Colprensa | LA PATRIA | Putumayo
Durante los últimos días se ha dado gran importancia a cada opinión que tienen las instituciones y actores gubernamentales sobre el glifosato, entre ellos el Ministerio de Salud, de Defensa y la Procuraduría, hasta el senador Álvaro Uribe. Sin embargo, se ha dejado de lado la voz de las comunidades, que son las que experimentan los efectos de las fumigaciones con este herbicida.
“Hace mucho tiempo estábamos esperando que dijeran que el glifosato afecta la salud”, dice Yule Anzueta, miembro de la mesa de las organizaciones sociales del Putumayo, quien advierte que las fumigaciones aéreas no son la solución para terminar con los cultivos ilícitos ni tampoco la suspensión de las mismas como lo anuncia el presidente Juan Manuel Santos.
Anzueta afirma que debe existir un acuerdo mutuo entre el Gobierno Nacional y los campesinos del Putumayo, primero para no volver a la siembra y segundo que la sustitución de las matas de coca se haga con verdaderos compromisos sociales del Estado y en una forma gradual.
Supervivencia
Yuri Quintero, responsable de la Comisión de Derechos Humanos de la red de organizaciones sociales del departamento, aseguró que desde el 5 de mayo la Oficina de Antinarcóticos hizo llegar un comunicado a las alcaldías de Putumayo anunciando la agenda de fumigaciones aéreas y erradicación manual, lo que ya generó daños en cultivos de pan coger de las comunidades.
Según Yuri, el marco de las protestas del 2014 en ese departamento, cuando las organizaciones sociales y las comunidades se manifestaron en contra de la política antidrogas del gobierno, se había logrado consolidar una mesa de conversaciones con el Ministerio de Interior, Agricultura, Minas y Energía, Ambiente y la Alta Consejería de Derechos Humanos, y con ello, se logró la suspensión de las fumigaciones; sin embargo, desde la semana pasada se reactivó está actividad.
De acuerdo con Yuri, la coca para las familias del Putumayo es su fuente de supervivencia, aun así, saben que el cultivo de coca ha sido una herramienta que ha jugado un papel importante en la guerra, "por eso, no estamos convencidos y dispuestos a hacer un programa de sustitución”, el cual ya fue creado y radicado en el Ministerio de Agricultura.
Se trata del Plan de Desarrollo Integral Andinoamazónico, por medio del cual se construiría un documento concreto en el que las comunidades se comprometen a sustituir los cultivos de coca, siempre y cuando el gobierno dé garantías a los campesinos; sin embargo, según Quintero “el problema es que el gobierno no quiere generar las garantías claras que esto amerita, es decir, inversión real, confianza en los proyectos campesinos, herramientas para las familias, crear criterios generales en industria, vías, impulso del comercio”, para que realmente se pueda sustituir la coca.
Costosa y con poca efectividad
Aunque el procurador Alejandro Ordóñez asegura que si se deja de fumigar con glifosato se “conducirá a la creación de santuarios para el narcotráfico”, para Daniel Mejía, director del Centro de Estudios sobre Seguridad y Drogas de la Universidad de los Andes, el glifosato tiene una efectividad del 3,5%, lo que “significa que eliminar una hectárea (de coca) con glifosato le cuesta a Estados Unidos y a Colombia 72.000 dólares”.
Según Mejía, cuando el avión pasa se destruye el cultivo, pero los cultivadores de coca tienen semilleros listos para resembrar. Es decir, que esta política antidrogas tiene un costo bastante alto y baja efectividad.
Además, el experto de la Universidad de los Andes indica que los estudios en Colombia han mostrado que las aspersiones con glifosato tienen efectos negativos dermatológicos, respiratorios y reproductivos.
El responsable de la comisión de derechos humanos del departamento agregó que la propuesta del ministro Juan Carlos Pinzón de cambiar el tipo de químico, generaría otras consecuencias. Para ella, “el método es sustituir gradual y concertadamente el cultivo de coca”, como lo han propuesto los pobladores.
La comunidad
Carlos Celorio, habitante del Naya, coincide con las afirmaciones de la vocera del Putumayo. Los pobladores a los que les caen gotas de glifosato inmediatamente empiezan a toser, sufren de enrojecimiento de los ojos y alergias en la piel, que generan piquiña en el cuerpo que “a más de uno lo hace salir derecho a votarse al río”.
Pero además de las afectaciones inmediatas a la salud, también las mujeres embarazas y los niños y niñas, sufren las consecuencias del herbicida a largo plazo, ya que suele causar malformaciones en los bebes y hongos en la piel “que pican y duelen”, cuenta la vocera del Putumayo, quien agrega que a pesar del aumento de las enfermedades, los médicos se abstienen de dar un diagnóstico exacto del por qué de estas alteraciones en el organismo, pero “dicen que hay contaminación en el aire y cuestiones tóxicas que generan las enfermedades”.
La coca es la que menos sufre
Según Víctor Tobón, de la Asociación Campesina del Norte de Antioquia, lo más “irónico’’ es que “la mata de coca es la que menos sufre con el glifosato, en cambio, la yuca, el plátano, la caña y arroz son los cultivos más perjudicados’’, pérdidas que significan un gran impacto económico y social para la población.
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