Luis Felipe Gómez Restrepo y Sandra Londoño
Especial para LA PATRIA | Manizales
Más allá de las marchas, estamos en un cambio de época que exige fortalecer los canales de diálogo para comprender las nuevas preguntas, lenguajes y formas de sentir de las generaciones en curso. Las marchas y protestas globales indican que los esquemas conocidos, las formas de resolver los problemas y las maneras de gobernar entraron en crisis; es el momento de conversar y co-crear el tipo de sociedad para estos tiempos.
El diálogo social es diferente a la participación dentro de la democracia. La participación discurre alrededor de la exigencia de los derechos, el diálogo social cursa, entre los actores sociales diversos, alrededor de temas muy diversos que importan a todos; economía, gobierno, salud, educación, cultura, cualquier asunto de interés común, con el fin de ganar consensos y generar acciones necesarias para resolver tensiones, mejorar condiciones sociales o llegar a acuerdos.
El problema
Existen distintos modelos de diálogo social, pero en la Universidad Javeriana de Cali se viene tejiendo un modelo nacido de la experiencia y de la investigación en estos temas por más de diez años. Este modelo tiene algunos componentes infaltables; el primero, el conocimiento, la comprensión y el análisis profundo del problema y de las variables concomitantes. Este aspecto es inherente a la misión y trabajo universitario y aporta a quienes participan del diálogo argumentos e información enriquecida que eleva el nivel de la conversación y permite visualizar de mejor manera el problema. Para establecer un diálogo social fructífero se impone conocer a fondo el contexto, los fenómenos, los actores, la historia, los determinantes de la conflictividad social.
Comprensión compleja
El segundo componente es que, en cuanto se pueda y sea relevante, se trabaje por comprender el fenómeno de manera compleja, entender las capas de realidad superpuestas en las que convergen los múltiples intereses de los actores participantes. Estas capas cuando pueden especializarse, especialmente en el caso de conflictos territoriales que en Colombia abundan en la ruralidad, permiten una compresión renovada y sorprendente de las tensiones y sus vínculos con realidades materiales.
Preparar actores
El tercer componente es la preparación de los actores para la conversación, este vuelve a ser en el Modelo, una actividad propia de lo universitario, especialmente si se comprende que esta preparación implica la formación de los actores que van a participar del diálogo en diferentes temas y asuntos relativos al problema y a la interacción. Esta formación y preparación debe atravesar a todos los bandos, pues entre mejor sea el fortalecimiento de capacidades de todos los dialogantes, más lejos pueden llegar las alternativas, las soluciones y el desarrollo de la dinámica de interlocución.
Condiciones de conversación
El cuarto componente es la agenda y las condiciones técnicas para la conversación. Cualquiera sea la forma que asuma el diálogo entre los actores, se hace fundamental la preparación detallada, rigurosa, minuciosa, del espacio físico donde sucede el encuentro, de la metodología que se lleva, de las temáticas que se trabajan, de la manera de recoger las memorias, las actas, los acuerdos, los compromisos y la historia del proceso en lo sucesivo. En este nivel, no solo se trata de las reglas del juego para la facilitación, o el conjunto de actividades que hace que los espacios sean productivos y bien planeados logísticamente, sino que se refiere al trabajo realizado en función de la contención emocional del espacio de encuentro.
Facilitación y facilitadores
El quinto elemento es el papel de la facilitación y de los facilitadores, pensando en que su labor no sea permanentemente de protagonismo, que se entienda la sostenibilidad del espacio como un proceso de apropiación de los actores en el largo plazo. Se trata de poner los hilos iniciales de un tejido que se va logrando por el involucramiento profundo de los interesados. En este nivel, se debe poner de presente la autonomía de los facilitadores como el elemento básico que permite el funcionamiento del espacio de interlocución. Poder pensar de forma independiente a los involucrados, genera confianza y empoderamiento de todos desde su lugar de enunciación y su perspectiva de acción. La autonomía es un valor que comprenden bien las universidades en cuanto es un principio fundamental de su naturaleza. Pensar libremente y diferente de los poderes establecidos es una puerta de entrada a la diversidad, la tolerancia y la posibilidad de encuentro.
Lo creativo y co-creativo
Un sexto elemento es la sorpresa, dar espacio a lo sorprendente e inesperado, producirlo, agenciarlo, esperarlo, ayuda a encontrar la salida, el intersticio, el momento creativo, co-creativo y de innovación. Introducir lo nuevo implica estar abierto a lo inefable, a lo imposible que puede emerger del conversar, del emocionar y del intercambiar con otros.
Flexibilidad para cambiar
Finalmente, un séptimo elemento es la flexibilidad, sin la cual, la dinámica social se fuerza y decae. Flexibilidad no se relaciona con ambigüedad o falta de posicionamiento, se refiere a fluir con los procesos, a leer la realidad y entender los momentos de inflexión, de cambio, de estancamiento, para poder reorientar y hacer fluir los momentos de transformación que suceden en el intercambio. La rigidez en el discurso, la imposibilidad de cambiar a medida que sucede la interlocución, puede ser la muerte del diálogo. Si la escucha es verdadera, ninguno de los actores del diálogo saldrá igual al final del proceso. La posibilidad de cambiar, es la posibilidad de aprender, uno de los propósitos universitarios más importantes, en esta comunidad renovada de profesores y estudiantes, de cara a la sociedad.
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