Guillermo O. Sierra


“Creo en el alba oír un atareado/ rumor de multitudes que se alejan;/ son los que me han querido y olvidado,/ espacio y tiempo y Borges ya me dejan.” Quisiera pensar que cuando moría, le pasaban por su mente versos parecidos a los del poema Límites, de Borges. ¿Y qué otra cosa nos pone en el camino de la vida, en nuestra propia conciencia, la muerte, sino límites?
Y lo dijo el mismo Borges alguna vez: “La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene.” Y creo que así vivió Héctor Londoño Sáenz, a quien siempre recordaré como el Maestro de maestros. Me parece que fue muy consciente de esto. Este Maestro dedicó parte de su vida a la investigación científica en el campo de la Psicología aplicada al trabajo. A él le debemos el que haya pensado, a partir de su propia ilustración, que el desarrollo humano es al desarrollo organizacional, como el desarrollo de las organizaciones es al desarrollo del país. Siempre tuvo en su mente el volcar su vasto conocimiento teórico para localizarlo en el desarrollo moral de los seres humanos.
El Maestro Héctor aró el camino de la conocida Teoría de la Sinergia Motivacional y la productividad, lo que nos ha permitido a muchos de nosotros aprender cómo manejar las empresas, las organizaciones; y diseñar y potenciar el comportamiento de los colaboradores buscando siempre promocionar el desarrollo de las organizaciones a partir de la comprensión de lo que somos como seres humanos.
Este tipo de trabajos le permitieron al Maestro Héctor, ser merecedor en 1988, al Premio Bienal de Investigación otorgado por la Universidad de Manizales, en donde estuvo con nosotros casi 45 años. Nos enseñó a pensar cómo motivar a los seres humanos hacia el logro de objetivos claros y precisos en las organizaciones. Recuerdo que en sus clases nos insistía: “Es la energía útil que armoniza y hace que se dé el aporte óptimo de las partes entre sí y con el todo. Ésta aporta, al desarrollo de los motivos superiores, logro y competencia, y retroalimenta la estima, generando productividad.”
Buena parte de lo que somos como Universidad de Manizales se la debemos a esta teoría del Maestro. Y yo mismo he aprendido que cuando uno reconoce al otro y le ayuda a potenciar todo lo que es, no solo se vuelve más productivo, sino mejor ser humano. Así, poco a poco, el camino que hemos ido tejiendo, nos ha permitido convertir todas nuestras energías de trabajo productivo, en hechos morales.
Pero el Maestro ya no está. Y su muerte, así como la de algunos seres queridos muy cercanos a nosotros en la U. de Manizales, y la de los profesores de la Universidad de Caldas, Fernando Sánchez Zapata y Jorge Alberto Budziszewski, nos han hecho recordar la fragilidad de la vida; nos han hecho girar nuestra propia conciencia a pensar más despacio esa profunda oscuridad de la muerte que engendra la vida.
Reciban mis mayores abrazos de solidaridad.
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