
COLPRENSA | LA PATRIA | BOGOTÁ
La lucha intensa que el escritor y columnista Óscar Collazos tenía contra la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) llegó a su fin este domingo a las 3:00 de la mañana en una clínica en Bogotá.
Desde agosto del año pasado se enteró de la enfermedad que padecía e hizo una búsqueda insaciable sobre lo que le esperaba y cómo debía enfrentarlo. Se estaba preparando para lo que venía, por eso mismo se trasladó a Bogotá para tratar su padecimiento.
En los últimos días la salud de Collazos se había deteriorado de manera notable por lo que estuvo internado en la UCI de la Fundación Cardioinfantil de Bogotá por una insuficiencia respiratoria.
Collazos asumió con valentía y gallardía este etapa de su vida. Siguió escribiendo dos columnas diarias, informándose de lo que ocurría en Colombia y el mundo. Siguió de lleno en el mundo de las letras, del que nunca se desprendió.
Los aportes de Collazos con su escritura son de un valor importante, plasmaba las realidades sociales, problemáticas como el desplazamiento y la vida marginal.
Entre sus escritos encontramos: la novela Rencor (2006), su reportaje periodístico “Cartagena en la olla podrida” (2001), Desplazados del futuro (2003), sus novelas Señor sombra (2009), En la laguna más profunda (2011), Tierra quemada (2013).
El escritor solaneño obtuvo en 2003 y 2004 dos premios Simón Bolívar en la categoría de mejor columna de opinión.
¿Quién fue Óscar Collazos?
Óscar Collazos nació en Bahía Solano, el 29 de agosto de 1942. Estudió Sociología en la Universidad Nacional. Hizo parte del Teatro Escuela de Cali, que dirigía Enrique Buenaventura. En París, vivió el Mayo del 68 y escribió su novela Los días de la paciencia. Vivió en España de 1972 a 1989. Protagonizó una polémica con Julio Cortázar por lo que significaba ser un escritor comprometido. Vive en Cartagena desde hace cerca de 20 años años.
LA PATRIA lo entrevistó el primero de diciembre del 2013 sobre su libro "Tierra quemada". Este es el texto, publicado en la revista Papel Salmón:
Gloria Luz Ángel Echeverri* Papel Salmón
La mujer es la protagonista de muchos de los cuentos y novelas del escritor y periodista nacido en Bahía Solano Óscar Collazos, y su último libro Tierra quemada no es la excepción.
En medio de sus compromisos con la presentación de esta obra en Bogotá, Collazos sacó un momento para hablar con Papel Salmón sobre su última novela, con la amabilidad y ese humor costeño que lo caracteriza.
En Tierra quemada, y en general en su narrativa, las protagonistas son mujeres ¿Es a través de ellas que usted cuenta las historias?
Me preguntas ¿por qué esa debilidad por las mujeres en algunos de mis libros?, yo me lo sigo preguntando y escucho respuestas. Estoy a punto de buscar un psicoanalista que me lo diga. No sé, al cabo de mucho tiempo de incluir personajes femeninos en mis novelas e incluso en mis cuentos, quizá tratando de interpretar algo que es relativamente inconsciente, pienso que en algunos casos la mujer reviste esa doble condición de ser víctima y portadora de la lucidez. En situaciones de extrema violencia, y la más extrema es la guerra, hasta en la intradoméstica, la mujer es una sobreviviente. Esa doble condición puede ser el motivo por el cual en aquellas novelas donde se toca algún tema de violencia las mujeres aparecen como personajes centrales, y en Tierra quemada, por supuesto. En Señor sombra la que narra es una fiscal que ha sido indirectamente víctima de violencia. En Rencor la protagonista es una mujer que cuenta su propia historia, siendo la operación de travestismo más perfecta que he hecho en mi vida, volver verosímil un personaje femenino, una joven mulata, desplazada, víctima de todas las violencias, la intrafamiliar, la social... Los personajes de Batallas en el monte de Venus son mujeres. En todo esto, hay algo felizmente sospechoso.
¿Será en parte porque la mujer es la que da la vida?
Sí, da la vida y al mismo tiempo, mientras los hombres hacemos locuras, como dice García Márquez pensando en José Arcadio Buendía, las mujeres como Úrsula Iguarán estaban con los pies en la tierra sosteniendo el mundo, sosteniendo la familia, que no se cayera, controlando las locuras. En este caso, las locuras de la guerra. La guerra no la hacen las mujeres, la guerra la hacemos los hombres.
