Ataviado con la capucha negra que utiliza durante las siete veces que reza al día, el monje benedictino Elkin Ramiro Vélez García va señalando rincones de la vieja cárcel de La Catedral, en Envigado, en los que lo macabro se ha ido transformando en sacro.
Un blanco Ángel del Silencio reposa en el centro de lo que fuera la cama redonda y giratoria, en la que Pablo Escobar Gaviria pasaba sus horas de lujuria en la penitenciaría, de la que se fugó el 21 de julio de 1992.
El sitio en el que fue asesinado uno de sus enemigos, cuya cabeza usaron sus lugartenientes presos como balón de fútbol, se transformó en oratorio de la Casa para el Adulto Mayor. “El banco”, en el que el narcotraficante manejaba millonarias sumas de dinero en efectivo, ahora es la ermita y oratorio privado de un monje.
Y justo donde el capo tenía otra de sus camas, hoy se encuentra el “Cristo Moreno”, el mismo milagroso que en Perú ha hecho comulgar a indígenas, afrodescendientes, criollos y mestizos, solo que en la versión de la artista Cristina Planas Toledo, a los pies del crucifijo hay una especie de pila bautismal repleta con 33 metralletas “hechizas” de juguete.
“Es para simbolizar la necesidad del desarme de los espíritus”, explica el hermano Elkin, quien se instaló en predios de la Catedral en 2007, para iniciar un proceso de transformación de la cárcel en lo que es hoy: una mezcla de museo de Escobar Gaviria, centro de oración, hospedaje y asilo de ancianos.
La bendición legal se las dio el entonces alcalde de Envigado, Héctor Londoño Restrepo (quien hoy está en su cuarto mandato).
El gobernante firmó, el 13 de julio de 2007, un contrato de comodato con el presbítero Gabriel Gilberto Jaramillo Mejía, representante legal de la Fraternidad Monástica Santa Gertrudis La Magna. El mandato, según el hermano Elkin, era no escarbar más entre las ruinas y construir sobre ellas, en un lote de 30.000 metros cuadrados, un espacio de peregrinación y oración, según se lee en el texto del comodato.
“Eso fue obra de Dios”, añade el hermano Elkin. El Municipio estaba encartado con la Catedral, que se había vuelto una plaza de vicio, ritos satánicos y paraíso de los ladrones. Y el presbítero, que estaba en un año sabático, buscaba un lugar para construir un espacio de oración.
Para despejar dudas sobre el respaldo legal que tienen, el hermano Elkin entrega, desde la primera cita, una carta de presentación en la que se lee: “estamos ubicados donde fuera la cárcel “la Catedral” en Envigado hace 20 años, la cual tiene nuevos guardianes, ya no de presos, por los cuales oramos día y noche, sino monjes ermitaños adscritos a la Abadía Benedictina Ecuménica de San Juan Bautista, Bartonville, IL “USA”.
Sí, la oposición a este proyecto fue tan grande, que los cuatro monjes tuvieron que buscar el patronato de una comunidad benedictina de Estados Unidos.
Nadie es profeta en su tierra y en Envigado también les llovieron las críticas, inclusive de lugareños que, según comentan fuentes del Municipio, los atacaron con tutelas y acciones populares.
Cambios
Sentado en la amplia biblioteca que con unos 800 libros está al servicio de los niños de la Vereda La Miel, el hermano Elkin recuerda que al llegar a la Catedral tuvieron que espantar culebras, arañas y bichos raros, descendientes de las primeras especies que Pablo Escobar llevó a los alrededores de la cárcel.
En la misma biblioteca hay un espacio reservado para la lectura de los monjes, en el que llaman la atención unos muy bien cuidados muebles estilo Luis XV.
A escasos 10 pasos está el oratorio principal de los monjes, construido en un estilo suizo, que le da gran protagonismo a la madera, y que guarda lo mejor de las 150 piezas religiosas que los monjes han recibido de benefactores de su obra. Entre ellas se cuentan un Cristo traído de Mompox y dos ángeles peruanos, tallados en Madera, con más de 110 años.
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