Todos lo hacemos por igual. Nos paramos, ponemos nuestras manos en la cintura, tomamos aire y luego decimos: ¿qué empaco? Miramos la maleta, abierta, posiblemente sobre una cama o un sofá y comenzamos con aquel episodio en el que siempre estipulamos que algo se quedará por fuera o tendrá que ingresar a las malas a última hora.
Hacer maletas es algo que nunca va a estar terminado de inventar. He visto infinidad de tutoriales en YouTube y redes sociales de cómo ganar espacio, cómo doblar la ropa de la forma más efectiva posible. Pero, como siempre, nunca es suficiente.
Hace nueve años tuve una experiencia que marcó el resto de mi vida en cuanto al complejísimo arte de empacar. Al regreso de unos estudios en el extranjero debía empacar todo lo que había conseguido en mi estancia en tierras foráneas. Fue tal la situación que una tula –sí una tula–, fue una solución, pero más salvavidas fue comprar una caja de bolsas herméticas y de las que, con ayuda de una aspiradora roja, logré sacar todo el aire. Al vacío llegó la ropa y con arrugas que ni la mejor de las planchas pudo corregir.
Empacar esa vez fue caótica. Unas próximas vacaciones me animan a escribir este abecé, alentado, por demás, de un estrés precoz de saber qué debo empacar, desde cuándo debería comenzar para que cuando llegue al destino diga: ¡Se me quedó tal cosa! Insulté el aire presente y me lleve la mano a la frente. De todas formas uno nunca es tan creativo buscando soluciones como en los momentos en los que descubre que algo se quedó en casa.
Los siguientes son escenarios que posiblemente le hayan sucedido a usted al empacar una maleta de mediana o larga estancia:
La maleta que va pierde la capacidad en cuanto vuelve. Nunca el maletín que uno lleva vuelve a cerrar en la misma calma de la partida como en el regreso. Al volver todo es más grande, o más incómodo, o por cualquier razón ajena a la lógica, la maleta no quiere cerrar.
Meter y sacar. Como el terrible merengue de 1997 Mete y saca de la Banda La Bocana (si no lo conocen, búsquenlo en YouTube y contágiense de ritmo puro y duro), parte del oficio de empacar está en llevar a la maleta, acomodar, para después sacar, poner el ítem en otro lugar y volver a acomodar. El mete y saca termina generalmente en olvidar lo que se sacó.
Los suvenires. Los colombianos tenemos esa costumbre de comprar recuerdos del viaje para compartirlos con los nuestros. La ciencia no ha sabido definir si es mejor empacarlos en primer lugar o de últimos. Lo cierto es que sea que sea el tiempo de llevar a la maleta, la mayoría llegarán maltratados por la estrechez, por eso es mejor llevar botellas… de lo que sea.
Sobrepeso. Sí… Has empacado de más. Te pasaste en el límite que te impone la aerolínea para el equipaje y ahora debes entrar al sano arte de balancear pesos entre el equipaje de mano y de bodega. Incuso, probablemente tendrás que llevar puestas las prendas más densas y pesadas para ahorrar unas libras, quizá.
Forrar. Revestir. Cubrir. Guarnecer. Envolver. Lo que sea posible para que nada se riegue dentro de la maleta. A veces sucede que algunos elementos se higiene personal u otros ítems suelen perder fuerza ante la gravedad, la presión y la inercia de los vuelos y llegan peor de lo que partieron. Así, siempre hay que buscar el mínimo daño de estos elementos y empacarlos, en lo posible, en bolsas apartadas para que no generen estragos.
Nadie se tomó en serio el juego de Tetris de niños. Pero qué importante resulta el Tetris cuando nos volvemos adultos. La prueba reina es una mudanza; pero el mejor examen de suficiencia de conocimientos básicos es empacar una maleta. Dicen que hay que poner los zapatos en la parte baja y otros elementos más livianos en la parte alta. A la postre, siempre he pensado que es lo mismo.
Distinguir la maleta entre el bosque de equipaje. Soy partidario de usar una pequeña tela, o algo diferenciador para que la valija no vaya desapercibida.
El escondido. Estás seguro de que empacaste alguno. Sabes que lo pusiste dentro de la maleta. Sin embargo, no aparece. Debes sacar todo lo que está en la maleta para buscarlo. Luego, el caos llega. Puede suceder en cualquier momento del viaje y cuantas veces sea necesario. Confía en tu intuición diría el horóscopo.
Si bien empacar es una labor que se puede presentar en todas las formas posibles, el destino se las ingenia para sembrar dudas: ¿sí empaqué esto o aquello? ¿dónde lo habré puesto? ¿me irá alcanzar esto que llevo o será que mejor llevo más? Así sucesivamente las dudas se apilan hasta hacernos desistir de estar seguros.
Por demás, sigo escuchando Mete y saca. Espero que estén sufriendo por igual.
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