Un camino
En el libro las personas son llevadas por un camino y no saben cuál es el final, piensan que podría ser el mar…
Piensan que podría ser el mar, pero no, no es el mar. Al que van a llegar es al último sitio que se llega para salvar a alguien como refugiado, que es la promesa que les han hecho, una antigua mina de carbón a cielo abierto, que es a donde van llegando al final. Los mismos soldados, los guardias que los cuidan y que se supone que sí saben el destino, están descontrolados porque no tienen idea a dónde los llevan ya que el que conduce la caravana es el helicóptero. Muy tempranamente, hacia la página 100 ó 150, los caminantes pierden la noción del tiempo y del espacio, les toca adivinar dónde están. Aparece entonces esa figura, que a mí me encanta, de la negra Dolores y quien medio ciega trata de adivinar por dónde va por los olores de la tierra, de los árboles. Su marido, recuerda que ha estado por ahí, pero no está muy seguro, entonces dan vueltas en ninguna parte. La mejor manera de reblandecerlos y de tenerlos a merced de los que los llevan es hacerles perder el sentido del tiempo y del espacio, ellos no saben dónde están, si en el centro o en la mitad de ninguna parte.
¿Es una metáfora de la guerra en Colombia que da vueltas y no llega a ningún lugar?
Tú lo has dicho. Esa es la metáfora, la alegoría de la novela. Llevamos muchísimos años dando vueltas en redondo sin saber a dónde vamos. Con las promesas de esta vez sí vamos a alcanzar la paz y no la alcanzamos. La historia de Colombia es la historia de muchas guerras que se terminaron mal y al hacerlo, dieron nacimiento a la siguiente. Un personaje de Tierra quemada lo dice: una guerra que se acaba mal encuba la siguiente. Es una alegoría terrible en ese sentido. Por supuesto, esta novela está escrita en una clave simbólica, alegórica, no es realista. Desde que apareció vengo tratando de explicarme el porqué y pienso que esta novela es la respuesta a una pregunta sencilla: ¿qué pasaría si…? Y en ese sentido, la ubicaría dentro de una visión de utopía negativa, es imaginar lo peor del mundo porque no lo deseamos. Es imaginar el Apocalipsis porque a lo mejor quisiéramos seguir estando en el paraíso.
Se crean relaciones
¿Los animales sufren la misma violencia?
Los perros seguían, seguían y los mataban, matan a los burros. Pero aparece una figura que para mí fue una especie de revelación y luego no sabía qué hacer con ella. Cuando se me ocurrió me tocó mantenerla y construirla como un símbolo: es el pajarito que Elvira recoge y le sana la patica quebrada con un hilo. Ese pajarito se convierte en la persona a la que ella le da afecto, es una figura de extrema sensibilidad en ese momento. La vieja Dolores se da cuenta y sin que los demás se percaten, va recogiendo palitos, va recogiendo palitos, los va amarrando, los va amarrando y un día pa’ otro sin saberlo le da a Elvira la jaula. Pero qué pasa con el pajarito. Cuando se muere la vieja Dolores y cuando matan al viejo de las muletas, a Elvira no le interesa más el pajarito y lo echa a volar.
¿Entre los personajes se crean algunas relaciones?
Ellos tienen que formar algún tipo de protección y lo hacen estableciendo lazos de complicidad. Todos son víctimas y la única manera de sobrevivir es creando una pequeña comunidad de víctimas conscientes, porque hay una gran mayoría que se vuelve inconsciente y son sonámbulos que no les importa para donde van. Crean lazos, pero tienen prohibida la comunicación de un grupo a otro e inventan un sistema mediante el cual se comunican: de señales, de trozos de canciones, de frases conocidas. Un código secreto que solo ellos entienden y la trasmisora al final de ese código es la negra Dolores. Cuando ella muere se interrumpe la comunicación, ya no hay más información, ya no hay más mensajes.
Donde hay víctimas se impone inventar la solidaridad como la mejor manera de protegerse. La gente no se protege sola, lo hace mejor acompañada en la medida en que comparte los mismos miedos y el mismo dolor, incluso, los asomos de cierta felicidad. Hay momentos en que, por ejemplo, el viejo mutilado por una mina aprende a vivir de manera irónica: “pa’ qué me voy a amargar la vida si perdí las piernas”.
Los personajes
¿Cómo fue la construcción de la historia?
