Álvaro Gartner


Al ver un catálogo de utensilios de cocina, que vuelven ciencia ficción hasta la freída de un huevo, recordé los de las abuelas para hacer desde los ‘preparitos’ más sencillos hasta los platos más elegantes. Los sabores eran como de fábula.
Ollas, sartenes, cacerolas, pailas y peroles de aluminio. Brillaban como patenas y se les pegaba todo. ¿Quién no se disputó un pegado de arroz, la raspada de la natilla o el ripio de las migas? Luego resolvieron que el aluminio es tóxico, pero hasta donde se sabe los únicos muertos han sido por ollazos en la cocorota.
Las pitadoras eran desconocidas. Los fríjoles se calaban en marmitas de barro, toda la noche al rescoldo. Por la mañana estaban en punto de sazón.
Cuchillos de acero con cachas de madera. De tanto amolarlos en una piedra o rastrillarlos uno contra otro, la hoja se desgastaba en una curva hacia adentro.
Trillaban el maíz con un mazo doble de madera, en un pilón de piedra. Con el afrecho hacían sopa y el maíz cocido pasaba por un molino de tracción humana, único mecanismo culinario conocido. La masa era moldeada con las manos humedecidas con leche y asada a la brasa. Sobre ésta colgaba una ristra de chorizos ahumándose.
Las benditas arepas se quemaban porque la cocinera hacía todo al tiempo; las raspaba con una lata de sardinas perforada con puntillas. Éstas, que solo compraban por Cuaresma, servían también para hornear hojaldres.
Cuando alguien traía de la capital ornamentadas cajitas con ‘biscuits’ o tarros con galletas, se tasaban con tacañería. Una vez desocupados, aquellas eran destinadas al costurero de mamá o para que la hermana mayor guardara las cartas del novio. Los segundos servían para almacenar los granos, si antes no los birlaban los chiquitos para cambiarlos por ‘gauchos’ o ‘arrancamuelas’, rosados y redulces, con que algunos buhoneros pagaban las cosas viejas de las casas. Reciclaje que llaman hoy.
En Aguadas hubo un señor que se ganaba la vida rebuscando esos cocos, que perforaba para rallar verduras, pues la hojalata era importada. Cuando la demanda disminuía, les daba sendos centavos a tres niñitos, para que fueran al principal granero a averiguar por rallos. De inmediato el dueño encargaba algunos, por creer que había venta a la vista.
Otros utensilios eran los cedazos con tambor de madera y crines tejidas, los aparadores de alambre para colgar la vajilla de peltre y el salero en un tarro de guadua. Las cucharas de madera revolvían sopas durante el día y por la noche acompañaban cantatas, para suplir las castañuelas.
Las sofisticadas cocinas modernas no tienen encanto, ni hacen sencilla la coquinaria. El precio de tener una es más alto en el gusto que en el costo: no traen dos elementos indispensables en las antiguas: amor y sazón.
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Adenda preguntona: en Palencia, España, una ciudadana pidió al ayuntamiento impedir a Maluma presentarse allá. A la culta señora no le afecta tanto el despilfarro de 30.000¤ oficiales del contrato, sino las letras del “apasionado embajador de nuestra cultura” antioqueña, según su sordo gobernador, porque son “machistas, misóginas y degradantes hacia todos y hacia las mujeres en particular”. (¿Por eso lo condecoraron?).
“Existen muchísimas alternativas culturales más adecuadas y respetuosas que semejante artista, sin miedo a que la ciudad pierda los beneficios derivados de un concierto de tal magnitud”, agregó. Bueno, habrá que explicarle qué es cultura, para que entienda que Maluma no encaja en la definición.
En cinco días la solicitud fue respaldada con más de diez mil firmas. ¿Dónde puedo votar? Si no, pediré que le prohíban decir que es colombiano, ¡qué vergüenza! Diga que es antioqueño y muestre la medalla.
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Adenda aclaratoria: murió Tim Bergling, ‘Avicii’, el “DJ sueco que revolucionó con su mezcla de sonidos la industria musical”. ¡Epa! Ni de Los Beatles o de Shostakovich, que eran músicos, se dijo tanto.
Lamentable el deceso, pero la música nada perdió. Los dj, abreviatura inglesa de lanzadiscos, ponen discos con rapidez y precisión. Requieren de motricidad fina, buen ojo y algo de oído. Son habilidades, talentos si se quiere. Para elevarlos a la categoría de arte hay que cruzar un abismo llamado despropósito e ignorancia.
Arte es cualquier cosa hoy en día.
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