COLPRENSA | LA PATRIA | Cali
Cerro Azul parece salir de una postal: casas de madera pintadas de colores, algunas con balcones de los que cuelgan macetas con flores. Una sola calle por la que transitan mulas y caballos cargados de tinas con leche. En una loma está la pequeña iglesia, blanca con puertas y ventanas azules. Al lado, una cruz. Al fondo, el verde de las montañas, donde pastan vacas o se ven sembradíos de café y plátano.
El sábado 29 de junio, en la noche, la tienda de Don Gerardo, ubicada justo en la entrada de este corregimiento -a 20 minutos de Trujillo- estaba repleta. Unos tomaban cerveza mientras veían un partido de fútbol, otros compraban la remesa. A dos casas, en el billar, Carlos Alberto, el veterinario y tesorero de la asociación de lecheros, jugaba un chico.
Don Gerardo recuerda que estaba comiendo en la cocina. Su mujer, una de sus tres hijas y su sobrino atendían el negocio. “Tan tan tan tan, escuché. Eran tres hombres con galil que disparaban. Dos jóvenes estaban en el piso y uno entró a rematarlo. No se cómo, pero me volví un héroe, puse las manos en alto y les grité ‘ellos no tienen nada qué ver’. Mi sobrino quedó herido, la mujer y la niña se salvaron. Me volvieron nada la tienda”, dice el campesino, con los ojos aguados.
En el billar, apenas escucharon los tiros, salieron a correr. Dicen en el pueblo que Carlos Alberto y un hermano estaban allí. “Como lo vieron correr, pensaron que allí también estaban los que buscaban. Todos se tiraron por una puerta y cuando Carlos lo iba a hacer, le dispararon”, relata uno de sus amigos.
En la curva, donde la única calle del pueblo -de no más de 30 casas- se divide en dos, sacaron a Neyebí Gutiérrez, de 54 años, cuando se tomaba un café. Hoy la casa está cerrada con las ventanas tapadas.
Detenciones
Los hijos y un sobrino de Neyebí, dicen en el pueblo, estaban celebrando en la tienda. Festejaban que uno de ellos y alias Cara de Niño habían quedado libres. “Allí -y señala diagonal a la tienda, justo abajo de la iglesia- los detuvieron el jueves (25 de junio) con unos fusiles y unas granadas. Uno no entiende qué es la justicia porque los dejaron libres. Acá volvieron, contentos y con plata y se pusieron a beber”, relata una persona de la zona.
La Policía atribuyó el hecho a una disputa entre Guerrero, actual jefe de los Rastrojos en el Cañón de Garrapatas y Patarrancia, uno de sus antiguos lugartenientes. Al parecer, entre los muertos y heridos se encontraban tres presuntos Rastrojos que trabajan para Guerrero. “Esta zona, compuesta por los corregimientos de Primavera, Naranjal y Cerro Azul, en Bolívar, es estratégica para estos grupos armados”, asegura el coronel Mariano Botero, comandante de la Policía Valle.
Los municipios del norte y centro del Valle en la última década han sido escenario de guerras. Una entre paramilitares y las Farc. Entre Rastrojos y Machos. Entre Rastrojos y Urabeños. La última es la confrontación entre Guerrero y Patarrancia. Parece la canción de Songo le dio a Borondongo. Borondongo le dio a Bernabé..... Caen de un lado y del otro. Y en medio, está la población: el veterinario, el sobrino del tendero, un campesino, dos hacendados...
Esos enfrentamientos han generado tres masacres en menos de dos meses, en las poblaciones de La Unión, Obando y en Cerro Azul (corregimiento que aunque políticamente es de Bolívar, tiene mayor relación con Trujillo).
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