JAIME ORTEGA CARRASCAL
EFE | LA PATRIA | SAN JOSÉ DE ORIENTE
A primera vista parece un caserío más del caribe, con guirnaldas navideñas que cuelgan de árboles y casas, y al fondo se escucha vallenato, pero este asentamiento tiene de especial que está poblado por antiguos guerrilleros de las Farc y sus familias.
Los miembros de la antigua subversión, ahora partido político, dieron el nombre de Tierra Grata a este lugar que fue una de las 26 zonas veredales en las que se concentraron antes de dejar las armas gracias al acuerdo de paz, y que funciona como Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR).
Situado en lo alto de una colina en la aldea de San José de Oriente, que a su vez hace parte del municipio de La Paz, en el Cesar, Tierra Grata alberga en sus casas de paredes blancas y techos rojos a 164 exguerrilleros, la mayoría de ellos con familia, que aspiran a convertir el lugar en un pueblo.
"Queremos que esto se constituya como un pueblo, y la mentalidad de todos nosotros es quedarnos aquí, construir, cultivar y generar como un nuevo ambiente para todos nosotros", dice Óscar Alberto Guerrero, de 42 años, 29 de los cuales estuvo en el Frente 29 de las Farc, que operaba en la región de la Sierra Nevada de Santa Marta.
Como cualquier pueblo, Tierra Grata tiene una pequeña tienda, un emprendimiento comunitario administrado por Guerrero, en un local que es punto de encuentro de sus habitantes, de miembros del Gobierno y técnicos que visitan el lugar, como lo hizo el pasado sábado el alto comisionado de Paz, Rodrigo Rivera.
Otro lugar frecuentado es un espacio de recreación que cuenta con tres mesas de billar y dos pequeñas canchas de tejo, así como una gallera en las que se programas riñas los fines de semana, y en donde reina el vallenato.
El antiguo campamento guerrillero, de calles polvorientas y al que se accede por una angosta carretera en mal estado, cuenta con electricidad, zonas de lavandería, baños y duchas comunes, así como antenas para televisión por satélite, pero no tiene agua corriente, entre las quejas recurrentes.
"Aquí en esta zona en particular no hay agua, el Gobierno no ha bajado el agua", reclama Guerrero, quien afirma que se surten de la que les llevan los bomberos de La Paz, "pero como la vía a veces está mala, cuando llueve son dos, tres días que pasamos sin agua", afirma.
Por ahora, en unos pequeños huertos afuera de las casas, algunos han sembrado yuca, tomate, cilantro o cebolla, que crecen al lado de flores.
"Nosotros necesitamos es tierra porque nosotros lo que sabemos es trabajar, sabemos es cultivar y no hemos podido porque el Gobierno no nos ha dado tierra", agrega Guerrero, quien sin embargo reconoce que la paz les ha traído beneficios.
Afirma que hay "cosas fundamentales, como la tranquilidad" que no conoció en su vida como guerrillero, y que la paz también "ha servido para el encuentro con las familias y para la integración con la gente, con las comunidades".
Una opinión similar expresa Cristóbal López, quien después de pasar 26 años en las Farc, considera que hay dificultades, "pero se siente uno mejor acá".
López, padre de Yaraise, una niña de ocho años, cuenta que de lo mejor que le ha pasado con la paz es poder reencontrarse con sus padres, ya ancianos.
"Tenía, 25 años, 27 años que no veía a mi mamá ni a mi papá, pero ya ahorita sí me he encontrado con ellos", afirma.
Asomado en el mostrador de la tienda, Óscar Guerrero también recuerda que en las Farc estuvo muchas veces a punto de morir en combates con el Ejército, pero ahora está contento con la paz, aunque siente que el Gobierno no les ha cumplido lo pactado.
"Hubiésemos querido que todo fuera felicidad, pero desafortunadamente no lo es porque falta mucha cosa", concluye.
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