KLAREM VALOYES GUTIÉRREZ
EFE | LA PATRIA | ISLA DE SAN ANDRÉS
Una semana después del paso devastador del huracán Iota, los habitantes del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina intentan rehacer sus vidas y esperan que el turismo, motor de su economía, los ayude a salir adelante.
Iota dio un golpe a los planes de reapertura de tradicionales lugares turísticos del archipiélago caribeño, como la Cueva de Morgan, cerrada desde mediados de marzo por la pandemia del coronavirus y afectada gravemente por el embate del ciclón al igual que otros atractivos naturales de la isla.
"En la Cueva de Morgan nosotros tuvimos una afectación de casi el 70% en la mayor parte de nuestra infraestructura y especialmente con la naturaleza. Árboles que yo he visto crecer desde hace 50 años, la gran mayoría de ellos se han ido", explica el administrador del histórico lugar, Jimmy Gordon.
Vientos demoledores
1.500 árboles de la propiedad de 30 hectáreas fueron arrasados por el ciclón de categoría 5 que en la madrugada del lunes 16 devastó la vecina isla de Providencia y causó grandes destrucciones en San Andrés y en Santa Catalina.
En su arrasador paso Iota se llevó la extensa vegetación que rodea la Cueva de Morgan, arrancó techos de viviendas y causó otros daños en las infraestructuras de las islas.
"El impacto que ha dejado esto para el turismo ha sido demoledor. San Andrés está a la deriva hablando turísticamente y no tenemos masivamente visitantes desde el 17 de marzo por la pandemia. Hemos vuelto a tener desde septiembre un poquito de personas", reclama Gordon, quien también es historiador.
El huracán afectó además al ecoparque West View, una piscina natural atractiva por sus arrecifes de coral y llamativos peces multicolores; el hoyo soplador, un agujero en la playa fascinante para miles de turistas cuando dispara chorros agua de mar por la fuerza del oleaje, y el parque Johnny Cay, un islote símbolo de la cultura raizal del archipiélago.
Gordon asegura que para poder hacer una reapertura rentable de estos lugares no es suficiente con reparar los daños que dejó Iota sino que a San Andrés, distante unos 700 kilómetros de la costa continental colombiana, tienen que ingresar unos 2.000 ó 3.000 turistas diariamente, una cifra lejana de conseguir porque ahora solo están llegando entre 200 y 300 personas.
Factor ambiental
El impacto ambiental del desastre meteorológico también afectó directamente al turismo y retrasó la tarea de recuperación marina que desde hace años ejecutan en la región organizaciones y fundaciones ambientalistas.
"Hemos hecho jornadas de limpieza con indicadores positivos de 20 toneladas (de basura recogidas) entre las cuales se encuentran 750 llantas. Llevamos cinco años y estos dos bichos se han atrevido a traernos una cantidad más de residuos", dice el coordinador de la ONG Help 2 Oceans, Jorge Sánchez.
Desde el costado oeste de San Andrés, el sector de la isla que recibió el mayor golpe, Sánchez, un experimentado y galardonado buzo, advierte que tanto Iota como el huracán Eta, que lo precedió unos días, hicieron una "funesta suma" con la cual causaron un "enorme daño" ambiental.
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