EFE | LA PATRIA | BOJAYÁ
Las heridas de la masacre cometida en 2002 por la entonces guerrilla de las Farc en Bojayá, de las más cruentas del conflicto armado, siguen abiertas 20 años después y sus habitantes temen una repetición ante la violencia sinfín que hoy tiene como protagonistas a otros grupos armados.
El 2 de mayo del 2002 las Farc lanzaron un cilindro bomba contra las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) y el explosivo cayó en la iglesia de Bojayá donde se había refugiado parte del pueblo, una matanza en la que murieron al menos 86 personas aunque otras cifras hablan de 119 asesinados y decenas de heridos.
Es por ello que ayer los pobladores de este pueblo remoto, situado a orillas del río Atrato, en el Chocó, hicieron una peregrinación y otros actos en conmemoración de esta masacre que dos décadas después aún cubre de dolor y llanto a los sobrevivientes, familiares y amigos de los fallecidos y a todo el país.
La violencia persiste
Las Farc, convertidas en el partido político Comunes gracias al acuerdo de paz firmado en noviembre del 2016, pidieron ayer perdón "a Bojayá y a toda Colombia por los hechos sucedidos hace 20 años", pero en la zona persiste la violencia de otros grupos como la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (Eln) y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (Agc), herederas de los paramilitares.
El Comité por los Derechos de las Víctimas de Bojayá, que organizó las conmemoración, alerta que desde enero del año pasado han ocurrido en este municipio "ocho eventos de confinamiento" que han afectado a 7.800 personas.
Las causas de estos confinamientos son las amenazas de muerte; la existencia de minas antipersonales y munición sin explotar, y los enfrentamientos entre grupos armados, entre otras razones.
Esta es la principal razón por la cual los bojayaceños temen que vuelva a ocurrir lo que sucedió hace 20 años mientras esperan "verdad, justicia, reparación y no repetición para los pueblos".
"Perdimos la gente, perdimos el territorio, perdimos la voz, pero no perdemos la esperanza de ver un nuevo amanecer de paz para el Chocó", dice el Comité.
Y no solo es eso, en Bojayá se cuentan por decenas los jóvenes que se han suicidado ante el temor a ser reclutados por grupos armados ilegales armados tras la masacre del 2002.
Leyner Palacios, que perdió a 32 familiares y amigos en la matanza y hoy lucha por la paz de Colombia como miembro de la Comisión de la Verdad, alerta que "50 jóvenes después de la masacre han decidido ahorcarse para no ser reclutados".
"El día de ayer una niña de tan solo 8 años de la comunidad (indígena) emberá tomó la fatal decisión de suicidarse para no ser víctima del reclutamiento por parte de grupos armados", añade el comisionado, ganador en 2017 en Ottawa del Premio Pluralismo Global por reivindicar los derechos y la lucha de las víctimas del conflicto.
Llamado de atención a las autoridades
La directora de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), Luz Marina Monzón, hace un llamado a las autoridades competentes para que "se reconozca la crisis humanitaria pero con un plan de acción". "Es urgente actuar y de manera eficiente para que se cumplan las reparaciones", agrega la funcionaria.
Justamente el Comité de Víctimas de Bojayá lamenta que en 20 años "no ha habido nadie que le cumpla el sueño a las víctimas de tener un sendero ecológico de la memoria que conecte a Bellavista Nuevo con el viejo, contando en la línea del tiempo los ciclos de violencia".
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