Óscar Parra
Rutas del conflicto | LA PATRIA
Desde hace un par de años, el río Cauca se volvió frecuente protagonista de las noticias que inundan las redes sociales. Las imágenes de poblaciones completas evacuando sus casas, ante el peligro de una avalancha de enormes proporciones, y la mortandad de peces por la súbita reducción de la corriente, hicieron que gran parte del país mirara por algunos instantes hacia un río, que para muchos no representa nada más que una referencia geográfica.
El Cauca es el segundo río más grande de Colombia. Recorre de sur a norte el occidente del país como testigo de los problemas sociales y económicos que viven los pueblos y ciudades que crecen en sus orillas. También lo ha sido de las violencias que han ido marcando los territorios por los que pasa, durante al menos los últimos 70 años. Esa proximidad geográfica con la guerra y las características físicas de valle que recorre lo convirtieron en una enorme fosa común acuática a la que fueron a parar, al menos, centenares de víctimas de desaparición forzada.
El río Cauca nace a unos tres mil metros de altura en los límites montañosos de los departamentos del Cauca y Huila. Recorre 83 municipios hasta que se une con el río Magdalena en el municipio de Pinillos en el departamento de Bolívar.
El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) tiene un registro de 6.665 desaparecidos en estos municipios, pero no hay ninguna certeza sobre el porcentaje de esta cifra que fue arrojado al río Cauca. Otros tantos municipios que están a orillas de afluentes del Cauca más pequeños, también tienen una cifra desconocida de desaparecidos cuyos cuerpos llegaron al Mono, como se le conoce al río en varias zonas de Antioquia.
Este fue uno de los principales hallazgos de una investigación del proyecto Ríos de vida y muerte, un proyecto de Consejo de Redacción y Rutas del Conflicto, con el apoyo de la Deutsche Welle Akademie, y sus aliados en Colombia Hacemos Memoria y Vokaribe Radio, y Cooperación Alemana. Diversas entidades del Estado tienen bases de datos que intentan dimensionar el número de cuerpos arrojados al Cauca, pero las cifras se quedan cortas con las realidades encontradas en el terreno. El mismo CNMH estima en cerca de 150 los cuerpos hallados en el río desde 1974 a 2014, pero Ríos de Vida y Muerte halló varios cementerios en los pueblos a orilla del Cauca con tumbas de cuerpos no identificados y registros de entidades locales y pobladores que muestran que la cifra es mucho mayor.
Mientras algunos cuerpos se perdieron en las fuertes corrientes del río, otros fueron rescatados por pescadores, habitantes de las riberas o funcionarios locales como bomberos e inspectores de Policía. Los restos fueron a parar a tumbas anónimas, señalados como ‘NN’ (Ningún Nombre) en cementerios vecinos o en fosas comunes a bordo de río que les ahorraban el esfuerzo de transportar los cadáveres.
Los periodistas del proyecto recorrieron 22 municipios a orillas del río Cauca identificando estos lugares a partir de los testimonios de las comunidades cercanas. También buscaron sitios donde los actores armados lanzaron cuerpos o donde los recogieron y los puntos donde se realizaban retenes ilegales con el fin de desaparecer personas. En total, se identificaron cerca de 60 puntos, desde la represa de la Salvajina hasta la Ciénaga de Ayapel, que recibe parte de las aguas del río Cauca en el departamento de Sucre, entre ellos, 11 cementerios y tres presuntas fosas comunes.
Durante el desarrollo de la investigación, los periodistas también hallaron a varias personas que tenían dentro de su archivo personal un registro de cuerpos con los que tuvieron algún tipo de contacto. Una poetisa del Valle, un fotógrafo, un cuerpo local de bomberos, y una médica en Risaralda, construyeron a su manera, bases de datos con información de cientos de cuerpos que fueron rescatados de las aguas o simplemente pasaban frente a sus casas.
La Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), creada luego de los acuerdos de paz entre el Gobierno colombiano y la desmovilizada guerrilla de las Farc, está en una etapa de planeación para comenzar a recabar esta información en las regiones. Según Ana Carolina Guáteme, experta técnica de la Dirección de Información, Planeación y Localización para la Búsqueda de la UBPD, la identificación y recepción de estos archivos que están en manos de particulares son una prioridad para la entidad. “Ya tenemos una estrategia para acercarnos a estas personas, sabemos que la pedagogía nos puede marcar una línea estratégica con las comunidades. Es urgente garantizar la integridad de esta documentación”.
Guáteme también explica que la UBPD también ha gestionado la recepción de información y bases de datos a diferentes entidades públicas relacionadas con desaparición forzada, pero aclara que es clave la comunicación con organizaciones sociales para construir una estrategia general. “Vamos a construir el Plan Nacional de Búsqueda incluyendo a la sociedad civil. En las regiones hay personas que vieron pasar un cuerpo, que ayudaron a rescatarlo. Aunque parezca que no es un dato valioso, todo eso aporta para trabajar en la búsqueda”, señala.
