COLPRENSA | LA PATRIA | CALI
“Yo sé que muchos de los que están aquí tienen preguntas. Sé que no las van a decir porque tienen miedo de que cuando salgan de esta reunión alguien los mate... Se habla de paz, pero en mi vereda han reclutado a muchos niños de catorce años. Y todos sabemos que los más pequeños hacen parte de la red de informantes de la guerrilla. ¿Usted me puede decir si ya no se los van a llevar cuando se firme la paz?”
El que habla es Mario Chigüezo, líder de la cooperativa de trabajadores del corregimiento El Naya, zona rural de Buenos Aires (Cauca). Es un indígena alto y corpulento, pero a pesar del micrófono, su voz sale tan baja que varias veces, durante la intervención, le piden que suba el tono.
Se necesita valor. La pregunta se la hace a ‘Sergio Marín’, del Bloque Oriental, uno de los más violentos de las Farc. Ese comandante hizo parte de la comisión técnica que logró el acuerdo de cese el fuego bilateral y ahora recorre el país con el Gobierno y Naciones Unidas para inspeccionar las posibles zonas veredales transitorias de normalización donde la guerrilla dejará las armas para volver a la vida civil.
Aunque a Mario le sigue temblando la voz, recuerda que en El Naya también ha habido dos masacres, una cuando los paramilitares segaron por lo menos 100 vidas en el 2001. La otra, después de las fumigaciones aéreas que, según él, mataron a 28 niños. Por eso, reconoce, la desconfianza y el miedo está en todos lados.
La reunión
La vereda La Elvira, de Buenos Aires, es una calle sin pavimentar en forma de Y. No tiene más de 40 casas, pero sí muchas antenas de DirectTV, también mulas que suben cargadas con lo que alguien dice, son insumos para procesar la coca.
A las 7:30 a.m. las mujeres están arregladas como para una fiesta y los hombres visten la que puede ser su mejor gala, mientras los niños que estaban en la escuela se trasladan en fila a otra caseta, “con tal de no perder clase”.
A la cancha de esa institución en unos minutos llegará la delegación del Gobierno, la guerrilla y la ONU que le explicará a las comunidades en qué consiste el proceso de paz y, sobre todo, las zonas donde se instalarán campamentos durante seis meses para que las Farc hagan su proceso de desmovilización, si se firman los acuerdos.
Allí la población no recuerda haber visto un soldado. En ese momento hay más de 20. También hombres con botas pantaneras y sombreros de ala ancha. Casi todos (Fuerza Pública, comunidad y milicia) están parados en la misma esquina, desde allí miran la cancha donde aterriza el helicóptero de la Cruz Roja Internacional.
Herny, líder comunal, dice que las relaciones son “cordiales”, “nadie se mete con nadie”, porque todos están interesados en sacar adelante la paz.
En las paredes, colgaron carteles con letreros como: “Soldados, ustedes y nosotros caminamos por la paz”.
A las 9:00 a.m. un kilómetro más arriba hay un centro comunal que más parece un centro de acopio. En una de las bodegas hay colchonetas aún con en el empaque, camas, motos de alto cilindraje, agua embotellada, gaseosas y en la cocina, ‘olladas’ con tamales.
Las preguntas
Una hora más tarde, cuando llega la gente en camiones, arranca la reunión.
Diego Bautista, vocero del Alto Comisionado de Paz; ‘Marco León Calarcá’ y ‘Sergio Marín’, negociadores de las Farc, el alcalde de Buenos Aires y la Secretaría de Gobierno del Cauca, cuentan las “bondades” de alcanzar la paz. A medida que dan las explicaciones, en los rostros de los asistentes se empieza a notar la angustia.
Mario no es el único que se atreve. Otros líderes, después de varias horas, confiesan sus preocupaciones. Para unos consisten en la seguridad, para otros, en el futuro laboral, la movilidad, la presencia de la Fuerza Pública.
Hernán Francisco Paviul, gobernador indígena de la vereda Pueblo Nuevo, sostiene que ya varias veces les han hablado de los acuerdos, pero, según él, “los indios tienen la cabeza dura, por eso, entre más les repitan, mejor”.
Cuenta que una hermana suya fue guerrillera y cuando quiso retirarse apareció muerta; que su lista de preguntas es larga, pero lo que más le interesa saber es si alguien va a cuidar a los indígenas de los grupos emergentes, cuando se instalen los campamentos, y después cuando se vayan.
Alguien consulta si lo que llevan en las mulas (insumos para procesar cultivos ilícitos) va a ser decomisado por el Ejército.
El vocero del Comisionado de Paz explica que no tiene, en el momento, las respuestas; que los negociadores en La Habana mandarán las aclaraciones en una próxima visita.
De cuando en vez, ‘Sergio Marín’ despeja dudas. A Mario le dice que la guerrilla derogó el reclutamiento de menores de 14 años y que ahora ni siquiera se hace con mayores de edad.
Suelta que al Estado hay que hablarle sin miedo porque de lo contrario no se va a lograr la paz, que si se firman los acuerdos se van a construir carreteras en la zona, se instalará energía eléctrica y se harán plantas para tratar el agua. Que la guerrilla no usará más camuflados y tampoco tendrán un arma colgada del hombro, pero advierte que sus políticas se mantendrán.
Entonces Sujey Carabalí, líder de las mujeres afro de la vereda Los Robles, se levanta y toma el micrófono con una mano, mientras con la otra se frota el pantalón: “¿Me puede decir cómo es eso de la paz? Es que ustedes dicen que van a seguir siendo los mismos, ¿qué va a pasar con el miedo? ¿me entiende?”.
Dato
La reunión se efectuó en El Naya, zona rural de Buenos Aires (Cauca).
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