lo que les da la gana.
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Coletilla sopera: en mayo pasado, don Efraim Osorio entró en debate con la sicóloga y columnista Fanny Bernal por usar los verbos ‘elaborar’, ‘gestionar’ y ‘controlar’ como acciones de hechos tan intangibles, espontáneos e involuntarios como las emociones y los sentimientos. Apuntó el quisquilloso: “Aunque no soy sicólogo, me atrevo a decir que no depende de uno sentirla o no, o dejar de sentirla a voluntad. Es imposible, por lo tanto ‘elaborar’ (‘hacer, producir, fabricar’)... una emoción, y, muchísimo menos, ‘gestionarla’...”. 
Hace tiempos, este coletillero tiene a los profesionales de la salud entre los grandes destructores del idioma, junto con los narradores de fútbol e ingenieros de sistemas: médicos y enfermeras dicen que el paciente está “cursando un cuadro clínico” (¿en qué semestre? ¿acuarela, óleo o carboncillo?). Que fulano “hizo un infarto” (¿con cuántas piezas?) o mengano “presenta diarrea” (¡mucho gusto, pero no me dé la mano!). 
Como se ve, doña Fanny no tiene la exclusiva de los entuertos idiomáticos y don Efra está ante un gran coto de caza de gazapos.
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Coletilla de Gran Hermano: los sistemas de Oath, “una compañía de medios digitales y móviles con más de 50 marcas internacionales como Yahoo” y un largo etcétera, “analizan y almacenan el contenido de los correos electrónicos…”, incluidos “fotos, archivos adjuntos u otro tipo de comunicación”, así como “de todas las comunicaciones (como el de mail, grupos, calendario, libreta de direcciones y Messenger, incluidos los mensajes instantáneos) para comprobar el funcionamiento de los productos…”. (¿Sí? ¡Vea! ¡‘Pistola’ hasta con los dedos de los pies!).
Adiós privacidad. Si se quiere conservar alguna, lo mejor será apagar todos los aparatos electrónicos para amar, bañarse y vestirse con cierta intimidad. Comienzo a creer en la sugerencia de tapar las cámaras de la computadora y el celular para no ser espiados. No había prestado atención, porque la dieron los españoles, que son más mentirosos que los colosos del norte…
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Coletilla poética: va siendo hora de actualizar el Himno de Antioquia. Sería más coherente si la letra comenzara así: “Oh, vanidad que perturbas las montañas de mi tierra…”.