Jorge Enrique Pava


Las encuestas de hoy marcan una gran diferencia entre Duque y Petro, y ubican al primero a la cabeza de la intención de voto en Colombia. Y entonces los petristas, sin argumentos para enfrentar la decencia, le recriminan a Duque sus alianzas, mientras niegan la suya con las Farc, Cepeda, Teodora y otros especímenes que representan un comunismo rechazado por inviable, desastroso, catastrófico y ruinoso.
No se resignan a ver que no todos caemos en esa trampa mortal de Gustavo Petro, quien afirma que su primer acto de gobierno será la convocatoria a un referendo ciudadano con una sola pregunta: “¿Quiere Usted, si o no, convocar una asamblea nacional constituyente en Colombia?”, (exactamente igual a lo que hizo Chávez en Venezuela); que pregona la expropiación de tierras para supuestamente repartir los bienes de capital entre los pobres del país (exactamente igual a Venezuela); que dice reemplazar la riqueza petrolera por cultivos de aguacate; en fin, que propone modelos populistas absurdos que calan en una comunidad hastiada de la polarización política que él mismo provocó. Los petristas no soportan que se les diga la verdad, pues su fundamentalismo los torna violentos, explosivos, amenazantes, insidiosos y recalcitrantes.
Y está bien. Esa es la democracia y lastimosamente dentro de ella se presentan este tipo de falacias que, bien vendidas, alcanzan a penetrar en el pueblo ignorante y a aprovecharse de la incultura para volver la mentira una realidad, y la utopía algo cierto. Pero hay algo que no se entiende: ¿cómo es que unas propuestas imposibles de cumplir, etéreas, vagas, irrealizables y muchas veces estúpidas, alcanzan a convencer a un vasto sector universitario? ¿No se supone pues que en sus claustros existe más comprensión de la realidad, más cuestionamiento y más ilustración? Tal vez hoy se está viendo el trabajo de una izquierda taimada, que penetró las universidades y tiene adoctrinados muchos docentes cuya función es generar más odios, sectarismos y comportamientos explosivos.
Supongamos que el destino nos castiga con el triunfo de Petro y nos volvemos otra Venezuela. Yo pregunto: Usted, estudiante de medicina, ¿dónde cree que va a ejercer su profesión con dignidad, cuando está viendo a sus colegas venezolanos limpiando vidrios en los semáforos? Usted, estudiante de derecho, ¿dónde cree que va a litigar si desaparecen las instituciones judiciales y las decisiones de la dictadura se convierten en inapelables? Usted, estudiante de ingeniería, ¿dónde va a ejercer si los privados son expropiados y el Estado regala a los vagos la totalidad del territorio? Usted, estudiante de contaduría, economía o administración, ¿dónde va a prestar sus servicios si las empresas quiebran, las industrias se van del país y las entidades de servicio desaparecen? Usted, estudiante de cualquiera otra carrera, ¿se ha visualizado regalando su trabajo a cambio de un mendrugo de pan?
Y ustedes, trabajadores de cualquier rango en empresas públicas o privadas, ¿de dónde podrán devengar su subsistencia si la economía se paraliza, los capitales grandes emigran, la inversión extranjera se ausenta, y la riqueza privada es arrebatada por el Estado? ¿Han medido las consecuencias de vivir con sueldos de verdadera miseria y mendigando para que les vendan una simple ración de comida para llevar a sus hijos? ¿Han medido la irresponsabilidad que están a punto de cometer por dejarse contagiar esos odios viscerales de algunos ciudadanos que ni siquiera saben por qué los sienten?
Por último, hay una juventud que desconoce la realidad del candidato Petro, y no escudriña en su pasado. Y entonces niega sus actos genocidas, sus comportamientos terroristas y sus atroces, execrables y repetidos delitos. Niega que su candidato fue el autor de múltiples actos criminales y de atentados contra el país, que marcaron un hito en la historia mundial por inhumanos, crueles y sanguinarios.
Mi voto, pues, será por Iván Duque. Porque además de ser un hombre decente, capacitado y honesto, nada puede reprochársele en su comportamiento, mientras el prontuario de su rival, Gustavo Petro, es inmenso y ya demostró su mediocridad para gobernar. Y porque, en mi concepto, votar por Petro sería como si el argumento de mayor peso para elegir presidente fuera la atrocidad de los crímenes cometidos.
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