
Luego de alcanzar diez condecoraciones y más de 50 felicitaciones por el deber cumplido, el suboficial de la Policía Nacional José Alfredo Reyes Cárdenas logró ganar su más duro enfrentamiento, el que le valió haber sido reconocido por la institución entre los 50 héroes anónimos que merecieron ser inmortalizados en un libro de lujo con motivo de los 101 años de existencia de la Policía Nacional. Reyes derrotó al más antiguo de los oficios, logrando que al menos doce mujeres abandonaran la prostitución y hoy ejerzan un empleo digno y justamente remunerado.
Reyes es un cartagenero de 40 años todavía no cumplidos, que llegó a Pereira hace cuatro años y hoy habla con tal propiedad del Bolívar Desnudo de Arenas Betancur que adorna nuestra plaza mayor, que ya la quisieran para sí los propios pereiranos.
De sus muchas condecoraciones, las dos que conserva con mayor orgullo son una medalla de Investigación Criminal y la “General Valentín Deaza”, esta última concedida por la Administrción Municipal en reconocimiento al trabajo realizado en la Plaza de Bolívar.
Huérfano de padre desde hace trece años y el penúltimo de doce hermanos, Reyes Cárdenas nació el 8 de noviembre de 1974 e ingresó a la Policía Nacional el 17 de mayo de 1994.
Hace cuatro años llegó a Pereira, proveniente de Bogotá, después de haber trabajado por espacio de 13 años en la Policía Judicial, enfrentando a todo tipo de delincuentes y obteniendo excelentes resultados en las operaciones que le fueron encomendadas.
Desde que llegó a Pereira quiso hacer la diferencia. “A mí nunca me ha gustado ser del montón”, dice evocando a su padre, un dicharachero tendero, amante de la música vallenata y buen versificador, que le inculcó su espíritu comunitario.
Con ese pensamiento se propuso, luego de analizar durante varios días la problemática de la Plaza de Bolívar, invitar a las mujeres de la calle a abandonar su oficio.
“Dios me puso aquí y tiene que ser para algo bueno”, se dijo, y lo repite hoy, cuando recuerda su tristeza al ver un ícono de la ciudad invadido por el vicio, la prostitución, las riñas, las armas blancas y poseído por la inseguridad.
“Llegué a censar 98 trabajadoras sexuales aquí en el Parque de Bolívar, con una problemática muy compleja porque no conocían otra forma de sustento para alimentarse y algunas para sostener su vicio”.
Con el apoyo de la UPPV, el subintendente Reyes se propuso capacitarlas en valores y mostrarles un nuevo camino, acaso alentado por su creencia en Dios.
Acompañado de piscólogas y trabajadoras sociales, las invitaba a talleres en auditorios cedidos por comerciantes del centro tradicional, pero la audiencia fue decreciendo. “Decían que perdían el tiempo porque se les iban algunos clientes”. Cambió los auditorios por carpas y las reuniones fueron cada vez más cortas y concisas.
Dos años más tarde, se ven los frutos. Doce de ellas fueron vinculadas con contrato de trabajo a término indefinido y con prestaciones sociales a una empresa de servicios públicos y hoy, en calidad de escobitas, barren y embellecen el parque donde antes deambularon en busca de clientes.
Una de ellas, dice, le arrancó lágrimas cuando vino acompañada de sus dos pequeños hijos, para hacerse tomar una foto con él. Orgullosa, les dijo que gracias al intendente Reyes, hoy no tiene que vender su cuerpo para llevarles un pan a su hogar.
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