No tenía personajes preconcebidos solo una vaga idea de algunos de ellos. Iban apareciendo, se iban asomando con una cierta identidad. Esto es lo que pasa con la novela y uno dice con cuál se va quedando, pero eso es apenas una foto y hay que darle vida a esa foto. A medida en que se va construyendo un personaje al mismo tiempo se empieza a relacionar con otro. Cuando comenzó la novela y apareció el viejo con Dolores, parecía que eran amigos, pero en el curso de la novela pensé que era mejor volverlos pareja, una pareja que estaba peleada, que no se hablan directamente, que no se miran a la cara, que se echan indirectas todo el tiempo porque parece que el viejo le ocultó que él tenía un hijo y que ese hijo era de la época en que había estado con ella. Ambos sufren con el sufrimiento de cada uno pues tienen pelea de viejos, que son peleas de niño. Incluso me divertí cuando empecé a construir esa relación.
Para crearle un punto de fragilidad e indefensión a la prima de Elena, pensé que Elvira podría tener una enfermedad que no fuera grave, podría ser bipolar, y cómo podría construir esa bipolaridad más o menos controlada. En efecto, Elvira es bipolar y tiene unos altibajos tremendos. Eso multiplica la responsabilidad de Elena, porque ella no sólo es responsable de su hija de once meses sino de la prima. Sin embargo, Elena confía en su prima, le deja su hija y que haga las cuentas de los días que pasan, pero la cuenta se pierde porque a la prima le da por contar el tiempo transcurrido por los periodos menstruales de Elena y a Elena se le atrasan. Ahí hay algo tragicómico también.
¿Quiénes son los que los llevan?
Son paramilitares pero no quise llamarlos así. Es una banda organizada que tiene una complicidad directa con las fuerzas republicanas del orden porque ni siquiera hablo de ejército ni de policía, son las fuerzas del Estado, de un estado X, y eso sí es una construcción, digamos, deliberada. Una gran discusión desde que existe el Estado moderno es cómo el ciudadano se protege de la acumulación de poder de éste. Hay un libro maravilloso de John Stuart Mill de 1859, una obra fundamental del pensamiento moderno que se llama Sobre la libertad y empieza precisamente formulando eso, los ciudadanos somos libres, pero ¿cómo protegemos esa libertad del poder del Estado? Ahí hay una formulación crítica en la novela.
Una trilogía de la guerra
¿La construcción de los personajes en Tierra quemada está basada en los de las otras novelas suyas?
Salen de algunas, de Señor sombra y un poco de Rencor. Me he dado cuenta de que hice una trilogía sin proponérmelo, una trilogía de la guerra.
¿Esa trilogía está influenciada por la literatura afrocolombiana?
No, porque yo no creo que exista como tal la literatura afrocolombiana. Yo soy considerado un escritor afrocolombiano por muchos motivos, no solamente étnicos. Por el lado materno, soy descendiente de abuelos negros y por el lado paterno soy hijo de un caleño blanco, mestizo. Pasé mi infancia en el Chocó, en zonas y culturas afrocolombianas, entonces en ese sentido hay una parte de mi literatura que podría ser calificada así, como lo consideró el Ministerio de Cultura al publicar una antología de mis cuentos. Pero no, creo que no. Si hay una influencia, la hay de escritores mucho más contemporáneos. No puedo olvidarme, tanto en el proceso de escritura de Rencor como Tierra quemada, de un escritor que ha tenido un poder enorme sobre mí en los últimos años, J. M. Coetzee. Mi editor me dijo que veía por ahí un poco el aliento de Cormac McCarthy, de La carretera y de La oscuridad exterior.
Mientras uno está escribiendo trata de olvidarse de todo aquello que pueda interferirlo, pero lo que no puede evitar es que haya un telón de fondo de aquellos escritores que uno recuerda por la cercanía del tema. La carretera es el camino hacia el fin del mundo para un padre y un hijo, por eso quizá puede hablarse de una influencia…
Hace poco leía una frase de Jonathan Franzen, el escritor estadounidense autor de Freedom (Libertad), quien dice que por lo general cuando a uno le preguntan por los escritores que lo han influenciado, uno se olvida de responder una cosa y es que uno tiene la influencia de sus propios libros, de lo que ha leído y de lo que ha escrito, de los personajes que ya fueron hechos algún tiempo, situaciones que fueron descritas, que de pronto aparecen mucho tiempo después.
***
Al finalizar, hablamos un poco sobre Álvaro Mutis a quien considera una isla, “construye como poeta una mitología que tiene un transfondo terrible, son los hospitales, es la muerte, la agonía del ser humano... De esto no hay antecedentes en la literatura colombiana, al igual que no lo hay de la clase de novela de aventuras cuyo protagonista es Maqroll el Gaviero.”
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015