En los últimos 10 años, a la familia López Nieto le han puesto la lápida varias veces. A sus cinco integrantes los han intentado sepultar cuando todavía tienen fuerzas y muchos deseos de vivir.
La primera vez ocurrió en abril del 2002 cuando la guerrilla raptó a Sigifredo, guía del hogar, y a sus 11 compañeros de la Asamblea del Valle. La segunda, sucedió en junio del 2007 cuando se supo que 11 de los diputados habían sido asesinados a sangre fría por las Farc.
Pero Patricia Nieto, la esposa del exsecuestrado, aseguró que la lápida se las pusieron un mes después de la masacre cuando un desmovilizado de la guerrilla insinuó en un programa de televisión que el hombre, que aún estaba plagiado, era autor del vil hecho.
“No sólo le pusieron la lápida a Sigifredo, sino que ponen en riesgo a toda nuestra familia”, fue lo único que atinó a decir la mujer, en medio de su indignación.
Atados a varias cadenas
Tenía razón. Los conocidos de la familia sostienen que ni siquiera regresando al seno de su hogar, lejos de las garras de las Farc, Sigifredo pudo recobrar totalmente su libertad.
Los López Nieto siguen atados a las cadenas de las injurias, del rechazo, de las recriminaciones. Nelly, la frágil madre de Sigifredo, quien perdió todas sus pestañas de tanto llorar, ha sido atacada por extraños con fusiles cargados de odio.
Un día, la señora, que ya ha tenido que soportar dos infartos, fue insultada en una improvisada conversación con un taxista. Julio César Londoño, coautor del libro ‘El Triunfo de la Esperanza’, narra que en los días siguientes al asesinato de los exdiputados, el hombre, “sin saber que doña Nelly era la madre de Sigifredo, dijo que él era un ‘catre h.p.’ que vendió a sus compañeros”.
Doña Nelly solamente guardó silencio. A ella, que intenta ponerle vendas de hierro a su alma, las palabras despiadadas de aquel taxista volvieron a lacerarla.
Pero no todos se quedan callados. Patricia ha salido en defensa de su esposo las veces que han sido necesarias.
Entre tanto, Julio César, el escritor del libro donde se narran las vivencias del secuestro de Sigifredo, sostiene que le resulta inverosímil pensar en su culpabilidad. Recuerda que él hizo denuncias sobre cómo la guerrilla reclutaba niños y los obligaba a matar con cuchillos a otros menores.
El dolor durante la ausencia del hijo, del esposo, del padre, no pudo ser un montaje. Fabiola Perdomo, esposa de Juan Carlos Narváez, quien fue presidente de la Asamblea y también víctima del grupo subversivo, dice que ella vio el dolor de doña Nelly, de Patricia y de sus hijos Lucas y Sergio.
En las pruebas de supervivencia siempre vimos los cambios. “En las primeras, él se veía delgado; luego, perdió su diente; después se veía cansado, pero siempre era radical en su posición contra el secuestro. Sigifredo sufrió como todos, en las pruebas se nota que no estuvo de paseo”.
Lo mismo señala Alonso Cruz. Recuerda el momento de la llegada de Sigifredo a la libertad y sostiene que esa imagen del abrazo (entre Sigifredo y sus dos hijos) que le dio la vuelta al mundo no puede ser el resultado de un montaje. Explica que cualquier psicólogo podría darse cuenta si los gestos de su amigo eran fingidos.
Luego se devuelve en la historia y habla sobre el efecto dominó que causó el secuestro en la cotidianidad de la familia López Nieto.
Luz Nelly, una sobrina que fue adoptada como hija, tuvo que dejar sus estudios de medicina porque ya no estaba el tío-papá que se los costeaba. También falleció una prima que requería tratamientos médicos porque la aquejaba una enfermedad cerebral y ya no había quien los pagara.
Sergio, el hijo menor, perdió tres veces el mismo grado escolar porque su mente, según cuentan, tomaba rumbo hacia las montañas de Colombia, intentando encontrar a su padre. Patricia tuvo que recibir acompañamiento psicológico para aprender a convertirse en papá y asumir las riendas de un hogar en el que ella antes jugaba solamente el papel de madre cariñosa.
Recuerdos perdidos
El miércoles, tres años y tres meses después del reencuentro, los López Nieto volvieron a ser separados. Esta vez la justicia colombiana ordenó la captura del político exsecuestrado y sobreviviente de una masacre.
Patricia, la esposa, ha estado a punto de perder la cordura, dice Fabiola Perdomo. Es una mujer fuerte, pero cuando escucha, lee o ve notas de prensa sobre las supuestas pruebas que inculpan a Sigifredo, ella se quiebra. El jueves llegó a Cali en el último vuelo de Bogotá y al día siguiente regresó en el primero, con argumentos para la defensa de su marido.
Pero las almas otra vez están destrozadas. Lucas y Sergio buscan en archivos de periódicos, en videos en Internet, en los comentarios de la gente, las pruebas que permitan sacar a su padre de la tumba que el destino, parece, está empeñado en cavarle.
El dato
El pasado miércoles, la Fiscalía ordenó la detención de Sigifredo López, sindicado de los delitos de “homicidio, perfidia y toma de rehenes”. Fue trasladado a Bogotá.
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