
Argemiro Piñeros Moreno
Colprensa | LA PATRIA | Bogotá
El país político recordará cuando el recién elegido presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, selló una importante alianza política a finales de julio del 2010, que le permitió arrancar su primer gobierno con una coalición fuerte en el Congreso y ante la opinión pública.
La designación de Germán Vargas Lleras como ministro del Interior y Justicia, luego en la cartera de Vivienda e incluso hasta como ministro delegatario (reemplazo del presidente cuando se encuentra fuera del país), mostró que la unión de Santos y Vargas Lleras se afianzaba con el tiempo.
Aunque con posiciones diferentes en temas puntuales, en especial por el manejo del orden público y la paz, Santos y Vargas Lleras lograron que ese matrimonio político fuera de largo plazo, al punto que en el 2014 éste fuera compañero para la Vicepresidencia de la República, en lugar de Angelino Garzón.
Tras cargar la imagen de que Santos no cumplía los acuerdos políticos –lo que más le recrimina el expresidente Álvaro Uribe— ya como reelegido mandatario, honró su palabra y dio al vicepresidente Vargas nuevas funciones, para que coordine dos temas clave de su segundo gobierno, el desarrollo en la infraestructura de comunicaciones y la vivienda.
Sin embargo, esos momentos ideales del 'matrimonio' Santos-Vargas han empezado a cambiar. Y fue precisamente la construcción de las grandes vías, que tenían que quedar programadas en el Plan Nacional de Desarrollo, la que empezó a marcar el distanciamiento.
Por otros
En mayo pasado, durante casi una semana, el vicepresidente Vargas y el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, tuvieron una pelea por ese tema, situación que zanjó el presidente Santos, luego de una reunión con ellos, de la cual se recuerda la imagen final de Vargas con cara de molestia, dándole la mano al jefe de la cartera económica a regañadientes.
Desde ese momento, la impresión es que la relación no ha hecho otra cosa que empeorar. Sin embargo, el analista John Mario González cree que el vínculo entre Santos y Vargas aún perdurará, porque, en su criterio, el presidente será un referente fundamental para quien lo remplace en el 2018, si el escenario de la paz prospera, como todo indica que así será.
“Me parece que están hilando muy delgado y que estas son discrepancias normales de un Gobierno”, plantea el analista González, sobre los más recientes hechos que dan a pensar que entre el presidente y su vicepresidente la situación es tirante.
Incluso, el analista considera que las molestias han sido más fundadas desde partidos como el Liberal y La U porque se sienten desplazados por Vargas.
Frenado por Santos
Más allá de voces y análisis, en las últimas dos semanas fue más que notorio que Santos no está a gusto con los gestos políticos que da su compañero de fórmula. La molestia se dio luego de que, durante la cumbre de gobernadores entrantes y salientes, el vicepresidente tuvo una cena privada con la mayoría de ellos, en la que el tema central fueron las obras que esperaban recibir de su parte.
La petición vino de los mandatarios entrantes, quienes saben que Vargas va a lo largo y ancho del país firmando contratos para la construcción de vías de todo tipo, no sólo de las grandes troncales.
Incluso, fue tal el respaldo que se sentía por Vargas en ese evento en Villavicencio, que algunos de los gobernadores le reclamaron al director de la Federación de Departamentos, Amylkar Acosta, porque él no hubiera estado en la agenda oficial como uno de los invitados, dada la importancia de dos aspectos fundamentales para los mandatarios: la vivienda y las vías.
Por eso, ante los mismos gobernadores, el presidente Santos, en tono molesto, dejó en claro que los asuntos económicos del Gobierno están y seguirán orientados y aprobados por él.
Pero el vicepresidente no bajó su ritmo, sino que mantuvo los recorridos regionales para anunciar y suscribir convenios para construir vías. Se limitó a abordar el tema con una respuesta 'política': “Todas estas obras sin el apoyo y sin el concurso del presidente Santos hubieran sido imposibles. Él es quien tiene la chequera”.
Así las cosas, lo que podría suceder es que las tensiones aumenten y disminuyan en ciclos, durante los próximos doce meses.
Porque mucho del afán que muestra el vicepresidente se explica en la veda –justamente a causa de estos roces— que quedó con nombre propio en la reciente reforma de Equilibrio de Poderes. La norma aprobada fija una inhabilidad de un año antes de la elección, para que un vicepresidente se postule a la Presidencia.
El juego político
Los roces entre partidos son los que han hecho ver que la relación se ha empezado a afectar. La molestia es expresada por los demás socios políticos de Santos, quienes consideran que el vicepresidente tiene una alta participación en el Gobierno, desigual a la de otras colectividades de la coalición que lo ratificó en la Presidencia, como el Liberal y La U.
El presidente del Senado, Luis Fernando Velasco, tiene una de esas voces que considera que el gabinete está mal integrado y no responde a las necesidades regionales del país, sino que se ha quedado en responder a unos compromisos, entre ellos con el vicepresidente.
Fue en septiembre pasado cuando se notó que las cosas empeoraban. Dos de los jefes políticos que más han acompañado al presidente Santos, Horacio Serpa y Roy Barreras, en una declaración pública, expresaron lo que se decía en reuniones cerradas: que el vicepresidente tenía mucho poder y que lo estaba usando para influir en las elecciones regionales de octubre.
Hubo incluso denuncias concretas contra candidatos de Cambio Radical, señalados de que ofrecieron prebendas, a futuro, al comprometer obras e inversiones que el vicepresidente tenía previstas.
Ante esas denuncias, el jefe natural de Cambio Radical sostuvo que en su función de vicepresidente había decidido no tener reuniones o eventos en los que estuviera cualquier candidato para esos comicios locales. Sin embargo, pocos días antes de la votación se conoció que Vargas sí tuvo encuentros en su oficina y con aspirantes de varios partidos, no sólo de Cambio.
El mayor crecimiento, tras los resultados de esa elección, fue para el partido del vicepresidente de la República, aunque no todos creen que ganó las elecciones. En ese sentido, el senador Roy Barreras dijo: “Vargas Lleras perdió las elecciones, pese a que tenía la chequera”.
La próxima elección de jefe de Estado será en mayo del 2018, por lo que Vargas Lleras, si (como todos creen) buscará la Presidencia, deberá dejar su cargo, como máximo, en mayo del 2017; en charlas informales se ha escuchado en la Vicepresidencia que él estaría pensando dejarlo, incluso, seis meses antes. Con esas cuentas, la tensión Santos - Vargas seguiría como ahora hasta noviembre del 2016.
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