Javier Jules
COLPRENSA | LA PATRIA
La noche del pasado viernes fue la número 14 desde el apagón en el municipio nariñense de Tumaco, donde a pesar de los anuncios de las autoridades no regresó la energía. Este fin de semana se esperaba una pequeña recuperación del sector del comercio, al igual que el puerto, al que ya no llegan buques para descargar mercancía.
Tumaco se convirtió en un lugar en el que sus habitantes creen que el terrorismo no solo apagó los bombillos de las casas, sino también la esperanza de un buen porvenir. “Ya no queremos hacer cuentas de lo que cada mañana estamos botando, los primeros días contábamos en la tarde alrededor de 20 millones de pesos en mariscos… es la peor crisis que hemos tenido", asegura Víctor Estrella, comerciante.
Para Ofelia Muñoz, propietaria de un restaurante, “hasta hace algunos años éramos conocidos como la ciudad con la mejor gastronomía del Pacífico, hoy los turistas la piensan dos veces para viajar hasta acá”.
Alexis Solarte, otro habitante, denuncia que “la falta de energía ha ocasionado que en varios sectores que ya no se pueda bombear el agua de los tanques, aunque es una situación desesperante, realmente lo que más nos duele es que en medio de esta situación es que cinco personas hayan muerto”.
Esos son los testimonios de las personas que recorren las calles de Tumaco, los que demuestran el verdadero drama que enfrentan más de 150 mil habitantes del puerto nariñense.
Desde hace varios años la violencia generada por el narcotráfico y los ataques guerrilleros, especialmente la voladura de ocho torres eléctricas, ha ahondado la desesperante situación por la que atraviesan en la localidad costera.
En la madrugada del 10 de agosto el puerto de Tumaco quedó a oscuras y desde ese momento se apagó la esperanza de afrontar una problemática generada por la presencia de bandas criminales y grupos armados ilegales que se disputan el negocio del tráfico de drogas y la extorsión.
Pérdidas irreparables
En el resguardo de Pilvicito, a cuatro horas del casco urbano, en medio del silencio Gabriel Paí prepara un remedio tradicional para sus hermanos Alberto y Eduardo. Todos son miembros de la comunidad indígena Awá y resultaron afectados psicológicamente tras el fuerte estallido que acabó con la vida de José, otro de sus seres queridos, durante la voladura de un torre a manos de guerrilleros de la columna Daniel Aldana, de las Farc.
Recuerda de manera constante cómo el día que murió José habían salido a pescar y aunque partieron con el ánimo y optimismo necesarios para llevar provisiones a su resguardo, regresaron solo tres con la noticia fatal de haber pisado un campo minado.
“Es muy duro, tenemos que sacar el miedo, se lo llevó la explosión“, dice el nativo, en medio de un español poco fluido.
Es la misma preocupación y tristeza que han compartido los tumaqueños durante las dos semanas que cada noche han sido acompañados por la luz de las velas. “Es que la energía nos ha afectado, claro está, pero lo que no se puede recuperar son las vidas de quienes murieron por el terrorismo“, dice Alexis Solarte.
Desde la primera explosión, en la que se vio afectada la red de conducción eléctrica, han muerto cinco personas: un militar, dos trabajadores de la empresa Centrales Eléctrica de Nariño identificados como Arcelino Chávez Hoyos y Ángel Ordóñez Andrade, y los indígenas awá Antidio Loza y José Paí, menor de 17 años.
Riquezas sin reconocimiento
La industria pesquera tumaqueña ha tenido que afrontar uno de los golpes económicos más complicados en los últimos 10 años. Se estima que diariamente han sumado más de 20 millones de pesos en pérdidas.
“La falta de energía no da abasto con el hielo. Hemos tenido que botar los mariscos y enterrarlos, lo grave es la afectación que al medio ambiente está generando esta situación”, aseguró Víctor Estrella, propietario de una camaroneras.
A esta situación se suma la del comercio y turismo, que dejó de percibir alrededor de 500 millones de pesos solo en la primera semana del apagón.
Junto a la explotación de los atractivos que representa el puerto sobre el pacífico para los extranjeros, se encuentra la gastronomía. Los restaurantes se ven vacíos y ya muchas personas han tenido que suspender provisionalmente sus labores en estos negocios, pues en muchos se estudia la posibilidad del cierre definitivo. “No solo elaborábamos platos especiales para los turistas que no dejaban de visitarnos, también enviábamos nuestros platos hacia Túquerres, Ipiales y Pasto, pero todo eso se tuvo que suspender”, dice Ofelia Muñoz, la administradora del restaurante Delicias Tumaqueñas.
Una nueva marcha para exigir la paz, el cese de la violencia y el pronto regreso de la energía, así como de la atención del Estado, realizaron por las calles de Tumaco decenas de habitantes. La Administración municipal, en cabeza del alcalde Víctor Gallo, decidió suspender las clases en el municipio para evitar mayores consecuencias con los estudiantes. También se declaró la emergencia sanitaria.
En el puerto nariñense esperan la presencia del presidente Juan Manuel Santos, quien anunció su visita a la localidad para iniciar una cruzada y devolverle a Tumaco la importancia que alguna vez tuvo como el segundo puerto sobre el Pacífico colombiano.
El dato
16
los días que ajustaría hoy Tumaco sin energía eléctrica en caso de que aún no reparen los daños.
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