EFE | LA PATRIA | JEPIMANA
Cuando la covid-19 ya empezaba a golpear Colombia, una anciana de la Alta Guajira soñó que el virus iba a llegar a las comunidades indígenas e iba a matar a mucha gente. Fue entonces cuando el pueblo wayuu comenzó a protegerse, mezclando su medicina y normas más ortodoxas.
En el sueño, los espíritus le decían que para prevenir la muerte era necesario que bailasen la yonna, la danza reservada para agradecer o armonizar el territorio; se dieran baños con hierbas naturales como la bija, y llevaran una pulsera roja, color que simboliza la sangre del parto y la primera menstruación.
Los wayuu han combinado estas tradiciones con protocolos más estandarizados como los tapabocas o el lavado de manos.
La covid-19 pasó casi desapercibida en La Guajira, la zona más desértica del país, hasta este año, pero desde marzo la curva se disparó y solo ahora se comienza a aplanar.
Para la gripa y la congestión ocasionada por la covid-19, Aura María Epieyuu, maestra de Jepimana, dice que se cocina la raíz de wararat junto a hierba de amamú, y se toma en infusión tibia, pero cuando comenzaron los rumores "todos los wayuu empezamos a beber bija porque aleja los malos espíritus y las enfermedades".
"Así la ciencia no haya comprobado su efectividad para nosotros ha sido de bastante ayuda", asegura Epieyuu.
El Gobierno ha querido tener en cuenta este "saber ancestral" en su intervención: "Hay que entender que las condiciones de salud propias y las 'occidentales' son complementarias, no excluyentes y ninguna tiene que estar por encima de la otra", dice Alejandro Cepeda, jefe de la Oficina de Promoción Social del Ministerio de Salud.
Ahora el reto viene de la vacunación. En Jepimana, casi todos están vacunados aunque "ha sido un tema bastante complejo".
"Ha habido muchos mitos acerca de la vacuna y hay otras mentes que son muy débiles que dicen que no porque la vacuna es lo que les va a matar", explica la líder de Jepimana, Virtud Epieyuu.
Según cifras parciales del Ministerio de Salud, ya se ha vacunado a 112.500 indígenas en el país, y Cepeda asegura que quieren "seguir apostándole a su sabiduría ancestral, pero también ser conscientes que la vacuna es una acción complementaria para salvaguardar su vida y la de sus comunidades".
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