El recorrido
Esta investigación comenzó el recorrido en el municipio de Suárez en el Cauca, a orillas de la represa de la Salvajina y avanzó hacia el norte por varios municipios de ese departamento. En ese sector del río Cauca, los periodistas documentaron la desaparición forzada que dejó la violencia paramilitar contra comunidades indígenas y afrodescendientes, especialmente con la llegada del Bloque Calima a la zona en el año 2000. La desaparición de sus familiares en el río marcó a las comunidades afro que tienen una ancestral relación cultural y económica con las aguas del Cauca.
El viaje continuó hacia el norte, en un segundo trayecto entre la ciudad de Cali y los municipios del norte del Valle del Cauca. Allí el equipo de reporteros se encontró con las violencias urbanas de la capital del Valle que siguen sumando cuerpos al río. También con las violencias relacionadas con los capos del narcotráfico que desde la década de los ochenta usaron al río como una fosa común acuática para deshacerse de quienes cuestionaban su poder. Al Cauca fueron a parar decenas de víctimas de la llamada Masacre de Trujillo, una serie de asesinatos selectivos en la que murieron por lo menos 200 personas de varios municipios del Norte del Valle entre 1986 y 1994.
En el norte del departamento del Valle del Cauca, el valle del río se cierra y serpentea en medio de las montañas que marcan a los departamentos de Risaralda y Caldas. Esta es una zona en la que los narcotraficantes y paramilitares usaron el río para desaparecer a sus víctimas, pero también se convirtió en la receptora de centenares de cadáveres que viajaban por el cauce desde el Valle del Cauca. Allí los periodistas encontraron historias de personas y comunidades que rescataron cuerpos para luego enterrarlos como pudieron en los cementerios vecinos o fosas comunes a borde de río.
El recorrido en el Eje Cafetero terminó en el corregimiento de Arauca, en el municipio de Palestina (Caldas). Desde ese punto, el Cauca sigue avanzando hacia el norte por varios municipios de Risaralda y Caldas, para luego adentrarse en Antioquia en el municipio de La Pintada, donde gira hacia el noroccidente en un tramo de cerca de 120 kilómetros hasta Santa Fe de Antioquia. Por cuestiones logísticas, la información relacionada a la desaparición forzada en esta zona no fue documentada por el proyecto Ríos de Vida y Muerte y queda como una ficha faltante en este gran rompecabezas al que se ha sumado información desde la primera fase del proyecto.
Luego de Santa Fe de Antioquia, el río comienza a serpentear en medio de las escarpadas montañas de lo que se conoce como el Cañón del río Cauca. La violencia en esa región ha estado marcada por el avance del río, que ha servido como frontera en las zonas de influencia de los actores armados ilegales. El Cañón sigue siendo un corredor que conecta con el Nudo del Paramillo y ha sido durante las últimas dos décadas una zona clave para la producción y tráfico de cocaína.
Todo el dolor de los familiares que buscan a sus desaparecidos se ha vuelto más complejo con la construcción del proyecto hidroeléctrico de Hidroituango. Las comunidades y organizaciones sociales de la zona han señalado que los cambios físicos que ha sufrido la zona con la construcción del proyecto disminuyen las posibilidades de encontrar a centenares de personas de los municipios de la región desaparecidas en medio de masacres y retenes de los grupos armados.
Luego del Cañón y con la corriente de agua mediada por Hidroituango, el río desciende a la región conocida como Bajo Cauca. Además de los efectos ambientales, sociales y económicos que ha tenido la construcción de la hidroeléctrica, los habitantes de en la orilla del río viven bajo el inmenso miedo de la guerra entre bandas criminales. La desaparición forzada en el Bajo Cauca es pasado, pero también presente: los cuerpos no identificados de violencias pasadas siguen esperando en cementerios de la zona, en medio del temor del conflicto que sigue dejando cuerpos en el río.
Luego del municipio de Nechí, el río se abre en dos grandes brazos antes de unirse con el Magdalena. Por un lado, avanza hacia el nororiente, entrando al departamento de Bolívar, en un tramo que no fue documentado en esta investigación. Por el otro, se adentra a los departamentos de Córdoba y Sucre, en una serie de ciénagas conocidas como la región de La Mojana, en la que un equipo de reporteros documentó varias historias de desapariciones forzadas que dejó la violencia paramilitar. Esta zona,lo mismo que el Eje Cafetero, es receptora de cuerpos que vienen de las aguas del Cauca, especialmente cuando el río crece por el fuerte invierno.
Toda la información recolectada en esta investigación tiene el propósito de contribuir a la búsqueda de los cuerpos que fueron arrojados a los ríos del país. Las circunstancias que rodean este tipo de crímenes hacen que la tarea de reconstruir el camino que siguieron los desaparecidos sea complejo, pero cualquier dato aportado por habitantes de las zonas cercanas a los ríos, familiares de las víctimas y entidades del Estado será fundamental para contribuir a esclarecer qué les ocurrió a miles de personas en medio del conflicto. Muchos siguen a la espera, al menos, de un cuerpo al que llorar.
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